Menor al Diez

Cuenta conmigo; cinco.

 

Enzo Lucero

 

Andrea mi mira desde la ventana de su habitación, lleva esa chaqueta roja que me hace pensar en los segundos que parecen flotar en mi imaginación. Andrea tiene cierto parecido con Mike, es callado.

Da unos golpes casi insonoros antes de apartarse de la ventana y hacerme una mueca horrible de manera breve al mirar el color de mi camisa con mi combinación de pantalones negros. No soy bueno en seguir su secuencia de colores, para mi va lo variado y cómodo. Traga con fuerza antes de mirarme a los ojos y menear la cabeza a un lado.

Voy detrás de él, no hablo, no habla, no hablamos pero lo más importante es que si respiramos. Por razón de costumbre miro hacia atrás para verificar que no haya nadie y vuelvo la vista nuevamente haca el frente, lo repito cada media hora y entre el cuarto de minutos verifico los laterales utilizando algún ventanal o una vista ocasional.

Llevo dos días en este lugar, algo con un nombre de kensi o kansis, o quizás no es ninguno de los dos. El primer día me dedique a vagar en las oscuridades de la web, no es nada legal pero es interesante y te roba el tiempo de manera que te sientes casi fundido en el mueble donde te recuestas, había cosas asquerosas y moralidad a más de extinción, intentaron ingresar a mi servidor web pero solo lograron que encriptara un virus al suyo.

Día dos con Andrea, solo ingreso a la habitación y dijo: veinte minutos, para luego salir y volver aparecer.

Cuando nos detenemos frente un edificio lo señala dándome un sobre que ha sacado de su chaqueta, antes intenta deshacerse de una línea de doblaje que se hizo al guardarlo en su chaqueta pero lo ignora cuando me lo entrega.

—Piso diez, segunda puerta a la derecha, una mujer se te acercara y dirás en su oído nuestro apellido, no dirás nada más. Ingresaras recibirás una charla familiar —me dice casi con una inexistente sonrisa y eso hizo que mis vellos de la nuca se erizaran un poco—. Quita esa cara, ve directo.

La palabra familiar ha hecho que me descolocase un minuto, solté aire cuando mis mejillas volvieron a la normalidad pase de Andrea, seguí mi caminar al ingresar y con el rabillo del ojo vi un hombre uniformado seguirme, marque el piso diez en el ascensor cuando me ingrese y forme una línea en mis labios, todo iba bien, minutos después vi al mismo hombre seguirme a una distancia prudente su cara se veía algo roja por la gran subida de las escaleras.

Como había dicho Andrea una mujer se topó conmigo, me incline y bese su mejilla muy cerca de su oreja antes de susurrarle: Lucero. Hizo una seña por detrás, colgó su brazo en el mío y me guio.

Me libero el brazo, segundos después porque quería alejarla y las palabras adecuadas no marchaban de mi boca.

—¿Cómo te llamas? ¿O tienes un numero? —hablo.

No respondí.

Su truco conversatorio no me lleva buena espina.

—Eres callado, igual a los demás.

Golpeo antes de abrir una puerta y un hombre girara por breve momento y aguardo a su posición anterior.

La mujer se fue.

Él no volvió a girar nuevamente.

Silencio.

Me he quedado de pie aún.

Avanza.

Shu.

—Toma asiento, Ansu —se dirigió hasta posicionarse al lado contrario del asiento vacío.

Deslice el documento sobre el escritorio cuando acate su orden, quise decirle que mi nombre no era Ansu, pero guarde silencio.

Solo aire.

Los ojeo minuciosamente, es tan desconocido con similitud innegable.

—Enzo, futuro mayor de edad —no dijo nada más.

Relajo sus hombros, no baje en ningún momento la mirada.

Esta fue la conversación más interesante en donde ninguno de los presentes emitió algo después de un tiempo prolongado, solo me entrego otro sobre para luego despedirse en silencio.

Este hombre emitía seguridad y con dejar las palabras cortas.

Al regresar con Andrea me quito el sobre hasta asentir e irnos nuevamente, sabes que tienes algo con alguien cuando no necesitas hablar y parece que a esta disfuncional y multiversa “familia” lo tiene. El hombre que prácticamente se tomó la molestia de mirarme por lo que es quizás un paso demasiado pesado para él.

***

Envío un correo con varias direcciones e incrustaciones de códigos hacia una fuente anónima, esto servirá para lo que he llevado aquí.

Día tres sin Andrea, ha vuelto a desaparecer luego de dejar un sobre con varias indicaciones. Relaje mis hombros y coloque unas gafas que no sirven para nada, pero me veo como un nerd, lo cual atrae ofertas de trabajo.

Termino de hacer cada uno de los envíos y elimino la dirección del correo que he utilizado luego de confirmar que han sido enviados. No hago nada más por el resto del día.  

Día cuatro sin Andrea nuevamente, no hay sobre tampoco. Decido salir de esta habitación coloco un abrigo morado y lo cubro bajo la cintura del pantalón de tela negro, tomo un saco negro también para cubrir mis brazos, unas gafas negras hacen de fachada perfecta para evitar el descubrir de mis direcciones visuales.

Salgo de la habitación y verifico el dejar la llave en recepción antes de cualquier inconveniente por fuera. La recepcionista da varios repasos a mi presencia, le doy mi nombre para que archive en registro o lo que sea que haga.

Afuera el aire es frio, con algo de querer caer gotas finas, meto las manos en mi bolsillo y trazo camino guiándome con el nombre de las calles que había buscado en el mapa. Camino el doble que lo que habitualmente haría estando en casa, mis pies se sienten cansados pero cada vista es genial, lo merece. Llego a mi objetivo, me acomode sobre una pared unos minutos antes de seguir alrededor y captar cada desliz de la figura que había dibujada en una fuente.




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