El sol es brillante y quema mi piel bronceandola como deseo, llevo puesto el traje de baño rojo que decidí usar el día que descubrí que no tenía oportunidad con Nick... Parecieran siglos desde que sucedió todo.
Dos días de sol constante han puesto mi piel un poco más bronceada y mis cabellos un poco más rubio. Estiró mi cuerpo sobre las maderas del muelle de la casa del lago de mi abuela, no hemos terminado de volver a este lugar cuando ya debemos irnos, este es el último día del verano. Mañana tendremos que regresar a casa y a la vida normal, aunque ninguno de nosotros seamos normales.
Noah me da una pequeña nalgada al sentarse a mi lado, apoyo los codos en la madera para levantarme de un respingo. Mi madre no está muy cómoda con nuestra relación, afirma que mi edad es de dieciséis años, que no soy ninguna princesa y que no me tuvo nueve meses en su vientre para que estuviera negando ser su hija. Así que sí, seguimos sin saber quién es el heredero perdido, quizás esté muerto, quizás mi abuela lo dió en adopción, nunca sabremos.
—¿Qué piensas? —Un dedo de Noah recorre mi espalda quitando el bronceador en su camino.
—No puedo dejar de pensar quien es el heredero perdido.
Un suspiro se escapa de mis labios.
—Volvimos a la tierra, Mariposa. Deja que tu mente vuelva con nosotros ¿Sí? —Se acerca a mi rostro, pero no deposita un beso en mi mejilla como pensaba. Mordisquea mi oreja haciendo que haga un sonido similar al ronroneo de un gato.
Desde que no tenemos un mundo de peligro, la realeza y todo lo que ocupaba nuestras mentes días atrás, el acercamiento físico ha ido en creciente y es algo que me vuelve loca.
—A mamá no le gustará esto si te ve.
Su silencio dice que rueda los ojos.
—Antes tu madre me amaba, ahora parece un sabueso en busca de mis defectos.
—Eres cuatro años mayor que yo, eso la inquieta.
—Ah, los problemas de ser un sugar daddy.
De mis labios brota una risa que no puedo controlar. El sonríe sabiendo que logró su cometido.
—Volveré adentro, no te expongas mucho al sol, eso hace daño en la piel.
Se levanta y camina a mi lado, lleva bermudas y una camisa ligera por el calor, el clima en este lugar no tiene mucho sentido.
—Si, daddy, como usted diga —suelto con una voz de niña, al finalizar la frase me río como loca.
Noah me ve extraño pero se ríe igual, se aleja y se pierde dentro de la casa.
Me quedo un tiempo más a solas, recordar todo lo vivido siempre me oprime el pecho. Parece que todo fue una vida atrás y no solo tres meses.
A pesar de que las clases empezaron ya hace unos días, nos quedamos un tiempo más en el pueblo, mi madre afirma que debemos curar el alma antes de volver a casa nuevamente.
Me levanto del muelle con la piel sensible y colorada. Camino a paso ligero por todo el recorrido hasta llegar a la entrada de la casa, mi madre me espera sentada en una silla con los brazos cruzados. He estado intentando evitarla lo más que pueda, aunque Lussy fue rápida para perdonaría yo no.
Noto que el paso de los años y la preocupación han dejado huellas en ella, se ve un poco mayor de como la dejé hace meses.
—No puedes evitarme por siempre, y aunque me parezca maduro que no me hayas gritado y reprochado, necesitamos hablar.
Intento pasar por su lado, pero con un simple movimiento estira su brazo y toma el mío para inmovilizarme.
—¿Me vas a explicar el por qué me hiciste venir aquí? Está claro que sabías que todo esto iba a suceder, estaba claro que tú también sospechabas que yo era la princesa.
Un suspiro se escapa de sus labios y me observa con ojos brillosos, asiente con la cabeza y a regañadientes me siento en la escalera que acababa de subir hace unos instantes. Le doy la espalda, aún me cuesta verle al rostro.
—Cuentame, no tengo todo el día—gruño bruscamente.
Se escucha el sonido de roce de la tela con el material de la silla donde estaba sentada, se levanta y se sienta a mi lado, no me quiere dar tregua ante está situación.
Por frente a sol se posa una nube gris que hace que el lugar se nuble un poco, dándole un ambiente más tétrico a la asunto.
Escucho un chasquido de su lengua, parece no encontrar las palabras adecuadas.
—No fue fácil para mi, hija. Te crié, te ví crecer, pero todo con el conocimiento que tenía que dejarte ir cuado cumplieras dieciséis. Creo que ya te explicaron que a esa edad es que desarrollan sus dones y...
—¿Y no lo podías evitar? ¿No podías oponerte a que "me llevarán"? Porque si no sabes, no fui llevada por nadie, fui obligada a ir por querer desterrar a un demonio.
—No podría oponerme, cuando tienes una hija que tiene sangre de otra raza, estás consiente que no puede quedarse aquí, no sé porque no te buscaron. Pero es lo que hacen.
—¿Creías que era la princesa?
Toma un poco de aire.
—¿Cómo iba a creer eso? Me hicieron una cesárea, ¿Sabes? No es muy bonita la cicatriz que tengo por ti. —Suelta el aire exasperada—. Lo siento por hacerlas sentir abandonadas, pero algo dentro de mi me hizo sentir que regresarían. Tuve mucho miedo de que te pasara algo malo, en el momento en que llegue, Roxane me habló sobre un demonio.
—Ah, si. Amiel.
—Pues eso no me lo dijo tu abuela.
—¿Roxane sabía que eso le pasaría a sus hijos? —pregunto recordando la tristeza en el rostro de Noah al pensar en su madre.
—Si, ella sabía lo mismo que yo, solo que ella no es muy unida a sus hijos, siempre me lo ha dicho.
Me quedo callada y pensativa por un momento, tengo la mente hecha un desastre. Otra pregunta sale sin contención.
—¿Por qué no te llevaron a ti? Es decir, eres hija de un arauzys ¿No?
—Tu abuela era una prófuga, yo nací sin don, es muy normal que ls descendencia de una humana y un hombre de raza pura no tenga don. Es extraño que tú si tengas —Explica mientras se rasca la cabeza.
—¿Cómo supieron que tenía don? —Hay muchas cosas que no me terminan de encajar.