Esta vez si me pase, perdón por el capitulo extra largo, de verdad :*(
°CADAVER VIVO°
El clima templado de esa tarde parecía conspirar para que el ambiente se tornara engañosamente apacible. Jasmine había pasado el siguiente día entero con Lady Estela, quien, lejos de mostrarse autoritaria o impaciente, le ofrecía compañía constante y refinada. Demasiado constante. La vigilaba con la cortesía de una dama, pero con la mirada de un halcón.
Primero fue una caminata por los jardines. Luego, una charla sobre la historia de la familia Baden. Y después, sin previo aviso, la llevó a una sala blanca y pequeña, con luz filtrada por cortinas de encaje, donde le ofreció un bastidor, hilos y un juego de agujas.
—Espero que no te parezca tedioso. Bordar puede ser muy relajante, querida —dijo Estela con suavidad.—Aunque a las jovencitas de tu edad normalmente disfrutan de otras actividades, espero que acompañarme no te este resultando molesto...
—Oh, no diga eso mi lady. Es más bien un honor poder tener un poco de su tiempo, aprecio poder aprender más gracias a usted—Jasmine se apresuró a aclarar eso. Aunque realmente sí estaba cansada mentalmente, pero debía actuar bien para que la vigilancia de estas personas menguara un poco.
—Gracias por decirlo así, querida—Estela sonrío con gratitud pero no perdío percibir la falta de sinceridad en aquellas palabras. Después de todo era una veterana tratando en esta sociedad.
Jasmine asintió. Sus dedos torpes se movieron con prudencia. Sabía bordar. No por gusto o costumbre, sino porque alguna vez lo hizo por obligación. Y en ese instante, mientras la aguja pasaba y venía, mientras el hilo formaba flores sin sentido, el silencion inundo su ruidosa mente y junto el calor del atarceder, adormecio sus sentidos relajandola, no supo cuanto tiempo pasó, distrayendo su mente con cada bordado en el diseño que tenia en mente. Sorprendentemente, sí era tranquilizante.
No prestó atención a su alrededor y no se dio cuenta cuando Estela salio de la habitación. El silencio del salón la envolvía comodamente, y sus dedos parecieron moverse sin pensar divirtiendose de cierta forma viendo como su bordado tomaba forma. Fue entonces cuando sus labios tararearon, muy bajito, una vieja melodía. Una canción de cuna. Una que desde niña le encantaba por su pegadizo ritmo y algo que no podía olvidar a pesar de la oscura y alborotado hospital de locos.
Estela regresó en silencio, con una canasta de hilos, y se detuvo junto a la puerta al escuchar la melodía.
La reconoció.
No era una canción famosa. No era una de esas que se cantan en los salones o en las plazas. Era una melodía particular, secreta. Vívida en su memoria porque pertenecía a otra época, a otra persona. Memorias amargas a su boca, tiempos que parecian remover viejas historias en las mismas tierras que ahora Jasmine pisaba.
—¡Oh! ¡Qué linda canción!—dijo Estela, disimulando su sorpresa con una sonrisa medida mientras se acercaba con paso grácil.
Jasmine se sobresaltó ligeramente cuando vio a Estela a su lado.
—Sólo tarareaba algo sin importancia...—la tranquilidad que tenia Jasmine se agito en un segundo.
—No, no... por favor, no seas modesta. Tienes una voz encantadora. Me gustaría mucho oírtela cantar entera... ¿Por favor?
Jasmine dudó. Pero los ojos de Estela brillaban con anticipación, sin otra intención. Jasmine confió, después de todo, una canción de cuna que su Nana le cantaba, no podríá ser terriblemente peligrosa ¿Verdad?
Asintió con timidez, cerró los ojos un segundo, y dejó que la voz le saliera como niebla tibia de su pecho:
"Duerme, mein Liebling, sueña en paz,
bajo el cielo y la luna clara .
Mi pequeño duerme en el rosal,
la noche canta suavemente para él.
Un verso susurrare y sus sueños cuidare
Mi voz es tu abrigo, mi risa tu hogar,
hasta que el sol vuelva a brillar
Sueña dulcemente sin parar... "
La sala se volvió un santuario. El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier palabra.
Estela no reaccionó al instante. Fingiendo serenidad, tomó asiento frente a Jasmine.
—¿D-Dónde aprendiste esa canción?
Jasmine dudó un instante.
—De niña... creo. Una mujer la cantaba donde vivía antes. No recuerdo su nombre, pero me gustaba...
Era mentira. Lo recordaba bien. Su Nana se la había susurrado cuando tenía fiebre, cuando lloraba por no poder salir al jardín. Pero no podía decir eso.
Estela tomó nota mental. El nombre no era lo importante. Era la canción.
—Tienes una memoria encantadora, Liliana. Se nota que tu infancia fue... especial.
La sonrisa que le dirigió fue cortés, pero helada.
—Creo que es hora de descansar, querida—Estela dejo a un lado la canasta que traia y la envito a salir con Loreta—. La edad me consume las fuerzas sin evitarlo. Disfruta el resto del día.
Una clara mentira, porque después de eso, Estela se mantuvo pensando en esa habitación. Esa noche, cuando Estela cerró la puerta de su estudio, mandó llamar a Harvey. Y por primera vez en muchos años, su voz tuvo un temblor contenido.
—Esa muchacha... no es una campesina. Podría ser hija de alguien que conocí en el pasado. Alguien que... no debería haber tenido descendencia.
Harvey frunció el ceño.
—¿Está segura?
—No. Pero las coincidencias son demasiadas. Su voz. Su educación. Esa canción...—Estela tomo la mano de su sobrino, perdiendo la concentracion preocupada al recordar lo que Jasmine cantó—. Confia en mi, Harvey, esa jovencita no es quien dice ser... no es cualquier persona.
Harvey guardó silencio. Las palabras de su tía resonaban, pero no lograban encajar. Por cada pista, surgía una nueva duda. Lo único que sabía con certeza, era que aquella muchacha tenía tantos secretos que aún no estaba preparada para compartir, pero quizas su tía descubrio algo inquietante sin querer.