Mentes Rotas

Prólogo

Desde antes de que pudiera pronunciar su primer llanto, su vida ya le pertenecía a otros. Nacida entre paredes frías, luces quirúrgicas y palabras susurradas en lenguajes que no entendía, fue moldeada no como una persona, sino como un proyecto. A los ojos del mundo, nunca existió. Para el laboratorio, era su mayor apuesta: la pieza clave en la creación de una nueva raza de seres humanos, capaces de alterar la materia con la mente, escuchar los pensamientos de los demás o moldear realidades a su antojo.

Durante diecisiete años, su mundo fue un encierro disfrazado de hogar, con científicos como figuras paternas y experimentos como tareas diarias. Cada éxito suyo era celebrado; cada fallo, corregido sin piedad. No había sueños más allá de las paredes de acero que la rodeaban. No había futuro, solo expectativas.

Pero incluso las promesas más ambiciosas necesitan financiación. Y así, el laboratorio miró hacia afuera, hacia una familia cuya fortuna podía garantizar la continuación del proyecto. Los Carter, poderosos, influyentes, con más dinero que escrúpulos, eran la opción perfecta.

Para cerrar el trato, Ethan Carter, el heredero de dieciocho años, accedió a una condición inusual: viviría dos semanas dentro de las instalaciones, observaría los resultados con sus propios ojos y decidiría si su apellido sería el nuevo patrocinador de la siguiente etapa de la evolución humana.

Lo que ninguno de los dos sabía —ni la joven criada como un arma ni el muchacho acostumbrado a tener el mundo a sus pies— era que esas dos semanas cambiarían no solo sus destinos, sino el destino de todos.

Porque hay cosas que no deberían ser creadas.

Y hay vínculos que ni el más estricto de los laboratorios puede controlar.




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