Mentiras Peligrosas

Capitulo #5 El monstruo que solía ser

ACTO I

 

“La bella durmiente”, se encontraba en una caja de cartón junto con otras veinte polaroids más.  Fue así como llamé a la fotografía, una en la que Stella aparecía dormida, desnuda de la cintura para arriba sobre su cama, su rostro de cierta forma tenso y relajado al mismo tiempo, uno de sus brazos estaba en forma de ele descansando a unos cuantos centímetros de su cabeza, mientras que el otro descansaba sobre su cintura, sus piernas estaban entre cubiertas por las sábanas de lino blanco, en sus brazos se pueden distinguir los cortes que se había hecho años atrás.  Su cuerpo era delgado, Stella nunca fue conocida por tener atributos llamativos, pero en aquel entonces bajo la luz de la luna algo me atrajo, más allá del factor erótico que podría tener, había belleza verdadera en ella.

—¿Qué estás viendo con tanta atención? —Preguntó Elizabeth, la cual vestía un overol de mezclilla con una camiseta roja debajo. Tenía dos mechones de cabello que caían a ambos lados de su cara, el resto de su cabello estaba atado en un chongo. —¿A caso es porno?

A veces simplemente quisiera comer de lo que come mi tía, para poder adivinar con tanta seguridad.  No me gusta guardar secretos, le confiaría mi vida mil veces a Elizabeth y aun así no le he contaría mi secreto o lo que he estado haciendo, porque es algo que cambia las vidas de aquellos que lo saben, todos comienzan a verme de una manera distinta, a tratarme de una forma diferente.

—No, son unas polaroids viejas. —Devolví las fotos a la caja, cerré los páneles y les puse cinta adhesiva. —Sabes, deberías estar ayudándome en lugar de estar parada en la puerta.

—Debería, pero no lo hare, se ve que lo tienes dominado, a parte, tienes como tres cajas a lo mucho, casi no te trajiste nada de la otra casa. —Entró a la habitación, ahora ya desalojada, una habitación de 16 metros cuadrados con paredes azules y un colchón desnudo sobre una base de madera. —Realmente no tuve mucho tiempo para tomar mis cosas. —Suspiré y acomodé mi cabello.

—¿Siguen sin hablar? —Preguntó. Elizabeth ahora se encontraba sentada sobre el colchón, a menos de un metro de mí.

 

La segunda caja que estaba empacando tenía dentro un marco con una fotografía familiar, el mismo que rompí la noche que ataqué a Leo, ya le había comprado un cristal nuevo, también estaban mis libros de texto, algunos comics y unos cd’s de música. Coloqué mi bocina portátil sobre todos ellos y cerré la caja. —Mi padre no es una persona que perdone con tanta facilidad, a parte estoy muy seguro de que no me quiere ver en este momento, no después de aquella noche. Y mi madre... —Suspiré y acerqué la tercera y última caja, en la que comencé a acomodar los zapatos que tenía al pie del colchón.

—Ray, mi hermana es muchas cosas, pero estoy segura de que ella solo quiere que estés bien, ¿tan siquiera has intentado hablar con ella? —Suspiró. —Estoy segura de que ella lo ha intentado hacer, todos los días, pero te está dando tu espacio, te está dando la oportunidad de decidir cuando estés listo.

Apreté el puño y continué guardando los zapatos, ya llevaba cinco pares dentro. — ¿Realmente lo crees?

Elizabeth afirmó con la cabeza y sonrió. —Cuando termines de ver tus polaroids de chicas desnudas por favor ven a la sala, tengo algo para ti. —Dijo a la par de que salía de la habitación. Mis ojos se hicieron grandes y mi respiración se volvió pesada, un escalofrió recorrió mi cuerpo.

Cerré la última caja y me aparté unos pasos del colchón para observar mi alrededor. Me causaba tristeza pensar que ya no volvería a estar en este pequeño departamento, que ya no habría visitas sorpresa de Elizabeth, ya no habría viernes de sorpresa asiática, incluso extrañaré aquellas veces en las que Stella y yo vimos esas peculiares películas de terror antes de besarnos como dos adolescentes hormonales, inclusive después de que le prometí a su padre dejar de verla, ella pasó por aquí sin falta cada viernes para seguir viendo esas películas, ya no en un plan romántico cabe resaltar. Me di la media vuelta y pude notar sobre el borde de la ventana aquella pequeña planta que me regalo Mary la última vez que vino, fue la planta que marcó el fin de nuestra relación, todo lazo que pudo haber existido entre ella y yo ahora no es más que un recuerdo, uno triste.  Tomé la planta y la coloqué encima de las cajas.

Salí del cuarto y atravesé el pequeño pasillo que llevaba a la sala, pasillo en el que tuve las agallas de poner primero la seguridad de otra persona antes que la mía, Stella estaba aterrada, no la culpo, ese hombre nos tenía contra las cuerdas con una navaja afilada y mis ‘’instintos’’ no eran nada contra él, fue la vez en la que me sentí más normal, más vulnerable, no fue por mucho tiempo, terminé volviendo a la realidad de que no soy normal y estoy bastante seguro que le pegué un mordisco en el brazo y me comí su tatuaje.

En la sala se encontraba Elizabeth, parada a un lado de un gran estuche de tela, era un estuche de guitarra.  Quedé atónito, sorprendido y emocionado. —Esto es para ti. —Dijo Elizabeth sosteniendo el estuche con una de sus manos. —Ten, tómalo. —Dijo mientras extendía el estuche hacia mí.  Estaba emocionado, era una guitarra, hacía ya un año que no tocaba la guitarra.

Extendí mi mano, lo tomé y quedé decepcionado, por el poco esfuerzo que requerí para tomarlo supe que estaba vacío, comencé a pensar si en algún momento le había mencionado que mi vieja guitarra había sido destruida al ser impactada contra mi cabeza. —No debiste. —Miré a Elizabeth con una sonrisa nerviosa y un poco de preocupación.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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