Creo que, al fin, comprendí qué es lo que tanto me duele…
¿Fue real? ¿De verdad era tan claro? Porque jamás vi venir que decidieras dejarme.
Nunca entendí qué te hizo pensar que, sin ti, todo sería igual.
En realidad, nunca entendí nada.
Mi cabeza es un mar de dudas y preguntas.
¿Por qué algo que nunca fue me duele como si hubiera sido?
No éramos nada, y aun así, como ilusa, creí que sí.
Pensé que éramos únicos, que lo nuestro no necesitaba un título, que no hacía falta encasillarnos.
¿No era eso lo que te gustaba?
¿Acaso lo que teníamos no era especial para ti?
Creí tantas cosas…
Y hoy temo que todo hayan sido solo ilusiones mías. Eso es lo que más hiere.
No puedo aceptar que fuera tan falso como para que lo arrojaras todo de un día para otro.
Sé que ninguno de los dos sabía lo que quería.
Yo no buscaba nada cuando te conocí: solo disfrutaba de tu compañía.
Pero, ¿qué te hizo creer que dejarme así no iba a doler?
¿Qué te hizo pensar que lo que no teníamos no importaba?
Dicen que el silencio vale más que mil palabras, pero yo no sé cómo interpretar el tuyo.
No sé qué fue de ti, no sé qué era esto para ti.
O quizás sí lo sé… y lo que duele es enfrentar la verdad.
Tus actos fueron el espejo fiel de tu alma: me demostraste que no te importaba.
Lo dejaste ir todo, sin frenar la bola de nieve, sin siquiera pensar en cuánto me lastimarías.
¿Y tu acto más inteligente? Desaparecer.
No importé yo, ni lo que podía sentir, ni nada.
Simplemente no importó.
Y aunque en el fondo desee que vuelvas, no quiero que lo hagas.
No puedo permitir que alguien como vos regrese.
No quiero más incertidumbre con tu nombre grabado en ella.
Estoy cansada de que aparezcas en mi mente cada vez que me detengo a respirar.
No es justo que sea yo quien cargue con este dolor.
Algún día, cuando madures, entenderás que los castillos no se construyen con papel.
Te deseo lo mejor.
—Isa.