Mentiras En Tus Verdades

Capítulo Cuarenta.

°AMIGA°
 


DIA UNO

—¿Pero que haces?—Dijo el cocinero Rodolf cuando me vio en su cocina.

—Nada, sólo me tomará un momento más—Dije mientras sacaba las galletas del horno.

Ese día me había levantado temprano para empezar mi plan de reconciliación. Lucía me había dicho que Harvey no salía a desayunar, pero que le gustaba comer a esas horas en variedad, sólo supo que lo tomaba en su habitación. Así qué había decidido hacer galletas, calentar leche, picar frutas, un pequeño pastel y por último un café.

Las cocineros habían dejado el grito en el cielo cuando me vieron en la cocina tan temprano, pero les explique un poco y me ayudaron aún más, eso me facilito las cosas y lograron que acabará temprano. Creo que era por qué me querían de una vez por todas fuera de su territorio. Era entendible.

Con mi bandeja llena fui a mi habitación, primero para cambiar mi vestido, ya que el que tenía contaba con manchas de harina, pero por suerte mi cabello sujetado en un moño hermoso no se había arruinado. Además de que mi habitación aún estaba alado de Harvey. Fue rápido.

Remoge mis labios y entonces toqué con los nudillos su puerta. Pensé que abriría tardío, pero en el primer toque él gritó un «Adelante» y yo me adentre aprovechando esa suerte, pero cuando lo hallé en el cuarto, mis mejillas se tiñeron de rubor...

Se estaba poniendo recién su camisa, ver su piel descubierta me hizo darle la espalda. Intentando procesar lo que acababa de ver. Nunca en mi vida había visto a un hombre con poca ropa. Al parecer la suerte no estaba conmigo.

—Harvey—Aclare la voz de mi garganta, por qué casi se lo dije en un tono muy agudo.—Harvey... este sólo venía a...

—¿Jasmine?

—No vine para espiarte—Aclare rápidamente.—Sólo quería mostrarte lo que hice para ti ¿Ves?

Escuche que resoplo y desprevenidamente me empezó a empujar suavemente hacía la salida. No tuve tiempo de perder ni un segundo más.

—Pensé que eras mi mayordomo del desayuno.

—Hey, no seas malo... ¿Por lo menos quisieras aceptar lo que te preparé?—Le dije antes de que me sacará afuera.

—Bien—Tomo la bandeja de mi mano y cerró la puerta en frente mi cara.

No fue tan bueno, pero no debía rendirme en el primer intento.

—¡Oh! Señorita—Se acercó mi doncella mientras tomaba camino hacia mi cuarto.—Le llegó otra carta.

Se fue después de entregarme el sobre, tenía el sello de una «B» de mi familia. Lo abrí sin demasiadas ganas y era el mismo que el anterior. Lo vote a la basura.

OCTAVO DÍA

Harvey se levantaba aún más temprano y no tenía tiempo de verlo, me estaba evitando a propósito. Así qué en vez de desayuno, quise hacer otra cosa.

Compre su libro favorito «El arte de la guerra» lo leí en una semana y cada día escribía frases a su estudio y las pasaba por debajo de su cuarto cada noche.

«¿Puedes imaginar lo que haría si pudiera hacer todo lo que puedo?» Ya me leí tu libro favorito».

«La excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar» ¿Me perdonas?

«La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer. Pero una nación jamás puede ser reconstruida, y una vida no puede volver a nacer» ¿Sigues enojado? ¿No puedes volverte de nuevo feliz?

Los intentos en esa táctica creo que no le importó. Por lo menos en los almuerzos ya no me miraba feo, pero aún se juntaba aún más con Lucía. Ella me decía que aún hablaba con él por qué intercedia por mi con él. Y Nikolay, pues me decía y me persuadia que estaba siendo demasiado tonta y ciega, pero no me decía nada con eso. Lo peor de estos días era que lo que no dejaban de llegar eran las cartas de mi madre, que por supuesto las votaba todas a la basura.

TERCERA SEMANA

Okey, en estos días intentaba algo nuevo, siempre era creativa, así que le escribía poemas o cartas. Se los dejaba en la noche, por la razón de que nadie me vea haciendo el ridículo y lo más lindo era que después de segundos de dejarlo, corría a meterme de nuevo a mi pieza y me pegaba a la pared que separaba nuestros cuartos para oír como se reía.

«El cielo es azul 
La noche oscura
Perdona ya a esta chica
Por su locura»

«Te pones rojo por el enojo
Rojo, así como una flor
Antes que te marchites
Déjame pasar de nuevo
A tu corazón»

No había resultados nuevos. Tanto que me esforzaba en sacar ideas de mi cabeza que al final de todo él seguía igonorandome. Daría mi último intento. Mi ilusión cada día iba decayendo, pero no sería presa fácil.

—Señorita, una nueva carta—Ya saben lo que eso significaba ¿Verdad?

PRIMER MES

Como mis ideas no dieron su fruto. Ya no me quedaba nada. Así qué aplique las tradiciones, eran absurdas por qué se las daba a un hombre y no al revés. Pero era lo que quedaba.

«Espero que te gusten» Decía la tarjeta sobre las rosas que había cortado en el intrínseca él.

En verdad, casi el jardinero me mata por cortar sus bellas flores. Es que no podía comprar, ya que el dinero se me había acabado comprando el libro favorito de Harvey. Por suerte seguía viva.

«Endulza ese corazón gruñón ¿Si?» Decía los chocolates caseros que le preparé.

Otra vez fui presa del enojo del chef Rodolf. Sólo que ahora había una diferencia, todos los demás empleados me veían con lástima.

QUINTA SEMANA

Mi último intento fue hacer lo que Harvey una vez hizo. Una cena sorpresa.

Consulte con Lucía una vez más, sabía unos cuantos platillos que gustaba Harvey en el año que estábamos juntos, pero Lucía me dijo el plato favorito que no le negaba a nadie.

Me puse manos a la obra en la tarde, los vegetales se fritaban en el sartén, el pollo estaba en el horno y muchas cosas más estaban cocinando en las demás ollas. En la mañana le había mandado una nota especial a Harvey por debajo de la puerta.




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