Ethan despertó en una habitación oscura, su mente nublada por la confusión. El dolor que había sentido durante la prueba se había disipado, pero una sensación extraña y nueva persistía en su interior. Sus manos temblaban ligeramente, como si algo dentro de él hubiera cambiado. Miró a su alrededor y vio las sombras de los monitores parpadeando a lo lejos. Estaba en una sala aislada, pero ya no estaba solo. Iris estaba allí, en un rincón, observándolo con una mirada seria.
—¿Qué me hicieron? —preguntó Ethan, su voz temblando, no solo por el dolor físico, sino por el miedo a lo que estaba ocurriendo en su interior.
Iris se acercó lentamente, su expresión grave.
—Te activaron, Ethan. Tu mente está comenzando a despertar, pero no sabes lo que eso significa. Estás conectando con la red del laboratorio. Estás viendo lo que ellos quieren que veas, pero también tienes acceso a lo que no te dicen.
Ethan no entendía. Los recuerdos del dolor seguían claros en su mente, pero lo que más le preocupaba ahora era esa sensación de estar conectado a algo mucho más grande que él.
—¿Y ahora qué? —preguntó, tratando de enfocar sus pensamientos. Era como si una corriente eléctrica corriera por su cuerpo, una energía desconocida que le era tanto aterradora como fascinante.
Iris suspiró, con los ojos llenos de una triste comprensión.
—Ahora, Ethan, tendrás que aprender a controlarlo. Lo que has experimentado no es solo una habilidad. Es una carga—una conexión con todo lo que este lugar representa. Lo bueno es que, si logras controlarlo, podrías cambiar las reglas. Lo malo es que el laboratorio nunca dejará que te vayas sin intentar sacarte lo que quieren.
Ethan sintió el peso de sus palabras. Había tomado una decisión que ya no podía deshacer. Ahora era parte de este sistema, de este experimento, y el precio era su libertad. Pero había algo más dentro de él. Algo que no podía ignorar: las voces, los pensamientos, las imágenes que parecían surgir de su mente. No solo los de Iris. Había otras, otras mentes que se conectaban con la suya, como ecos lejanos de otras personas, otras vidas que se entrelazaban con la suya.
—Voy a necesitar tu ayuda —dijo con determinación—. No puedo hacerlo solo.
Iris lo miró fijamente, su rostro suave pero marcado por una tristeza profunda.
—No estás solo, Ethan. Pero debemos actuar rápido. El tiempo se acaba.
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Editado: 05.05.2025