Mentiras En Tus Verdades

Cuarenta y Siete


°LA INVITACIÓN°
 


2 Años y Seis Meses Después

---Tiene ocho visitas que atender este día; uno con el presidente del consejo a las ocho, también la inspección en las tierras del Conde Harriet a las once, visitar la inauguración de los dos horfanatos que mandó a construir en ambos barrios bajos, sería a las dos y cuatro de la tarde y ver a atender la reunión que su hermano el Rey, lo mando a llamar a las siete--- Anastasia le describió su agenda de el día que comenzaba.

Mientras se apuraba en seguirle el paso al cuarto príncipe.

---Señor, debería de desayunar algo--- Le insistió su ama de llaves cuando lo vio pasar por las escaleras.

---No es necesario, comeré algo por la noche con mi hermano--- Le restó importancia.

El mayordomo le alcanzó el sombrero y el abrigo. Se dispuso a subir el carruaje después y su asistente no tardó en ocupar su lugar rápidamente en el asiento de frente.

---Me preocupa demasiado, su alteza no presta atención a su alimentación ¿Y si un día se le baja el azúcar mientras hace su trabajo? Dios no lo quiera--- Se lamentó la señora de edad avanzada.

---Es joven, mi señora, deje que se distraiga y se le pase la ansiedad--- La apoyó el mayordomo. Ambos veian al príncipe desde la puerta.

El carruaje empezó a moverse y llevar a Harvey a cumplir todas sus actividades.

---¿No llego correspondiencia?--- Le pregunto Harvey a Anastasia aquella interrogante que era sagrada cada mañana.

Ana saco entre su agenda las cartas que había llegado en la mañana y se las entrego. Harvey las reviso cada una y después de un suspiro se las volvió a entregar.

Esa costumbre no tuvo respuesta para Anastacia, su asistente, desde el primer día que fue contratada, Harvey le pedía las cartas, después las devolvía con una mirada más gélida de lo que ya era.

Era como el misterio que quisiera saber para poder darle paz a su alma. Y lo haría, solo esperaba no tartamudear. Era un gran día.

---Perdón por la pregunta pero... ¿Q-qué es lo que busca entre las cartas?--- Anastacia, aún con dos años transcurridos, siempre quiso saber.

Harvey no quitaba la vista de los papeles que debía revisar en el camino o se la pasaba viendo por la ventana el paisaje. Algunas veces la llegaba a sorprender.

---Tal vez a un fantasma--- Susurró sin pensarlo. Pareció que Harvey le respondió por inercia, después recobro sentido---. Olvídalo, no vuelvas a repetir esa pregunta.

Siguió su atención en los documentos.

---Si, mi señor, lo siento por incomodarlo--- Apretó su cuaderno entre sus brazos. Volvió a calmar sus nervios y agachó la cabeza.

"Aún incomodo él actua lindo" pensó ella.

Anastacia tenía el cabello castaño con rizos alborotados que los controlaba en una trenza, sus mejillas siempre andaban rosadas por genética de familia, contando con labios delgados pintados por un labial, pero sus lentes redondos mostraban sus ojos cafes sutilmente, tenía el cuerpo delgado, a diferencia de muchas mujeres, su uniforme era un saco a medida color café y una falda acampanada ligera, sus botines y no unos tacos, hacían que su correr no fuera tan cansador durante el día. Se podría considerar una chica agradable y linda. Andar con el cuarto príncipe siendo ella su asistente personal era su sueño hecho realidad.

Pero Anastacia era realmente tímida y solo pronunciaba palabras necesarias. Algunos nobles quisieron poder contejar a la asistente del príncipe que lo acompañaba en las reuniones, pero algo que todo el mundo se daba cuenta tarde o temprano es que esta bella mujer se llegó a enamorar de la persona para quien trabaja.

Harvey. Príncipe Harvey Von de Frünst y también lo nombraron Gran Duque Greyhound.

Una razón más para no renunciar a este trabajo, que la tenía en las nubes soñando con el cuarto príncipe, es que realmente le agradaba. No había hombre más reservado, tranquilo, atento a detalles que ningún otro hombre sabría y sobretodo no había un orgullo machista, lo demostró cuando no le importó que sea mujer para que lograra obtener este trabajo que era más común para un hombre.

Estaba infinitamente enamorada.

Sus mejillas se ponían rojas cuando Harvey la miraba, cuando sus manos chocaban accidentalmente o sus dedos se rozaban cuando le entregaba sus informes, su voz la llevaba a estar encantada. Pero todas esas veces solo ella se emocionaba, Harvey no sonreía o hablaba por demás. Su actitud fría y reservada la lastimaba un poco, deseaba que un día la tomará y entrará en confianza con ella, que le abriera ese corazón que parecía cerrado por diez candados de metal más indestructibles del mundo.

¿Quién podría ser suficiente para Harvey?

Anastacia queria ver una vez más su sonrisa, solo lo vio en una ocasión, cuando el Rey su hermano le comento una broma, fue hermoso, pero no sé repitió la ocasión. Además de su obcesion con la correspondencia, no bailaba con nadie en las fiestas, rechazaba totalmente a todas las señoritas, incluso un día boto a una mujer semi desnuda de su habitación, cuando un día terminaron con el trabajo y él iba a su habitación a descansar, él encontró un "regalo" por parte de su hermano el Rey. Fue educado, pero ni siquiera la vio o retuvo a esa mujer hermosa para satisfacer sus deseos.

Con todas esas actitudes. Para Anastacia se convertía en el hombre perfecto.

---Señorita Anastacia, señorita Anastacia--- Se dio cuenta que la llamaban.

Vio que se trataba del cochero quien le abría la puerta. No se dio cuenta que el carruje llegó al destino de la reunión con el presidente del consejo.

---¿Si?--- Acomodó rápidamente sus lentes y salió, notó que su jefe no estaba en ningún lugar.

---El príncipe acaba de entrar a la cafetería junto con el presidente--- Le aviso el hombre que notaba su distracción.

---Oh, gracias--- Se apuro a entrar también.




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