Menor al Diez

Cuenta conmigo; seis.

 

Andrea Lucero.

 

No tengo idea, pensé.

Alce haciendo un domo de aire por debajo de la sabana, lo repetí varias veces hasta que sentí mis brazos arder por los movimientos repetitivos. La cama no termino hecha pero mi cuerpo termino echado encima de las sabanas revueltas y el colchón desnudo.

La casa se ha mantenido en silencio desde que he regresado, abandone a Enzo con la simpleza de girar y no devolver la mirada hacia atrás, ahora debe estar con ese hombre despreciable.

Terminamos regresando.

Me quedé dormido a medida que recordé cada paso que ha estado marcándose con más precisión, Mi nombre es Andrea he mantenido oculto algo, algo que quisiera que nunca se me hubiera impactado con fuerza, saben eso que se dice de que una cara bonita no es todo el paquete, eso tiene mucha verdad. Puedes ver la envoltura y atraerte, puedes querer morderla y acariciarla a la vez ¿Cómo puedes querer hacer dos cosas a la vez?

Tengo veinticinco años, me gusta pasear por las calles y reír bajo los comentarios de Celeste, ver como las mujeres olvidan la palabra disimular cuando en su campo visual aparece un hombre que llamo su atención, suelo ser ese hombre de vez en cuando.

Me agrada que me miren hasta cierto punto, a madre le molesta y a veces amenaza con lanzar agua sobre ellas.

Detesto los colores y detesto que Enzo los use.

—Despierta.

¿Qué pasa si no quiero hacerlo?

—Andrea, debes despertar.

¿Por qué debería? Si sueño no vuelvo a la realidad.

La voz sique molestando otro poco, me levanto de golpe causando un grito de alguien, mis vistas se hacen rendijas antes de pasar la mano por mi cabello y mirar a Mike, de pie, a un lado de mi cama. Su voz es lo que muy pocas veces se escucha en esta casa, ahora que Enzo no está me molesta que piense que puedo ser yo quien esté detrás de él intentando saber que dice cuando no habla. Se lo cederé a Bryan.

Bajo los pies del colchón antes de ponerme de pie y decir:

—Arréglala, volveré dentro de poco.

Andrea —suelta casi inaudible.

Me topo con varios rostros ya familiares pero cuando escucho una risa abro la puerta de inmediato topándome con Stefania, resoplo antes de pasar de ella e ignorar que quien está rodeando su cintura es Charlie. 

Suelta mi nombre con ironía mientras a la otra se le corta la risa, risa que me inquietaba.

No quiero explotar mi cabeza pensando, no quiero dejar que las personas vaguen a mi alrededor, pero eso es lo que hago. Mírame caminar y devolver una sonrisa a quienes son rostros viejos, mírame ofreciéndome ayudar como si eso hiciera esto más interesante.

 

 

Tomo una caja y comienzo a caminar por dentro de una ferretería, me siento desorientado porque no tengo ni idea de que es lo que se utiliza pero quiero acabar con esa vocecilla.

—Puedo ayudarte ¿Qué es lo que estás buscando? —ofrece y me pregunta, debe ser algún trabajador.

—No lo sé ¿Qué se utiliza para restaurar?

—Depende ¿Qué piensas reparar?

—Algo viejo y oxidado, algo que mi hermano le obsequiara al otro. Quizás le tome años pero él no es olvidadizo. Es de este tamaño —hago similitud a la altura del auto feo— podría ser así de ancho y no es nuevo, es viejo con oxido parece que fuera a caer si lo rozas. Es una porquería.

—¿Estás hablando de un auto? —parece que si me lo ha entendido.

—Sí, pensé que había sido transparente con mi descripción.

Vuelvo a mirar a las llaves con números ante de llega a la curvatura que estas portan. Tome las de diferentes tamaños y comienzo a meterlas en la caja, el hombre lanza una queja mientras giro para ver las otras estanterías.

Si no ayudas no me estorbes —me reservo el comentario.

—¿Por qué no buscas ayuda con un mecánico? Seguramente ellos sabrán decirte que necesitaras. Si compras de más se te hará muy caro todo el contenido.

Cinta 3m, de seguro servirá.

—Voy a pagar por lo que me lleve. 

—Pero amigo —su mano es puesta en mi hombro, ladeo mi cabeza para observarlo, retira su mano y las eleva hasta a altura de su pecho en señal de rendición o paz.

—Tu eres mecánico —señalo.

—No.

—Entonces no puedes ayudarme —declaro.

Hago lo que es una compra compulsiva, cuando llego a la casa evito cualquier contacto con los demás y me detengo en mi habitación, Mike hace el gesto de ponerse de pie y dar un paso hacia delante pero sus palabras son mezquinas al salir, reviso mi cama, no tiene ninguna arruga.

—¿Quieres preguntarme algo Mike? —le invito, sé que hay alguna razón para que me despertara y esperara todo este tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.