Mensajero Nocturno®

Capítulo 1. Cajita de madera

Admiro la hermosa vista desde el gran ventanal de mi departamento que da a la gran ciudad de Londres. El departamento donde vivo se ubica en uno de los mejores edificios de la ciudad, hasta el último piso, por lo que quedaría en el piso 50.

Desde que llegué a Londres mi vida a cambiado por completo. Muchas cosas han pasado ya sean malas y buenas.

El sol del atardecer se filtran por los cristales de los edificios del frente y de los lados, dando un aspecto casi mágico a todo el lugar. Sonrío, este es uno de los momentos donde me doy un descanso para admirar el hermoso atardecer desde mi enorme ventana.

El cielo azul ahora se encuentra decorado con colores rojizos y amarillos, tan hermoso. Recuerdo como en un tiempo atrás admiraba el cielo como hoy, acompañado del viejo, el mismo que ahora me pregunto donde estará.

- Sólo espero que sigas con vida - susurré para mi mismo antes de volver al sofá donde minutos antes me encontraba leyendo el libro de historia, ya que mañana debo llevar un ensayo que quedó como tarea en la Universidad.

Mientras seguía con la lectura, la alarma del reloj que llevaba en la muñeca derecha comenzó a sonar, dejé el libro en la mesa de cristal de enfrente para así sacar el intercomunicador y contestar a la señora, apreté el botoncito de la alarma y la voz de la señora se escuchó a través del audífono.

- Que pasa - intenté que las palabras sonaran como pregunta pero salió de lo más normal.

- ¿Que haces? - preguntó.

- ¿Llamaste solo para saber eso?... señora, estoy ocupado.

- Niño insolente y maleducado... ¿Que forma es ese de responder a tu mayor? - alegó molesta.

- Solo dime que es lo que quieres - respondí.

- Tenemos un trabajo - avisó - Un trabajo fácil

- ¿Un trabajo? - miré la hora en el reloj de pulsera - sabes que no trabajo antes de las seis de la tarde.

- Oh, vamos, solo faltan cinco minutos para las seis, además el cliente quiere su encargo a las seis y media, y ya transfirió el dinero de tu pago  - informó.

- Cuanto - quise saber.

- Un millón  - respondió en seguida.

- Realmente parece querer su encargo inmediatamente - me levanté del sillón para caminar hacia mi habitación - Donde lo recojo y como es.

Abrí la puerta de la habitación y caminé directamente al armario, abriéndola, presione la palma de mi mano en medio del armario, dando un destello de luz, una puerta secreta se abrió por lo que cada mitad del armario se hizo aún lado para así poder entrar.

Un pequeño cuarto se hizo paso, ahí dentro tengo todo lo que necesito para este trabajo, enfrente hay un gran escritorio donde se encuentra tres computadoras encima de ella. A los lados hay unas vitrinas de cristal empotrados a la pared y en medio se encuentra una mesa de cristal igualmente. Donde sólo hay una cajita rectangular, dentro de ella hay unos anillos iguales al que tengo en mi dedo anular. A un lado de la cajita está la mochila negra que siempre uso en este trabajo.

En ella llevo las cosas que necesito y es necesario. La agarro y me la cuelgo en los hombros. Tomó también la gorra negra que estaba ahí colocándomela después.

- Así es - escuché la voz de la señora - solo tienes media hora para realizar el trabajo.

- ¿Donde debo ir? - volví a  preguntar a la vez que caminaba hacia una de las vitrinas y de ella saqué unos lentes transparentes que parecen comunes pero en realidad son de alta tecnología, me la coloqué y esta se ajustó a mis ojos y se presionó por las partes de mi oreja al momento que comenzaba a funcionar, unas pequeñas letras aparecieron en ella, es como si fuera los ojos de un robot.

- A la estación de metro Barbican, un señor bajará y él te dará el paquete - la imagen de un señor algo mayor apareció frente a mis ojos.

- Bien voy para allá - sin más salí del cuarto cerrando la puerta para que el armario se volviera a formar.

Del armario saqué una chaqueta negra de cuero con capucha, dejé caer la mochila al suelo para poder ponerme la chaqueta. Después me quité los pantalones que llevaba puesto para reemplazarlo con uno negro ajustado.

Volví a tomar la mochila y salí de la habitación, antes de salir por la puerta principal calzé unas vans negras ya que me gusta andar descalzo por el departamento, pero la verdad es que no me gusta andar con zapatos dentro por que tuve la costumbre de no hacerlo, el viejo me decía que andar con zapatos con las que andas por las calles dentro de tu hogar era como traer todos los malos ratos a tu casa y dejarlos en cada pisada en tu hogar.

Si, el era un señor asiático. Y las costumbres asiáticas son muy diferentes a los que antes estaba acostumbrado, por lo que convivir con él me hizo tomar sus costumbres.

- Como es el paquete y a quien debo llevárselo - en vez de responder, la señora envío una imagen a través del lente, otro señor, esta vez más viejo que el primero apareció y debajo de él una cajita de madera, la dirección de entrega apareció después. - Bien.

Me encamine hacia la azotea del edificio. El viento ahí arriba es algo fuerte, el sol está a punto de ocultarse, tomé valor y comencé a correr, tomando más velocidad cuando estaba por llegar hasta el final del edificio, dando un gran salto por los aires caí en la azotea del edificio continúo, dando una vuelta contra mi espalda.

Así seguí el camino hacia mi destino, entre saltos y más saltos.

¿Por que no tomo un camino como cualquier persona?... No me gusta mucho eso, ir en auto y toda la cosa , prefiero sentir la adrenalina recorrer todo mi cuerpo a causa del peligro, sentir el viento golpear mi rostro cuando corro. Además que me gusta mucho las alturas, ver todo desde arriba es lo mejor.

- Alguna noche de estos terminaras rompiéndote un hueso - exclamó la señora por él intercomunicador.

Ella puede ver todo lo que yo veo siempre y cuando lleva puesto los lentes.




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