°SÉ QUIEN ERES°
—Estoy demasiada cansada y más cuando tengo que volver a utilizar estas ropas, preferiría mil veces la antigua, ya que una decidía o no utilizar corset— Se quejaba Jasmine estando en el carruaje, después de desembarcar del navío e ir ahora directo donde sería la casa de la hermana de Harvey.
—Yo creo que eso las hace más hermosas— Opinó distraído el príncipe, viendo por la ventanilla las calles de París.
—Eso es ignorante de tu parte— Protestó, dándole un codazo llamándole la atención.
—¡Auch!— Se quejó el hombre sobando su brazo.
—Quisiera que usted se ponga un corset para que sienta como casi le va asfixiando poco a poco, como si fuera una serpiente en su torso y todo con un fin— Siguió Jasmine— Verse hermosa ¿Acaso a la sociedad no le basta con nuestras personalidades que nos hacen únicas a cada una?
—Esas «personalidades» traería demencia a todo hombre, ya que una mujer es difícil de comprender — Sopeso Harvey, pero recibió otro golpe de la joven que estaba a su lado.
—Por lo menos no tenemos que adivinar que es lo qué pasa por sus cabezas, eso sí que nos vuelve locas, estar suponiendo cada rato cuando ustedes no dicen nada— Contrataco.
Pero la respuesta de Harvey fue dar aplausos;— Vaya, Jasmine, nunca en mi vida conocí a alguien que generalice cuando sólo conoció a un hombre en toda su vida.
—De hecho si, perdone mis palabras, solo conocí a mi padre y ¿Tú que eres? ¿Una rana? Es genial el parecido, por qué no veo a ningún otro hombre aquí.
—Y usted...
—¡Ya llegamos!— Le interrumpió el anuncio del cochero abriendo la puerta.
—Creo qué un mosquito le comió la lengua a la rana, gane esta vez— Salió triunfante Jasmine del carruaje.
«Está mujer me volverá loco» dijo Harvey en su mente cuando salió detrás de la joven.
—No me digas que tu hermana es modista, mi lord— Dijo Jasmine parada frente a la tienda de ropa, estupefacta.
Harvey aprovechando ver a Jasmine que no le agradaba lo que veía, saco ventaja de eso.
—No querida, sino que te compraré ropa para convertirte en mi bufón ¿Qué te parece?— Dijo bromista, arrastrando a Jasmine dentro de la tienda.
—Harvey no te atrevas, en serio, no me...
—¡Oh! Qué gran honor, el príncipe está aquí— Una mujer vino alegré, dando una reverencia con respeto, luego pasó sus ojos hacia la chica que detenía— ¿Y ella es...?
Harvey pensó rápido, eso no lo había planeado, si decía que era alguien de su familia sería una noticia por averiguar para la prensa que diría que es mentira, además de la otra posibilidad de decir que es su amiga, toda persona mal pensaría teniendo en mente que sería una amante, ya que un hombre no podía tener amigas si este le compraba objetos de valor.
Su espontaneidad le llevó a acercarse al oído de la mujer y susurrar unas palabras que era su única posibilidad para que no pensarán mal.
—Ella es mi... prometida— Las palabras dejaron su boca antes que las detenga en un susurró.
—Oh, lo entiendo, parece que no quiere que aún se entere la sociedad que es su prometida ¿No es así?— Redujo la modista, recibiendo como respuesta un asentamiento de cabeza.
Jasmine no logró escuchar el cuchicheo que mantenía la mujer y el Conde, pero sospechaba algo.
—¡Bien!— La sorprendió de repente, tomando su mano— Vamos querida, tomaré tus medidas.
Lady Marfet la arrastró dentro de una habitación, la pusieron al centro de la sala y se preparó trayendo la cinta simétrica, la midieron la cintura, la espalda, la altura y demás medidas que luego de veinte minutos Jasmine estaba cansada de estar parada, por esta y más razones a ella no le gustaba ir a la modista, aún de pequeña era así y ahora eso no había cambiado.
—Eres hermosa, se puede decir que nuestro querido príncipe fue bueno a la hora de elegir a una pro...— Olvidamos mencionar que la mujer fue y es demasiado parlanchina en toda la estancia con Jasmine, pero se le estaba escapando las palabras cuando Jasmine no entendía por donde iba el tema, hasta que su ayudante las interrumpió.
—Perdón, pero su excelencia espero demasiado y pregunta si ya acabó con la señorita.
—Si, ya termine, bien hermosa, ya te puedes retirar, fue un gusto conocerte— Le dio dos besos como despedida.
Jasmine al salir de ahí se encontró a Harvey esperando en la puerta, pero esta paso de largo al estar molesta con él y fue directo al carruaje.
—¿Cómo te fue? —Le siguió el hombre.
—Bien, solo estuve veinte minutos parada con una mujer que no paraba de hablar de lo maravilloso que eres con el pueblo— Respondió sarcástica— Fue melodía escuchar hablar de ti «Nuestro joven príncipe ayudó en los impuestos» «Ayudó a un orfanato» «Estudio medicina y leyes» «Ayuda a campañas benéficas» «Da para la fiesta que tiene el pueblo» y bla, bla, bla— Imito con voz aguda.
—¿Y eso te molesta?
—No, es muy lindo de tu parte, pero es demasiada alabanza por veinte minutos, además de los pinchazos que me dio ¿No lo crees?— Se quejó, soltando una pequeña carcajada de como había resultado las cosas. No podía estar sería al recordarse eso.
—Eres exagerada.
—No lo soy.
Así entre pequeñas discusiones fue recorriendo el camino, el paisaje ya no se caracterizaba por la fría nieve como Alemania o Rusia, sino el sol radicaba en lo alto del cielo, creando un ambiente cálido y diferente.
Jasmine sentía el calor del sol en la mano que estaba fuera de la ventana, hasta que llegaron a un lugar lujoso, con elegantes jardines, teniendo una gran fuente de por medio, formando un círculo de ida y vuelta de varios carruajes que paraban por la puerta principal, donde varios invitados de la princesa descendían para celebrar el nacimiento de su nuevo heredero.
—Creí que sólo te había invitado a ti ¿Esto es una fiesta de campo?— Pregunto Jasmine.
—Me olvidé contar ese pequeño detalle, ups— Escapó Harvey en el momento en que el carruaje había parado— ¿No vienes?