Menor al Diez

Cuenta conmigo; tres.

 

Enzo Lucero

 

Esta viejo, muy viejo. Excelente.

—Lo quiero.

Es lo que digo viendo al viejo y oxidado carro escarabajo, no tengo idea de cómo lo arreglare pero tengo a la pequeña esponja que quizás pueda decirme algo.

—¿Estás seguro de eso? Hijo es realmente viejo.

Afirmo, aun viendo tal animalito.

—¡Claro que lo quiero señor, no ve que es tan hermoso! Quizás me tome unos años arreglarlo pero será bueno ocupar la mente en algo y ese será mi objetivo ¿Cuánto es?

—¡¿Bromeas?! ¡Es tuyo! Llévatelo ahora, estaba por decidir el llevarlo al deshuesadero.

—No puedo solo tomarlo —me siento algo eufórico.

—Puedes y lo harás, ahora engánchalo lo llevare hasta tu casa.

Hago lo que me pide, está haciendo un sol que te volvería ciego así que tomo la decisión de colocar unas gafas negras que son una combinación con mi gorra roja traspirable, si como camionero. Parte de mis brazos se encuentran llenos de grasa de carro y pasar un trapo quita un poco pero no lo limpia por completo, la camisa esta húmeda y huelo a fierro por pasar gran parte de la mañana moviendo puertas sueltas de autos que estuvieron en accidentes automovilísticos y no reclamaron. Hay buenos carros ahí.

—Puedes ir de cuando quieras, si necesitas alguna pieza y la encuentras en algún auto ve y tómala, ya nadie quiere esos modelitos.

—Es como si me regalaras un maldito hotel lujoso en Dubái, muchas gracias Marlon.

Él se carcajea y luego pasa su mano por su cabello oscuro con unas escarchas, rio porque su hija es muy traviesa y juega en que todo lo que le gusta debe brillar como una estrellita.

—No seas adulador, Enzo —hace una mueca— se ve tan mal, quiero decir luzco divina.

—Brilla, brilla como una constelación junta o no lo sé, en resumen, brilla señor Marlon. Me deja ciego.

Llegamos a casa y con su ayuda bajo el auto que parece querer quebrarse si lo golpeo, Mike me espera en la entrada y se pone de pie corriendo para ver de cerca lo que hemos traído.

—Buenas tardes señor Marlon ¿Para quién es eso?

—Pequeño Mike, esto es el edifico en Dubái que tu hermano adquirió.

—¿Dubái? ¿Edificio de Dubái?

Acomodo mi mano sobe el carro.

—Me ayudaras a repararlo —muevo mis manos y utilizo mi expresión facial— pasará tiempo pero algún día conducirás este carrito que será bueno con tu tamaño, puede, puede que crezcas mucho y tengamos que romper el techo para que quepas pero que importa.

Se encoje de hombros.

Que importa, sé que lo romperás, gracias —me responde en señas.

—Bueno chicos los dejo, mientras más rápido empiecen ya puedo verlo listo —desordena el cabello de Mike haciendo que ruede los ojos pero no se queje en voz alta, él detesta que toquen su cabello pero es su forma de no alejarlos.

Vamos a la librería —propongo.

¿Por qué? Y ¿Dónde hay una?

Por las calles y no se tu pero no se arreglar un carro, vamos aprender.

Rueda los ojos en una segunda ocasión.

Dos minutos —huye.

Corre como si lo siguiera la misma muerte hasta que desaparece de mi panorama.

Alzo el dobladillo inferior de mi camisa y noto que la herida se ha abierto un poco, debí deducirlo cuando sentí arder este mismo lugar hace unas horas, el señor Marlon noto la mancha pequeña roja y desvié la atención haciéndole creer que era oxido de las puertas que estaba acumulando, deduzco que fueron tres débiles nailon que decidieron abrirse. Ay, la sangre parece fluir un poco más.

Huiré como Mike.

—Es una lata oxidada ¿Qué piensas hacer con eso? —Charlie, hace un desdén con su mano en globalizando su frase—. Enzo.

—Termina de hacer lo que haces y no metas tus narices.

—Mi casa, mi nariz y mi hermano.

Charlie, cabello castaño oscuro casi como el negro en que se disfraza su mirada, lleva un delineado inferior en sus ojos y como si la pintura fuera acabarse un toque azul metálico en la esquina interior. Es alto y eso es algo que todos portamos, es un alivio no tener ninguna hermana.

Él es el hermano mayor de la casa, veintiséis años y es todo un enigma, alado de él quien pisa los años muy cerca esta Andrea con veinticinco y Bryan con veintitrés, este último acaba de regresar —algo peculiar—. Charlie trabaja en un restaurante de comida donde todo el personal son hombres, de hecho, yo también trabajo ahí los fines de semana y entre semana paso por el taller mecánico de Don Marlon —es reciente— ya que pasaba la mayoría de mi tiempo con los estudios apenas tengo dieciocho y se me permite estar sin camisa en el trabajo del restaurante.

Deduzco por la vestimenta que este lleva que ira abrir el restaurante, Charlie utiliza eso del chico gótico, le sienta bien y soy sincero, no es homosexual, solo viste así para ir al local ya que es la temática de esta vez.

—Es para Mike.

—Nada como un montón de basura para alegrar al menor —ladea una sonrisa— eso no se ve bien Enzo. Haces perder mi tiempo.

Resoplo.

—Me desangro y arde, perder tu tiempo es algo que haces por voluntad.

—Siéntate veré que puedo hacer por ti —se da la vuelta.

—Mike esta por regresar —digo girando también, camino hasta llegar a mi habitación que hice que estuviera en la planta baja, así podre ver a donde va Mike.

Charlie cierra la puerta detrás de mí, saco el pequeño botiquín de uno de los cajones del armario amarillo pálido, elevo mi camisa y dejo que eche un vistazo.

—Rojo, que original —se burla.

—Solo has lo que tengas que hacer.

—Pensabas hacerlo por ti solo, eso hubiera sido divertido ver —comienza a sacar cosas del botiquín y me preparo para recibir los hincones, arde y arde mucho, con su antebrazo hace que mire hacia arriba y por inercia vuelvo a bajar viendo todo.

La puerta es golpeada y la voz de Mike se escucha diciendo mi nombre.




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