Fue así que por fin todo termino, teniendo un desenlace inesperado para todos, pero que aun así, sabían que era el correcto.
De esta forma el joven escritor coloco el punto final a su obra. Se quito los lentes un momento y con una sonrisa de aprobación, contemplo su trabajo terminado, reviso rápidamente todas las páginas de su historia y recordó con alegría y satisfacción cada momento mientras escribía los párrafos y diálogos de la historia que tras varias semanas de trabajo por fin terminaba.
Aun con la sonrisa en el rostro y lleno de la satisfacción que da el culminara un trabajo bien hecho y hecho con el corazón el joven volteo y observo el Cristo que ya hacia colgado en su pared. Volvió a colocarse los anteojos en el rostro y le dirigió una sonrisa profunda a la imagen del crucificado, la cual parecía regresarle la sonrisa.
Después de de tanto tiempo escribiendo su recién terminada obra no pudo evitar pensar en todo el trabajo que había representado crear todo aquel cosmos donde sus personajes se desarrollaban y atravesaban por las múltiples situaciones que él les había planteado, pensó en cómo fue desarrollando la psique de cada personaje así como el proceso de maduración que cada uno de ellos había ido teniendo a lo largo de la historia y como los mismos personajes habían comenzado a tomar sus propias decisiones. Había sido una ardua y compleja labor escribir aquella historia, pero aun así había sido muy satisfactorio hacerlo y no pudo evitar pensar que posiblemente Dios se sentía igual cada vez que una historia concluía en la tierra.
Después de todo, ser escritor es jugar a ser Dios por un rato, es dejar volar nuestra imaginación y crear de la nada cientos de mundos, personajes y circunstancias. Es como aquel niño que tomando el estetoscopio de su padre, que es doctor, comienza a escuchar los latidos del corazón de sus ficticios pacientes y a fingir darles una receta para aliviar sus males, o como la niña que tomando entre sus brazos a su muñeca, juega a imitar los cuidados amorosos de su madre y así como la gran mayoría de los niños dicen a sus padres en alguna ocasión, yo voy a ser como tu cuando sea grande, así mismo el escritor juega a fungir la labor de su padre celestial.
Para Dios debe ser igual de divertido y enorgullecedor el ver como sus hijos tienden su mente y corazón a las múltiples formas que ha puesto a nuestra disposición para expresarnos y crear así como él miles de historias, sinfonías, imágenes y circunstancias fantásticas y maravillosas.
¨Escribir, así como cualquier forma de expresión artística, entrega un tesoro personal que tendrá un valor particular para aquel que sepa apreciarlo.¨
EL PALADÍ