Mi cabello está pegado a mi rostro por el sudor, mis manos agarran con fuerza las sábanas de la cama. Mi sueño es claro y vivido, otra vez en el palacio, pero está vez soy una mujer con un enorme vientre, la madre de Noah. Corre por todos lados del palacio huyendo de algo, el terror que siento es palpable. Sus pies tropiezan un poco por un momento y casi cae.
—Detente madre, no hay a dónde más huir.
La voz del pequeño príncipe me sobre salta, puedo notar dónde estamos, el jardín principal.
Despierto en cuanto aparece el rey. Unas manos fuertes sostienen mis hombros contra la cama y un peso está en mis piernas, Die está sentado sobre mi a horcajadas. Siento mi piel pegajosa en sus manos, se desploma a mi lado cansado.
Suspira fuerte.
—Eres fuerte mientras sueñas —susurra.
—¿Cómo supiste que estaba soñando algo?
—Gritabas una y otra vez y cito: “La mataste” —Acaricia mi rostro—. ¿A quién mataron?
Trago saliva fuertemente y lo observo.
—A la reina.
Da una respiración fuerte y sale de la cama, también del cuarto.
Por unos minutos me quedo completamente solo llena de confusión, ¿Por qué sigo soñando esto? ¿No se supone que ya sabemos quién mató al rey y la reina? ¿No se supone que Noah es el principe? Ya nada de esto importa.
La luz de la luna entra a raudales por la ventana iluminando parcialmente la habitación, Die entra con una bandeja en su mano derecha y un vaso con leche en la izquierda. No había notado pero sus brazos y espalda están plagados de tatuajes.
Se sienta a mi lado y me entrega el vaso y puedo ver qué trae en la bandeja, galletas.
—¿De dónde las sacaste? —pregunto tomando una galleta.
Remojo la galleta en la leche y la llevo a la boca en unos segundos. Saboreo el dulce. Die hace lo mismo y toma una galleta, en mi vaso remoja la suya.
Observa detenidamente a la ventana y se acerca a ella misteriosamente. Es tan misterioso, pero al mismo tiempo es un libro abierto.
—¿Qué vez? —Me acerco con dos galletas en la mano y mi vaso.
No obtengo respuesta, está tan sumido en lo que ve que me hace reflexionar a mi. Últimamente no me gusta pensar mucho, eso me duele un poco.
—¿Haz pensado que quizás puedes sintonizar tus sueños?
—¿Sintonizarlos?
—Si, como una radio antigua, de esas que tienes que girar una perilla para sintonizar la emisora. Quizás tus sueños puedes sintonizarlos, unirlos, puede ser algo más poderoso... ¿No crees?
Sus ojos grises me observan detenidamente, suspicaces e inteligentes.
—Quizas... No lo había pensado, pero ¿Cómo?
Lo piensa un poco antes de responder.
—Los dones son como un músculo, mientras más los ejercitas, mejor y más poderosos podrían ser. Es como leer mentes, no lo prácticaste más y ahora no lo haces.
Me besa la mejilla un poco cerca de los labios, sale por la puerta de la habitación dejándome consternada y confundida.
Me acuesto a dormir y no vuelvo a soñar. Despierto cuando los rayos del sol brillan en lo alto, un pájaro empieza a cantar en mi ventana despertándome más rápido.
Mis cabellos despeinados se pegan a mi rostro y un hilo de saliva cae por mis labios, bostezo y me estiro, le lanzo un zapato al pájaro que no dejaba de cantar, salió volando por la ventana. Un grito me desperezó totalmente y me asomo por la ventana, un Die con cara de molesto mira hacia mi.
El zapato le golpeó la cabeza mientras ¿Hace jardinería? Bajo las escaleras luego de quitarme la pijama, la mañana está tranquila y fresca con un sol brillante en lo alto del cielo, las nubes se mueven, los pájaros cantan, la brisa fresca golpea el móvil que cuelga a un lado de la casa y Die al parecer hace jardinería.
Levanta la vista hacia mi, veo que está sacando algo de la tierra, tiene algunas raíces y hojas apiladas a un lado. Sus manos se ven llenas de tierra, está sin camisa y otra vez puedo ver más claramente sus tatuajes.
—No habia notado que tuvieras tantos tatuajes.
—No suelo andar sin camisa. —Se encoge de hombros.
—¿Qué es esto? —pregunto sentándome a su lado.
Termina de cortar unas hojas de una planta y se sienta a mi lado, tiene una pila bastante grande a su lado y se nota sudado y un poco sucio.
—Estas hojas y raíces sirven para hacer algo así como pociones, son repotenciadores de dones, pero lo que quiero hacer ahora es uno que te ayude a dormir más profundo.
—¿Para que ya no sueñe?
—Al contrario. —Se rasca un ojo—. Debes dormir más profundo para llegar a lo que buscamos.
—¿Qué buscamos?
Me observa como si fuera tonta.
—Dijiste que tengo una semana antes de irnos a Novakwies, además de conquistarte debo buscar la manera de encontrar nuestras enemigas. Lo más fácil es a través de tus sueños.
Trago saliva nerviosa, no me gusta pensar en estar otra vez a merced de Amiel otra vez, el dormir demasiado me causa un poco de estrés, no saber si estoy en la vida real o en una ilusión es lo peor que he vivido y no quisiera volverlo a vivir.
Acaricia mi mejilla y me trae a la realidad, sus ojos grises me observan fijamente.
—Si supiera que no es seguro para ti no te pediría que lo hicieras, pero si pasa algo sé que puedo traerte de vuelta.
Susurra mientras me abraza. Sonrío para tranquilizarlo, mi miedo se disipa un poco.
Se levanta, toma las raíces y las hojas. Lo sigo a través de la casa hasta la cocina, observo como pica las raíces, corta las hojas y las coloca en una olla con agua para que hiervan, pone una tapa y se sienta frente a mi.
—¿Qué quieres comer?
—¿Galletas?
Sonríe dulcemente y abre la alacena, de esta saca un frasco muy grande con una variedad de galletas, casa una de un color diferente, lo coloca frente a mi junto con un vaso igual al de la madrugada, con leche.
Se sirve uno igual y se mete varias galletas a la boca inflandose los cachetes, parece una ardilla. Hago lo mismo para hacerle burla pero me sale mal, la leche se chorrea por mi barbilla mientras me muero de la risa, pero rápidamente dejo de reír, un vacío en mi pecho me hace sentir que pierdo algo valioso. Debo volver pronto a la otra dimensión, algo anda mal con Lussy, no lo había sentido hasta ahora.