Mentiras En Tus Verdades

Cuarenta y Seis


°ADIOS°
 


Hace mucho lo sentía así y me preguntaba lo mismo.

¿Esto es amor o necesidad?

Cuando pase los meses con mamá en el campo, una sensación asfixiante y miedo rebosaba cada segundo dentro de esas paredes, el dolor y el querer que eso fuera un sueño, lo que más quería era que alguien detuviera todos esos golpes...

Alguien... Que nunca apareció...

Aprendí que no necesariamente un amante podía romper tu corazón, la familia también puede ser un causante que lo rompa aún peor.

Aún tenía quince años, cuando conocía todo y nada, ser desechada solo fue el principio de la pesadilla que continuaba.

En el hospital los gritos de las demás pacientes sonaban día y noche, cada noche no sabías si sería tu turno de que ellos trataran contigo y experimentarán, pero cada uno empeoraba más, los alimentos eran escasos, teníamos que hacer la limpieza del lugar, bajar la cabeza para enseñarnos a comportarnos sumisos, esto era parte del "tratamiento", si las reglas eran desobedecidas había un castigo en la habitación afuera del edificio, había una hora donde podíamos descansar para convivir entre nosotros, mis manos empezaron a tener callos, mis labios a secarse, mi piel poniéndose pálida, los pies no importaba si estaban hinchados los tobillos, debía seguir el horario desde la mañana hasta que ellos nos encerraban en la noche.

Mi lado infantil murió hace mucho tiempo, pero aún quería jugar en el tiempo que no me permitieron.

Todo era diferente, las vulgaridades o palabras que nunca antes escuché eran mi apodo ahora.

---¿Donde vas zorra?--- Se acercó una de las cuidadoras---. Te falta limpiar mi habitación y más te vale no robarte nada.

Apretó mi mentón entre sus dedos y alejó mi rostro bruscamente.

---Como usted ordené.

En la hora de la comida ellas se ponían peor, yo estaba encargada de ello, era quien actuaba más lúcida, otras personas quiénes estaban en tratamiento no lo hacían porque podían hacerse daño a si mismas o atacarlos a ellos, además no tenían lógica para poder cocinar, la locura aumentaba y no disminuía. Estaba en el puesto para sobrevivir, así ellos me dejaban de lado, el "tratamiento" era demasiado duro, ellos les golpeaba la cabeza para que volvieran a la "normalidad" amenazaban para que las personas volvieran en sí, ninguna persona del exterior detuvo este establecimiento y si pedían explicaciones por las muertes, decían que la locura de ellos los termino matando.

Me salvaba, pero no del todo.

---¡Que clase de mujer cocinó está basura!--- Debía presentarme delante del doctor, no fue una sorpresa que el caldo que cociné terminará tirado sobre mi ropa.

Las leves quemaduras debía de soportar con los puños apretados.

Algunos doctores también eran agresivos. Más que una paciente, era su juguete, alguien que estaba por debajo de ellos. Mi sentido provocaba que tuviera cuidado con todo lo que hacía, mi mente no podía descansar del todo.

Transtornaron mi mente, me hicieron creer que no había esperanza en nadie en este mundo.

---¿Crees que alguien vendrá?--- Se burló de mi---. Incluso tus padres te entregaron y no vienen, no debe haber alguien allá afuera a quien le importe una perra loca como tú.

Al principio no les quise considerar, despues mi mente empezó a creerse en las mentiras que me decían porque esas palabras me lo susurraban constantemente, se volvió un hábito no esperar a nadie, sin embargo mi corazón se calentaba con una diminuta esperanza de que la situación cambiará.

Viví con esas personas todos los días, incluso uno de ellos me trataba mejor, fue quien no permitía que no llegue al cuarto de castigo, era más asqueroso, su protección eran una bendición al igual que una maldición.

Él era...

Cuando debía de limpiar el consultorio del Dr. Güsht él siempre estaba presente, sus ojos no dejaban de recorrer mi cuerpo mientras me movía con la escoba, susurraba cerca de mi oído, él contaba con treinta años de edad, un hombre demasiado parlanchín para mí mal gusto.

Aunque era incomodo, fue quien me salvó de los otros, no sabía si era suerte que estuviera casi obcesionado conmigo, pero esa asquerosa protección por lo menos no me dañaba, aunque me asustaba.

Algunas noches se escabullia a mi habitación, no hacía nada, hasta el amanecer permanecía sentado en una silla frente a mi cama, con sus ojos fijamente sobre mi, a veces no me daba cuenta de su presencia, prefiria no abrir los ojos incluso cuando oía que suspiraba y su respiración parecia agitada ahí sentado. No abri los ojos y lo ignoraba con todas mis fuerzas todas esas veces. No quería imaginar, la única forma de sentirme un poco segura fue cubriendome hasta mi coronilla con mi manta.

Otras veces venía al comedor donde yo desayunaba y me regalaba su porción, los doctores comían mejor y tenían alimentos frescos. No dije nada, mi apetito era demasiado grande para rechazarlo.

---No comas demasiado rápido--- Tocó mi brazo, le hice caso, apartandome para que se alejará---. ¿Sabes lo que se me ocurrió para los dos?

No respondí, pero baje la mirada.

---Como eres la más linda entre todos estos pacientes, te sacaré de aquí y vendrás conmigo--- Agarro un mechón de mi cabello y jugó con eso---. Seremos muy felices, me perteneceraz y harás las cosas que a mí me gustan.

Me quedé paralizada por el miedo cuando su mano luego fue a parar acariciando mi muslo.

---¿Quieres ser libre verdad? Ven a mi habitación por la madrugada, puede ser tu último día aquí...

Me empecé a atorar con la comida, así también fui capaz de quitar su mano sobre mi y me levanté de mi asiento. Utilice eso como excusa para irme de ahí.

El día donde el Dr Güsht dijo que planeo para sacarme de aquí, pensé seriamente sí iría o no, mi único deseo era poder irme, pero me daba ganas de vomitar cuando recordaba como él me trataba.




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