El sonido del reloj me estresa un poco. No he podido volver a dormir, cada centímetro de mi cuerpo está alerta.
Die está sentado a mi lado observando el fuego crepitar, sus pestañas blancas abaniquean en sus mejillas.
—Estuvo allí —digo apenas audiblemente.
Puedo sentir su mirada fija en mi, esperando en silencio que le cuente todo lo que sé.
—Me prometió que me buscaría —susurro—. Luego desapareció y desperté. Pensé que podría durar más el efecto, pensé...
—Me alegra que se hayan visto. —Me da una sonrisa de labios apretados.
—Es el heredero al trono de Novakwies.
Sus ojos se hacen más grandes mientras me observa. Se levanta y finge que no es importante lo que acabo de decir, toma leña y la pone en el fuego. El silencio se prolonga, él se levanta del piso y se acuesta en el sofá cama, deja un espacio a su lado para que me acueste, y me da la espalda.
Me acuesto a su lado, él no es tan caliente como Noah, al contrario, el aire a su lado es muy frío, tanto que me hace tiritar a pesar del fuego de la chimenea que está semi destruida. Mis dientes empiezan a chocar entre sí.
—¿Qué sucede? —Se gira hacía mí.
—Tengo frío.
A pesar de que me rodea con sus brazos mi temperatura parece seguir bajando cada vez más. Die se vuelve loco, mis estremidades empiezan a temblar descontroladamente, aunque intente pararlo. Me pone manta tras manta pero nada sucede.
Desesperado lo veo levantarse del sofá y sacar de su bota una daga, por un momento me asusto pero lo veo marcar algo en su piel con ella y sus ojos se vuelven a poner naranjas al igual que su cabello.
—Cre... Creo que te g-gustan los poderes i-innifus... —Intento decir pero mis palabras salen cortadas.
Sonríe y se coloca a mi lado nuevamente, su cuerpo ahora es caliente, más o igual que el de Noah, pero aún así no me caliento y me temperatura va en decadencia.
Lo veo poner sus manos en su cabeza a manera de rendición, intento distraerme pensando en cualquier cosa pero mi ritmo cardíaco empieza a desender.
Mi respiración se vuelve más lenta a cada latido y mis ojos se empiezan a cerrar.
—No, no, no, Zoey. No puede ser ¿Qué te está pasando?
El miedo se instala en mi cerebro y entonces se me ocurre. Esto debe ser obra de Amiel, las princesas me deben estar matando. Intento luchar por no dormirme, pero es imposible, la hipotermia me gana y tan rápido como un suspiro me quedo dormida. Mi corazón se detiene y nada más suena a mi al rededor.
Por unos segundos todo es oscuro hasta que frente a mi se encuentra una luz, un pasillo oscuro se abre paso ante mi.
Camino por la oscuridad siguiendo la luz cuál polilla, hasta que escucho algo. Una voz, la voz de Die me saca de mi trance y me hace despertar viendo lo que estoy haciendo. Podría cruzar a la luz y acabar con todo, un final simple y sin dolor, pero entonces no sabría que sucede en mi vida.
Doy media vuelta y empiezo a seguir la voz que me llama, comienzo a sentir mi cuerpo otra vez, muy poco pero lo hago y siento como mi pecho es comprimido constantemente con los intentos de reanimarme. La nada absoluta se transforma en mi cuerpo otra vez, siento como mis pulmones se llenan de aire y un suspiro se escapa de los labios de Die.
—Oh Dios mío, estás bien... Despertaste. —Me abraza.
Abro los ojos y noto que está llorando.
—¿Qué... Sucedió? —Las palabras salen con dificultad.
—Moriste —se le quiebra la voz.
Intento asimilar todo mientras tomo un poco de aire, sus cabellos siguen naranjas y sus ojos también, el calor que emana su cuerpo ahora sí me calienta pero muy lentamente.
—Tengo una idea para calentarte... Pero no sé si te parezca correcto.
Su rostro se sonroja.
—¿Cu-cual es tu idea?
—Yo... Me quitare la camisa y tu... Tendrás que hacer lo mismo. —Se sonroja y explica rápidamente —. El calor de mi cuerpo llegará más rápido a ti, podré aumentar el calor y te calentarlas más rápido.
Me río, su idea es aunque un poco acertada, también es fuera de lugar. Empiezo a quitarme la camisa y el me observa.
—N-no m-me veas.
Gira su rostro hacia otro lugar y se quita la suya.
—Ci-cierra los o-ojo —Las palabras aún me salen cortadas y el frío hiela mis huesos, por eso acepte su idea.
Cuando observo que cierra los ojos, me pegó a él. El contraste de mi cuerpo helado unido a su piel caliente me hace dar un respingo, ríe un poco.
La situación es un poco incómoda, termina dándome risa. Aunque tengo mis senos pegado a su pecho la tensión sexual no existe y es lo que me agrada de Die, su simpleza y que aunque de momentos demuestra sentimientos hacia mi, en una situación así, solo piensa en mi bienestar.
Me acomodo sobre él, rodea mi cintura con sus brazos y nos cubre con una manta. Es un poco incómodo pero está funcionando, mi cuerpo deja los espasmos de frío que me provocó ¿La muerte?
No había querido pensar en lo sucedido, pero recuerdo como me iba y Die me regreso, si no fuera por él...
«—Vamos, Die. Controlate».
—¿Dijiste algo? —pregunto.
Su mirada estaba perdida en la nada y la direge hacía mi, sus ojos son brillantes y naranjas aun. Un mechon de cabello naranja cae en su frente. Niega con la cabeza y vuelve a perder su mirada en la nada.
«—Tiene novio, la está buscando. Tu solo debes protegerá... ¿Me está mirando? Piensa con la mente y no con el cuerpo».
—Te estoy escuchando, Die. ¿Qué tanto te cuestionas? —digo malhumorada.
El abre bien sus ojos y sus mejillas empiezan a tornarse del color de su cabello y ojos.
—¿Qué... Qué escuchaste? No he dicho nada.
Frunzo el ceño.
—Bueno, dijiste que debes controlarte... ¿Pasa algo ahí no abajo? —pregunto burlonamente .
—Yo no lo dije, lo pensé.
—Yo no leo mentes, Die.
Se queda callado por un momento y vuelve a hablar.
—Hagamos un experimento, pensaré en algo y me dirás qué dije ¿Okay?