Menor al Diez

Cuenta conmigo; siete.

 

NARRADOR TERCERA PERSONA

 

Estaban a punto de ser las siete de la noche, el cielo ya era oscuro y la luna se había asomado con inocencia alguna, los hermanos Lucero se sepultaron en un silencio tajante que ninguno se inmuto por acabarlo, vistieron de blanco con un corbatín azul que no dejaba de hacer a Andrea rodar los ojos molestos y hastiado del enojo. Por su parte su hermano Charlie gozaba de una enorme sonrisa al verlo bufar con exasperación, pero no se escuchó, ni el sonido de su risa, ni los pasos y el chillante de la puerta al ser abierta.

Los presentes miraron en su dirección intrigados por quien había llegado, Mike permaneció de pie con su mirada perdida en la nada preguntándose ¿Por qué Enzo no hacía por regresar? Algo le decía que quien llegaría no sería su hermano, no Enzo y mucho menos Andrea ya que lo tenía a metros de distancia pero aun así era visible.

El menor de los hermanos no se siente cómodo pero tampoco habla para acabar con su presencia entre sus hermanos mayores, escucha sus voces y permanece en su posición. La vestimenta blanca se mancha con ciertas gotas rojas cuando al levantar levemente el rostro su nariz sangra y siente desplomarse en cualquier segundo, alguien lo tomo por los hombros haciendo que a vista de todos permanezca de pie con la mirada perdida en alguna inexistencia del suelo, su nariz continúo sangrando y llamando la atención, pero restaron de él.

Bryan paso la mano por su cabello dando una mirada ganadora, el presente y recién llegado hizo caso omiso a su insinuación de poderío. Bryan había logrado tener una guardia alta al tener a sus hermanos en su mismo sitio, no eran continuantes y mucho menos eran expresivos entre ellos.

Hace unas semanas atrás cuando Bryan venia en camino recostando su espalda en el molesto espaldar hueca del cacharro que había conseguido para no llamar la atención, venia huyendo ¿de quién? No lo dijo. Decepciono su partida a más de una persona dejando su fama como un cobarde aniquilada, regreso al lugar donde las personas le sonreían y lo habían visto crecer mayor parte de su tiempo, en donde las preguntas sobre su vida fuera solo eran con personas de su entera confianza y esa charla con preguntas privadas nunca se realizó.

No espero regresar y ser recibido con bombos y platillos causando euforia entre sus hermanos. En realidad, el llevaba tres días con dos noches ya en el lugar y el único que lo había notado era Mike quien no espeto o se asustó solo le paso de largo haciendo que Bryan recuerde el tamaño que era antes de irse y ahora parecía una gran rama de cebolla blanca por su contextura delgada sin músculos pero con la altura suficiente.

Ahora había llegado quien aborreció e insulto a su hermano cuando se enteró de la noticia, no contesto su llamada por charlar con cierta mujercita que le daba más de una vista buena, el recién llegado se abrió paso en la casa y los que lo desconocían no bajaron la mirada. Mike yacía en una de las sillas con su cabeza elevada por la mano de Andrea.

Pobre niño.

—Se bienvenido Wilson —hablo Charlie acabando con el silencio.

Ese nombre retumbo en la cabeza de Andrea.

—Guárdate tu bienvenida Charlie, me iré en el tiempo que te demores en pestañar —bufo cabreado como si le hubieran agarrados los huevos con solo pisar cerca.

—No seas aguafiestas, nos arreglamos para ti hermanito —comenta Bryan posando su mano en el hombro del cabreado.

Wilson coloca parte de su cabello largo y recién destrenzado, por detrás de sus orejas evitando que le interrumpa en la mirada de mierda que les lanzaba.

—Quita tu mano Bryan antes de que te la rompa —amenaza—. ¿Quién eres tú?

Andrea suelta el mentón de Mike y luego le da un golpe duro en su brazo haciendo que el menor menee su cabeza en confusión.

—No pues este animal salvaje conserva un poco de educación —se palmeo el hombro de Wilson.

 —Soy Andrea.

—Bryan no te lo vuelvo a decir —su tono amenazante no pasa desapercibido entre los presentes, pero a Bryan, Charlie y el desconcertado Mike le causaba cierta gracia. Andrea aun no captaba quien era el presente—. Estas grande.

Wilson Lucero demostraba su porte, elegancia y sobre todo un buen guardarropa de colores fuertes como es el traje rojo que lleva puesto, la camisa a tres botones abiertos dejando ver el hilo fino de la cadena plateada que tiene cruzando por su pecho, es musculoso con hombros anchos y una barbilla cubierta por un leve crecido de vello facial. Sus ojos cafés son confundibles con un negro cuando toman intensidad, igual que todos los presentes.

Ver a Wilson Lucero era como ver un nórdico, con su cabello largo e intensa mirada, su cuerpo era el esfuerzo del ejercicio y las cicatrices ocultas desafíos de guerras cosa que ninguno de los presentes sabia y Wilson no daba detalles de su vida, era un completo desconocido para Andrea.

Andrea responde tomando una postura recta sin contestar.

—Wilson, soy tu hermano.  —aclara su parentesco.

—¿Cuántos hermanos tengo? —un número que nadie confirma, es lo que se escuchaba entre el silencio.

—Que tiene eso de importancia, después de todo quede haber un montón más en la esperma del hombre —zanja la plática Charlie.

Con la llegada de Wilson la usencia de Enzo paso a segundo plano, no era los más ameno entre ellos pero se cernían en conversación de temas triviales y fuera de foco dejando el humor de mierda que traía consigo el nórdico Wilson.

—Esta casa está por caerse en pedazos, la temporada de lluvia hará que nos quedemos sin techo-

—En un pestañar de mis ojos —completa Charlie. Brotando una risa que hizo que Wilson mirara a otro lado ignorándolo.

Queda casi claro que quien parece tener humor en esa familia es el atractivo Charlie.




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