mente frágil

Tuyo

La verdad es que ni siquiera capté el momento en el que ya me hallaba inmerso en ti. Me atrapaste, y jamás supiste que, a tus pies, yo te admiraba con calma.

Conozco tu aroma, es peculiar, parece ser neutro, pero lo recuerdo. Lo tengo en mi olfato al caminar por el patio, al atravesar la calle, al correr hacia la tienda. Recuerdo ese aroma tranquilo atravesándome, al tiempo que, con tus brazos me apretabas; no tenías mucha fuerza.

Recuerdo ese aroma, porque sin ti a mi lado para recitar que no me altere, siento como si me faltase algo.

Me faltas tú, eso es obvio. Y no sé por qué quiero tenerte implorando, si cuando pasó, lo que hice fue alejarte. Lo hice, no quería, pero, de cierta forma, lo hice. Sabía que te tenía conmigo, que, si te hablaba, tú acudirías a mí y me amarías. Ahora siento esa ausencia.

Me has tratado como yo lo hice contigo, y te extraño, pero parece que ya me estás olvidando.

Me enamoré de ti. Me parecía extraño. Me enamoré; sigue pareciéndome extraño. Me mostraste cariño. Lo hiciste, con quien nunca aceptó cercanía con nadie.

No te rendiste.

Estabas ahí, yo te veía tan hermosa riendo, hablando con gracia, sacudiendo tus lentes. Yo te veía, agradecida de tenerme, mientras que yo trataba ocultar que nunca querría dejarte.

Nunca sentí atracción hacia las mujeres. No me interesaban, no me encantaban. Es por ello que, aun no lo entiendo. Mis intenciones son vacías: no quiero nada más que saber que poseo tu cariño, que tendré siempre tu compañía. 

Solía ver el cielo a tu lado. Yo volteaba hacia arriba, y tú me observabas extrañada. Me recostaba en tus piernas, dejaba que me tocaras el cabello.

Repudiaba a todo ser humano que tratase de acercarse, repudiaba sus miradas, repudiaba la amabilidad. Pero a ti te amé. Amaba que me tomaras fotos, aunque no me gustaran, amaba que tu risa invadiera mi silencio, amaba tu fina cara, y amaba esa delgada nariz a la que se le resbalaban los lentes.

No avancé.

Pienso en ti como la única persona con la que pude establecer un romance. Pienso en ti, como el eterno vacío del cielo en el que siempre he deseado y temido perderme. Pienso en ti, pese a que ya no me hables, nombrando tu esencia a los otros, mencionando de tu existencia a todos. Pienso en ti, ya que siempre estás en mi boca, resonando, temblando ante los oídos de quien cruce, pues de ti, y de tu aura les hablo, y de lo mal que estaría, si algún día, por fin decides revelarme, que no requieres más de mi presencia en tu vida.




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