Existió alguna vez, en algún lugar, una joven muy hermosa. Su nombre era Paulina, era hermosa tanto en su apariencia externa como en el fondo de su corazón, encantaba y llenaba de júbilo a quienes la conocían, su voz y su sonrisa alegraba a aquellos que la escuchaban y sus encantos femeninos hacia que muchos chicos se enamoraran rápidamente de ella.
Existió en aquel lugar un joven llamado Ernesto, quien era guapo, inteligente y agradable, sentía por Paulina un gran amor e intento conquistar su corazón durante mucho tiempo.
En aquel mismo lugar había también otro joven llamado Federico, quien al igual que Ernesto, se encontraba profundamente enamorado de la joven Paulina y de igual manera trataba constantemente de llegar a su corazón y ahí hospedarse para siempre.
Paulina quería mucho a ambos jóvenes y no quería herirlos, era atenta y cariñosa con ellos pero nunca intento darles esperanzas falsas a ninguno.
Los jóvenes se veían como rivales y sentían un secreto rencor el uno por el otro. Ambos jóvenes eran virtuoso músicos y cierto día decidieron crear una pieza musical en honor al amor de sus vidas, cada uno utilizo sus habilidades para componer con maestría una joya musical que encantara a la joven.
Llegado el día del cumpleaños número 20 de Paulina, Ernesto y Federico llegaron a puertas de su casa y se miraron con furia al ver que ambos habían elegido el mismo día y la misma hora para presentar a su amada la obra de su composición que mostraba el profundo afecto que cada uno le tenían.
Como ambos eran caballeros y no querían dar una mala imagen ante la casa de su amada resolvieron que ninguno de ellos tenía más derecho que el otro a estar en aquel lugar y presentar su pieza musical a la joven niña que tanto amaban. Así que eligieron lanzar al aire una moneda y aquel que fuera favorecido por la dama de la suerte seria quien tuviera la oportunidad de ser el primero en mostrar a Paulina su obra musical.
La fortuna se mostró favorable para Federico, quién no perdió tiempo ni oportunidad para desenfundar su chelo y al son de su instrumento comenzó a interpretar una pieza tan conmovedora y hermosa que hizo que muchas personas se acercaran a escuchar la hermosa melodía que expresaba en forma magistral los sentimientos más nobles y puros que el joven Federico albergaba en su corazón.
Paulina se asomó a su ventana y contemplo con los ojos inundados en lágrimas al chico que tocaba con tanto sentimiento aquello que su corazón sentía cuando veía a aquella hermosa joven.
La canción del joven Federico enfatizaba la belleza física con la que Dios había bendecido a Paulina. Cantaba en forma armónica y sin palabras como su cabello, su rostro y su cuerpo hacían que los ríos, los prados y los montes envidiaran sus cualidades y belleza. Las personas de aquel lugar jamás escucharon antes ni después una forma tan magnífica de cantar lo hermosa que era una mujer a los ojos de su enamorado.
La canción de Federico acabo entre un estruendo de aplausos y vítores ante tan magnífica composición y Paulina no pudo articular palabra alguna que expresara el encanto y gratitud que sentía en ese momento por el joven Federico.
En silencio y con calma aunque movido por una furia celosa, el joven Ernesto saco de su estuche su violín y tras unos pocos segundos en los que el público cercano guardo un silencio lleno de expectativa, Ernesto comenzó a tocar las notas de su pieza.
Un estremecimiento general se hiso sentir entre la multitud pero en forma especial en la joven Paulina al escuchar la forma en que Ernesto interpretaba una de las más conmovedoras melodías que el publico hubiese escuchado en sus vidas.
Ernesto interpretaba en forma incomparable un himno que cantaba lo hermoso de los sentimientos de Paulina. Las notas del violín no dejaban de mostrar y enfatizar el cariño con el que la joven trataba a aquellos que se encontraban a su alrededor, enaltecía sus virtudes de compasión, caridad y entrega a aquellos que más lo necesitaban y hacia que todos los que escuchaban esas notas se sintieran dichosos de conocer a una persona que era capaz de poseer y expresar tales virtudes y sentimientos.
El corazón de Paulina latía en forma única mientras que las lágrimas seguían brotando cual torrentes de sus claros ojos llenos de gratitud ante los acordes que emitía en forma majestuosa aquella pieza musical.
Al terminar de interpretan sus últimas notas un estruendo idéntico al que se había escuchado al término de la primer interpretación rompió el breve silencio que no duro más de un segundo después de finalizada aquella magnífica interpretación.
Las personas que escuchaban aquellas notas no podían creer que existieran melodías que fueran capaces de transmitir sin palabras y de forma que todos pudieran comprender que hablaban de los sentimientos y la belleza que una joven poseía y como estos despertaban en esos dos jóvenes hombres tal adoración e inspiradoras armonías para crear una obra tal que enamorara incluso a aquellos de corazón más duro.