En las frías calles de una gran ciudad caminaba una niña no mayor de 13 años, tenía el cabello rubio y sus ojos eran de un hermoso tono azul, tenía la piel blanca y a causa del frio esta se empezaba a teñir de un sutil tono rojizo. Su ropa era sencilla e iba vestida según la temporada invernal, lo bastante abrigada para soportar las bajas temperaturas provocadas por la nevada de la noche anterior, la cual había dejado tras de sí una estela blanca que cubría toda la ciudad.
Era la mañana del 23 de diciembre y la pequeña vagaba sin rumbo por las calles buscando algún regalo que darle a su madre y sus hermanos en la noche buena. No tenía mucho dinero y tampoco tenía una idea clara de que podría obsequiarles a su madre y a sus dos hermanos más pequeños, la situación no había sido muy favorable desde que hacía ya un año su padre había muerto justamente la noche del 24 de diciembre cuando un accidente en carretera ocasionado por una nevada había causado su muerte. Desde entonces la pequeña no veía con mucha alegría esas fechas, a diferencia de sus amigos quienes esperaban todo el año para recibir obsequios, cenar una rica comida casera en casa de los abuelos y compartir con su familia aquella celebración tan especia que los medios de comunicación no dejaban de exaltar.
Pese a la difícil situación que vivían, su madre había insistido en celebrar la navidad e intentar disfrutar esas fechas como si su esposo aun viviera, ella pensaba en sus pequeños niños que no contaban con más de cinco y siete años y que para ellos la navidad representaba una época de alegría y paz y aun cuando para ella y su hija mayor era muy doloroso no tener a su compañero consigo, no quería que sus hijos perdieran las ilusiones y esperanzas que tan tiernamente les causaba celebrar la navidad.
La pequeña niña veía los aparadores y no paraba de reprocharse el intentar celebrar una fiesta que esta supuesta a ser la más feliz del año cuando ella sentía tal dolor a causa de la pérdida de su papito, sentía que era una hipócrita fingiendo que todo estaba bien cuando en realidad se sentía morir por dentro y sentía que estaba cometiendo una traición hacia el cariño que tenía por sus padre al tener que celebrar esa fecha sin que él los acompañara.
Entro en una tienda departamental donde todos los empleados usaban gorras rojas y saludaban a todos los compradores que entraban con una sonrisa y un saludo prefabricado que intentaba sonar amistoso, pero no lograba dejar de ser repetitivo y algo cansado a estas alturas para la niña quien no quería saber ya nada más acerca de la navidad. Eligio comprar para sus hermanitos unos coches de juguete que aun cuando se anunciaban con un descuento generoso a causa de las fechas seguían siendo sumamente costosos. Al salir de la tienda vio que un hombre vestido de santa Claus se encontraba sentado en una prominente silla frente a la cual se formaban numerosos niños acompañados de sus madres para sentarse en su regazo diciéndole a aquel hombre lo que querían que les obsequiara.
Pudo notar como las madres de aquellos pequeños tenían un semblante de desesperación ante la larga espera que tenían por delante solo con tal de complacer a sus hijos los cuales no paraban de gritar, llorar o discutir con otros niños acerca de que era lo que querían y quien era quien más lo merecía. La niña no pudo menos que sentir pena por las mujeres que no tenían otra opción más que complacer a sus hijos y tampoco pudo evitar sentir un fuerte desagrado asía las personas que fomentaban ese ritual enajenante de rendirle culto al hombre vestido de rojo, que en su opinión no era más que el símbolo viviente del consumismo y el materialismo navideños.
Siguió caminando por las heladas calles y sin darse cuenta doblo en una esquina equivocada y termino frete a un grupo de vagabundos que intentaban calentarse al fuego de una improvisada fogata la cual se empeñaban en mantener viva arrojando periódicos y cuantos papeles secos podían rescatar de los contenedores de basura. Sin duda era un espectáculo deprimente y contrastante con la imagen que hacía apenas pocos minutos acababa de ver en la tienda donde todos los ahí presentes derrochaban el dinero a diestra y siniestra.
De pronto uno de los hombres que intentaba mantener viva la llama con la que trataban de calentarse se percato de la presencia de la joven y se acerco a ella. La niña sintió miedo y estuvo a punto de correr, pero el hombre pudo notar la reacción que había provocado en ella y se detuvo, le dirigió una cálida sonrisa y le dijo con voz amistosa ¨Feliz navidad¨. Luego con un tono humilde y sincero le pregunto si no tendría algo que pudiera darles para ayudarlos. La niña aun con cierto miedo pero igualmente movida por la compasión y la sinceridad de aquel hombre extendió unas pocas monedas y el boletín de ofertas que le había entregado en la tienda departamental para que pudieran mantener viva la fogata un rato más. El hombre agradeció a la muchacha con un ¨que Dios te bendiga pequeña y que tengas feliz navidad¨, luego volvió al pequeño grupo donde otro hombre y una mujer seguían intentando mantenerse calientes con la improvisada y raquítica fogata.