°CONOCIDOS°
El hombre descendió de su caballo y se acercó a Jasmine, dejando las riendas sueltas. Por un momento, quedó hechizado por sus ojos grises, que brillaban con una alegría inesperada, y una sonrisa indescriptible y contagiosa iluminaba su rostro. A pesar de la lluvia que caía a su alrededor, Jasmine parecía irradiar luz, incluso envuelta en un vestido gris que se confundía con el paisaje.
Sin embargo, los pocos segundos de tregua que Jasmine se permitió de disfrutar y olvidarse de lo que acaba de escapar, fueron suficientes para que su cuerpo recordara su debilidad. Los años de malnutrición y el agotamiento por la huida la alcanzaron de golpe. Su cabeza empezó a dar vueltas, sus rodillas temblaron, y antes de que pudiera reaccionar, su cuerpo colapsó. El hombre que ya estaba muy cerca, se sorprendió y logró atraparla antes de que tocara el suelo.
—¡Oiga! ¡Reaccione, por favor!—exclamó con urgencia, pero no hubo respuesta.
Observó a la mujer en sus brazos detenidamente mientras la sostenía. Su piel, demasiado pálida, contrastaba con los ojos hundidos por el cansancio y las grises sombras que la ordeaban. Era evidente que no había comido ni dormido bien en mucho tiempo, y su cuerpo, aunque delgado, mostraba signos de haber sido maltratado. Las manos marcadas por cicatrices y las manchas sucias y desgastantes en su ropa, que alguna vez debió ser clara, contaban una historia que no podía ignorar. ¿Quién era esta mujer? ¿Por qué estaba sola en sus tierras, y en ese estado?
No podía dejarla allí, era demasiado vunerable para ignorar a una persona en ese estado. Cualquier hombre de corazón habría hecho lo mismo, se dijo, pero en el fondo sabía que había algo más. Quizás era la mezcla de curiosidad y compasión, o el instinto de salvar a alguien tan indefenso.
Decidido, la alzó en brazos y comenzó el camino de regreso a su mansión. Cuando los criados lo vieron llegar, se preguntaron quién era la joven que llevaba en brazos, ya que cuando su amo había salido a recorrer las tierras, estaba solo.
Pero nadie se atrevio a preguntarle.
—¡Clementina!—llamó el hombre, y cuando la mujer apareció le ordeno—. Lleva alcohol, algodón y agua a mi habitación.
—Sí, mi Lord—respondió Clementina, desapareciendo rápidamente.
Harvey la llevó a su habitación y, con cuidado, la recostó en su cama. Podía sentir la fragilidad de su cuerpo bajo el peso de su ropa mojada. Al verla más de cerca, notó pequeños moretones en sus brazos y los labios agrietados por deshidratación. Era evidente que esta mujer había pasado por un infierno antes de llegar hasta aquí.
Cuando Clementina llego, le ordenó cambiar de ropa a la mujer, lo primero era evitar que se enfriara más. En cuanto termino, Harvey se apresuro a intentar despertarla, acercó algodón mojado con alcohol a la nariz de Jasmine, pero no desperto. Esto quería decir que no era un simple desmayo, era un colapso. Por lo tanto ella reaccionaría en cuanto su cuerpo recuperara fuerzas.
---¿Ya esta lista el agua caliente?---preguntó a la criada que aún estaba atenta.
---Si.
Entonces Harvey vio la urgencia de calentar el cuerpo y descartar una hipotermia. Jasmine respiraba lentamente y buscaba inconciente reunir calor. Harvey suspiró cansado y alzó su cuerpo, aún con pijama, decidio meter a Jasmine en una bañera con agua caliente.
---Clementina, asegurate de sujetar la cabeza de la joven.
Harvey decidió actuar por su cuenta y limpiar las heridas visibles con cuidado. Tomó un paño limpio y lo empapó en agua tibia, limpiando suavemente la suciedad y el sudor de su rostro. Cada marca y cicatriz lo hacía preguntarse qué clase de vida había llevado. ¿Era una campesina que había sufrido en silencio? ¿O algo más siniestro había ocurrido? Su curiosidad aumentaba con cada hallazgo.
Mientras limpiaba las heridas abiertas en sus brazos y palmas, sus sospechas comenzaron a tomar forma. Algo en su apariencia, en cómo la había encontrado, no encajaba con la idea de una simple mujer perdida, una mujer común no estaría tan maltratada, estaba claro que hubo un tiempo prolongado de abusos al ver viejas cicatrices. Pero, ¿qué podía hacer ahora? Necesitaba respuestas, pero primero, tenía que asegurarse de que estuviera fuera de peligro.
La criada también tenía muchas preguntas, veía como su señor atendía con cuidado a la joven. Ignorando detalles que se debían evitar por privacidad. Pero aún así se mantuvo callada.
Después que el agua perdiera temperatura, ella se aseguro de cambiar de ropa a Jasmine y mientras tanto Harvey salio de la habitación. También debía cambiarse de ropa y llamar a otras criadas para que encendieran la chimenea y trajeran mantas más acolchonadas.
---Ya esta listo señor---le aviso su sirvienta cuando lo vio salir de su habitación con otra muda de ropa puesta.
Harvey se dirigio otra vez en donde esa joven descansaba. Y durante todas esa horas, las preguntas no paraban de resurgir en su mente ¿Acaso habia alguien que esclavizo de ella? Si fuera así, solo un noble tendría el dinero y el poder suficiente de hacer eso sin antes ser denunciado.
Cuando estuvo a punto de llegar, su tía Lady Estela apareció en el pasillo, captando la atención de Harvey.
—Oh, Harvey, ¿por qué esa cara? ¿Ocurrió algo?—preguntó al ver la expresión de su sobrino--- Hace rato escuche una conmoción por alguien a quien trajiste ¿Hubo algún accidente?
—No, tía. Solo ayudé a una joven que se desmayó—respondió, queriendo cortar ahi la conversación e ir con presura a atender a su paciente.
Pero su tía insistio y lo siguio.
—¿De quién se trata? ¿Está en esa habitación?—inquirió Lady Estela, señalando la puerta con su abanico. Sin esperar respuesta, se apresuró a entrar.
—Tía, no… por favor—intentó detenerla Harvey, pero la dama ya había llegado a adentrarse y no tardo en acercarse a mujer que estaba acostada, observando a una Jasmine aún inconsciente. Lady Estela entreabrió la boca y sus cejas se alzaron con sorpresa.