Mentes Brillantes.

Capitulo 1. ¿Te conozco?

—¡Ya es tardísimo! —se escuchan gritos desde una habitación al final de un cuarto pintado de color azul.

—Tu desayuno— extiende la mano María quien sostiene una bolsa negra esperando en medio de la sala a que la tomen — recuerda que debes de pasar por mis pastillas doña güera me dijo que me iba a dar precio anterior, toma compras tortilla para que te empujes la carne (se refiere a que compre tortilla para comer con la carne).

— ¡Wow! Bistecitos, thanks Mom huelen delicioso— alaba la Chica quitandole la bolsa de las manos  —oye talvez tome otro trabajo— dice mientras guarda su almuerzo.

—¿Y ahora que paso?— pregunta María rodando los ojos.

—no ha pasado nada es solo que, no se no me gusta el de la mañana— responde agachando la mirada.

—Es por Natalia, ya te dije que no te juntes con esa vieja — la toma por los hombros —algo no me gusta de ella, es ¿cómo te explico?, es como cuando las vecinas, se pasean con sus maridos presumiendo la familia perfecta,( se pasea por la casa imitando la ecena)  y a los tres días vez a los tipos con prostitutas.

 —No digas eso, es solo que ha tenido que ir a la universidad y  su papa le exige que sea puntual en su trabajo— quita las manos de María de sus hombros —es solo por que no me gusta mi sueldo, okey—  toma las manos de María —te prometo que es la ultima  vez que tomo dos trabajos, quiero que estés bien y ya me voy porque si no me corren—. Suelta a María y toma la bolsa —me voy— dice mientras sale del cuarto.

  —Adiós mi Lucifer — dice mientras escucha como baja su hija por las escaleras.

—¡Adiós Lucifer!, ¿ya a la chamba? .

— ¡Si!, ya se me hizo tarde don Migue— corre hacia el portón de la vecindad —le encargo a mi mama, y al rato arreglo su antena, ¿sale? .

—¡CLaro!, ya tengo lo que me pediste. Pero apúrate muchacha que te deja el camión— le dice mientras ella corre a la parada de autobuses.

Mi nombre es Lucia Fernanda García Martínez tengo veintiún años de edad, soy una persona promedio vivo en un lugar promedio llamado nezahualcoyotl, con una familia pequeña, pero claro, promedio. Si promedio, soy de ese promedio de la población que no tiene un quinto, con un padre que según he escuchado es normal que se haya ido después de que su esposa resultara enferma de Diabetes y su hija tenga necesidades mayores alas de unos años atrás. Como ya lo mencioné antes mi papa nos a-van-do-no, ¿que si estoy mintiendo?, vallamos a mis memorias;

 —Ya te dije que no encuentro trabajo, que ¿eres estúpida o qué? —se escuchan gritos afuera de la habitación de Lucifer.

 —¡Shhh!...,Ya deja de gritar vas a despertar ala niña— intenta controlar a el padre hablando en tono bajo.

 —Pues me vale que se valla enterando que me esta saliendo muy caro el chistesito de mantenerla, a esa niña deberíamos mandarla a trabajar, nada más esto…— se escucha un golpe sordo.

  — De mi hija no vuelvas a hablar así bastardo(se escucha forcegeo) no, no, suéltame hijo de perra, suéltame…- se escucha ala madre de Lucia sollozar que la suelten y al final un golpe sordo.

— ¡No es real, no es real, no es real!(ya dejame, basta, ¡No!)— Lucia se envuelve en sus cobijas llorando hasta quedarse dormida.

Lo ven, siempre fue mi héroe hasta que me di cuenta del que tan hijo de puta era. Nadie nunca me dijo que había segmentos de gente; medio buena, medio mala o de plano mala, y el de plano es malo. Vivo con mi mamá desde los quince años y no fue hasta los dieciséis años que me entere que tenia Diabetes. Fue demasiado duro, deje la preparatoria, deje mis sueños para convertir una realidad para las dos y no me arrepiento, bueno si me arrepiento de algo, y volvemos a mis memorias;

Toc… Toc… (toco la puerta de una casa blanca de dos pisos con un portón negro, afuera tiene una jardinera en cada lado con rosales blancos, es una casa de ensueño).

—Quién es?— se escucha del otro lado de la puerta —ya suéltame gordo (risas)— se oyen besos.

—Dis…, aung (se aclara la garganta) disculpe se encuentra el señor Pedro silencio incómodo.

—¿Te buscan gordo?—se escucha la voz de una mujer

—¿A mí?— responde el hombre detrás de la puerta —haber abre— se abre el portón.

—¿Qué haces aquí?,— Dice mi padre exaltado —¿Quién tedio mi dirección?— me toma de los hombros sacudiendome violentamente.

—Peter, ¿Quién es esa mocosa?,— frunce el ceño una señora de unos cincuenta años —¿Qué haces aquí niña?— abre los ojos de manera expresiva.

—Papá tienes que venir conmigo a mama se le subió el azúcar y esta en el hospital— digo firme.

—Mabel cierra la puerta— le indica a la mujer que esta con él.




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