Menor al Diez

Cuenta conmigo; dos.

 

Andrea Lucero

 

Me agacho y recojo el papel que ha estado rodando con el viento, tiene polvo y unas letras que parecen unos horribles garabatos, inclino un poco mi cabeza a la izquierda y por motivo que desconozco el nombre de uno de mis hermanos está escrito a lado de la frase “eres despreciable” sonrió, en realidad carcajeo segundos después.

No lo pensaría mucho y descarto varias posibilidades a medida que comienzo a caminar, saludo a varias chicas en el camino y hago una reverencia que me es cortada por la anciana a la que se la dedico.

—No hagas eso muchacho, harás que nuevamente mi casa se llene de muchachitas queriendo que te presente, eres un buen candidato pero no lo haría, ellas son muy libertinas —me hace un gesto con la mano.

—Confió siempre en su palabra me mantendré alejados de sus garras, pero si muestran apuros prometo hacer una excepción —levanto mis manos a la altura de mi pecho mostrando mis palmas hacia ella, señal de paz, por favor.

—¡Oh, mejor pasa antes de que te coman! Muchachas sin oficio —curvo mis comisuras y me permito entrar.

—Pasé un momento, quise ver si tan dulce mujer respiraba aun y ya lo comprobé, sigues siendo hermosa como el ultimo día en que te vi.

Cubre sus mejillas con sus manos.

—Pero viniste hace unos días y tu hermano paso esta mañana. Respirare hasta que mi cuerpo me lo permita.

Camina hasta llegar a mí y la envuelvo en un abrazo mientras ella palmea mi espalda, bese su coronilla y la siento tan diminuta entre mis brazos.

No tengo idea de quién de ellos paso hoy pero si me apetece saberlo, no quiero información escapada, la quiero de la fuente inicial. Deshago el abrazo y ella comienza a pedirme que le cuente sobre como estoy ayudando para una nueva colecta que se está haciendo para recaudar fondos para uno de nuestros vecinos.

Debo de ser bueno de alguna manera.

Bebo de un jugo que me es ofrecido y agradezco el gesto, a medida que lo ingiero noto que algo pasa por mi garganta y no queda más remedio que tragármelo reviso con la mirada el jugo y encuentro una semilla de naranja dándome un guiño divertido, como si fuera posible, tengo más cuidado y metiendo uno de mis dedos saco la semilla ya la otra está haciendo un viaje dentro de mí, continuo la conversación con un pequeño discurso sobre la amabilidad hacia el prójimo cuando ella me recuerda alejarme de las mujeres que buscan jugar con mi cuerpo. Lógico ¿No?

—Las personas son diferentes, pero para su tranquilidad lo tendré muy presente —voy hasta el fregadero, lanzo la semilla en el bote de basura y lavo el vaso.

Habla sobre arreglar las habitaciones de su casa y ponerlas en alquiler, ya que su casa es demasiado grande, en realidad si lo es pero las personas que pueden venir a vivir aquí pueden ser muy desagradables y ella es una adulta mayor que necesita tranquilidad y no desorden.

Veo ambos puntos y me ofrezco para lo que necesite.

Miro el reloj en mi mano, le doy tres golpecitos antes de anunciar que me iría.

Salgo de su casa y voy de regreso a la que habito, encuentro dos de los convivientes hablándose entre sí, dicen mi nombre en forma de saludo y solo asiento antes de subir las escaleras e ingresar hasta mi habitación, abro un cajón y saco una caja de cartón, la tengo conmigo desde hace mucho tiempo y se puede notar por su forma ya deformada y el color derramado de las pinturas que había utilizado para camuflarla.

Toda una obra.

Hago una bolita con el papel, lo más pequeño posible que se pueda hacer y termino arrojándola dentro de la caja y todo vuelve estar en su lugar, me siento, miro mi reflejo en el espejo y el colgar de varios sombreros negros —suspiro.

Solo una fuera, aunque solo uno fuera, cuenta en retroceso menor al diez, dos, seis, ocho, uno, cuatro…

Una vez, dos veces, tres veces, pierde la cuenta, no es cronológico ¿verdad?

Seguí mirando mi reflejo en el espejo, mi cabello castaño se veía muy oscuro y lo aplaque hasta cubrir parte de mis ojos, sople hacia arriba jugando con el movimiento de mi cabello por unos minutos más. Alguien golpeo la puerta pero no pare, no escuche más.

—Andrea.

Suspire.

Contemple mi reflejo, perfecto.

Permaneció de pie y su reflejo se vio acompañado del mío ¡A!

—¿Qué quieres? —cubro mi rostro con mi mano. No estoy de ánimo, fuera de esta tarde.

—Andrea, Bryan ha regresado.

Suspiro

—¿Desde cuándo y hasta cuándo?

—No lo sé, pero debemos hacer presencia en la sala.

—Lo pensare.

No se movió y eso me molesto, con una mano eleve parte de mi cabello dejando descubierto mi rostro.

 

 

***

 

 

Tomo asiento un momento y bebo un poco de agua esperando que cese mi sed, veo las pilas de cajas que debo mover para hacer espacio, y orden, doy un mordisco leve en mi labio mientras veo pasar a Stefania, ella me mira de reojo y no pierde tiempo a darme una sonrisa para luego voltear su atención entera a un grupo de chicas que piden órdenes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.