Mentes Rotas

Capítulo 4: Lo que ocultan

Ethan no podía dejar de pensar en Iris. En cada gesto, en cada palabra que había dicho, había algo que no terminaba de encajar. Algo en su mirada, tan vacía y, al mismo tiempo, tan llena de conocimiento. Y esa sensación de estar atrapado en un lugar donde las reglas no aplicaban lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Pasaron dos días desde su llegada y, aunque las explicaciones del Dr. Jacobs y los demás científicos eran lo que esperaba, algo no cuadraba. Todos estaban obsesionados con mostrarle los logros del laboratorio, pero algo en su actitud parecía demasiado forzado, como si estuvieran tratando de ocultar algo. Había detalles que no encajaban, como las áreas restringidas del complejo, las cuales el Dr. Jacobs se apresuraba a desviar cuando Ethan preguntaba por ellas.

Esa tarde, después de una serie de experimentos rutinarios, Ethan decidió investigar por su cuenta. No se sentía cómodo con la idea de seguir siendo un simple espectador, observando como un invitado sin acceso a la verdad. Si iba a tomar una decisión, necesitaba más que palabras vacías. Necesitaba ver las sombras de lo que se estaba haciendo allí.

Se escabulló por los pasillos menos iluminados, la luz artificial zumbando débilmente sobre su cabeza. No sabía exactamente qué buscaba, pero sabía que había algo que no debía ver. Al final del pasillo, una puerta cerrada con un código de seguridad llamó su atención. Nadie lo había advertido, pero él reconoció las huellas de un sistema de seguridad avanzado. No era un área para visitantes. Esto era diferente.

Con cautela, tocó los números del código, con la esperanza de que el acceso no fuera tan complicado. Un par de intentos fallidos y, por fin, la puerta se abrió. Lo que vio al otro lado lo dejó sin aliento.

La sala estaba llena de equipos y monitores, pero en una esquina, observando con calma, había otros sujetos. Personas que no eran como Iris. Estos no se movían, no respiraban como ella lo hacía. Estaban conectados a máquinas, envueltos en cables y electrodos, sus cuerpos vacíos, sus rostros desfigurados en una mueca de sufrimiento eterno. Eran como muñecos rotos, objetos de prueba, pero sin vida, sin consciencia.

Ethan retrocedió, el aire en sus pulmones se volvió espeso. En ese momento entendió que Iris no era una excepción. Ella solo era el producto más exitoso de un proceso que había dejado atrás a cientos de víctimas. Todos esos "experimentos fallidos" habían sido eliminados, no porque no fueran útiles, sino porque eran demasiado... humanos. Demasiado imperfectos.

Sintió una mezcla de ira y miedo. Había caído en la trampa, en la promesa de una evolución, de un avance. Pero lo que veía allí no era progreso. Era horror. Y él, por supuesto, estaba a punto de ser parte de todo eso.

Rápidamente cerró la puerta, sintiendo el peso de lo que acababa de descubrir. Al darse vuelta para irse, chocó contra alguien.

—¿Qué estás haciendo aquí? —La voz era fría, autoritaria.

Era el Dr. Jacobs.

Ethan tragó saliva, intentando ocultar su nerviosismo. Sabía que no podía mentirle al hombre, no con el nivel de vigilancia que había en el lugar.

—Estaba... curioso —respondió, buscando una excusa—. No creí que fuera peligroso mirar algunas áreas más privadas.

El Dr. Jacobs lo observó, su mirada incisiva, como si pudiera leer cada pensamiento que pasaba por la cabeza de Ethan.

—La curiosidad puede ser peligrosa —dijo finalmente—. Le sugiero que se limite a lo que se le ha permitido. Hay cosas que es mejor no saber.

Ethan lo miró a los ojos, pero en su interior ya había tomado una decisión. Necesitaba salir de allí antes de que fuera demasiado tarde.




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