Mentiras Peligrosas

Capitulo #9 The old me

Trinity, 2013

Café, leche, especias, era el aroma de aquella icónica cafetería, refugio de individuos nocturnos, sedentarios, apasionados.

Aun en una habitación que goza de vida me sentía solo, estaba perdido, perdido en una telaraña de pensamientos, donde alguna vez se libró una batalla por el control. Luego de resultar victorioso, anhelaba la calma que viene después de la tormenta, el merecido descanso que necesitaba. Era el dolor fantasmal el que me devolvía a la realidad.  Sentía las mordazas en mis muñecas y talones; quería vomitar. Recordar la noche era un suplicio eterno, una tortura infernal. Como partículas de luz se mostraban ante mí, recuerdos, la sucesión de los actos de aquella noche.  Inconscientemente mi rostro se había llenado de arcadas. No reconocía mi propia imagen.

De la nada había vuelto a la realidad, con la sensación de que acababa de despertar de una pesadilla.

—Ray. —Llamó el barista, sosteniendo un vaso desechable con café. Caminé a la barra, intercambié una sonrisa falsa, tomé el vaso y volví al asiento.

Esperé su llegada, observé pasar personas, parejas, familias, niños. Rara vez alguien llamaba mi atención, todos lucían normal, pero, cuánto faltaría para que todos parecieran bolsas de sangre.

De entre aquella multitud que transitaba por la calle se encontraba ella, reconocí instantáneamente su hermoso cabello castaño, esta vez lo mostraba suelto, nuestras miradas se cruzaron a través del cristal, aquellos tonos monótonos fueron remplazados por melancolía, no existía la necesidad de decir nada, su mirada contaba historias sin siquiera mover los labios.  Y una vez más sentí asfixia, aquella chica había robado mis palabras, dejando un nudo en su lugar.

Mary, llevaba un vestido negro, unas mallas grises y unos zapatos negros también. Encima de su vestido llevaba una chaqueta de piel. Entró a la cafetería y conforme se fue acercando a mi pude leer su estado de ánimo. Estaba cansada, frustrada, dolida, pero no al nivel común, esta vez no tenía ganas de fingir si quiera una sonrisa. Tomó asiento en la silla frente a mí y me encaró.

—¿Dónde estuviste? —Iba sin rodeos, directamente al grano.

Me froté la muñeca. —Estaba indispuesto.

—Estabas indispuesto. —Repitió. —Yo he estado ahí para ti siempre que me necesitaste, Ray. —Me miró fijamente con los ojos llorosos. —Estuve ahí cuando estuviste en coma en el hospital, estuve ahí para ti cuando tu madre desapareció, estuve ahí cuando te apuñalaron en el estómago. —Su tono fue avivándose. —Mierda, Ray. —Se limpió las lágrimas con un pañuelo de papel. —Quiero que me mires a la cara y me digas que puede ser tan jodidamente importante para no estar ahí para mi cuando más te necesitaba. Tuvimos un funeral y te estuve esperando para que me dieras uno de tus estúpidos abrazos, que dijeras algún comentario fuera de lugar, pero al menos en esa versión estarías ahí para mí.

Estaba avergonzado de mí y no tenía palabras u ánimos para confrontar a Mary.

—Esto se terminó, Ray. —Se levantó de la silla. —Quisiera no volver a verte.

•••

Glassdrop, 2014

Pasé toda la noche en vela, recordando aquel peculiar suceso. No sería la primera vez que experimento visiones o paranoia, sin embargo, esta anécdota se volaba la barda en mi top personal de experiencias extrañas. Fueron pocas las palabras que expresó, pero quedaron marcadas en mi como un mantra; “Aquí nadie te conoce”. Realmente era la oportunidad perfecta para dejar todo atrás y hacer una vida propia. No tenía que actuar con cuidado con las personas. Había aprendido a controlarme y mantenerme lúcido. Esto debería ser un respiro para mí. No quiero seguir viéndome al espejo con mis propios ojos.

Mi pasado, aunque tormentoso, estaba lleno de recuerdos a los que me seguía aferrando, unos por su valor como moraleja y otros por su valor sentimental.

Mary, durante el día aun me viene tu nombre a la cabeza. Es como una piedra que he venido cargando desde el momento de nuestra separación. Aun escucho algunas canciones que me recomendaste, llevo la camiseta que me regalaste y la guardo al fondo, en la esquina, para nunca más verla, pero siempre saber que está ahí. Tú teléfono sigue, bueno seguía guardado en mis contactos, en seguida del de mi padre, ambos me provocaban un mal sabor de boca.

Stella. Nuestra relación nunca fue tan fuerte, pero vaya que era especial. Eres mi musa contemporánea, aquella a la que no me duele dedicarle cartas y nunca enviárselas. Dos polos opuestos unidos por una atracción inhumana. Mi princesa del Bacardí, una tienda de duces y sorpresas. Destructora de discos y poemas. Mi bella durmiente.

Probablemente me enferme por dormir tanto tiempo solo. Mi inspiración siempre acababa ahí. Fuera de ellas no tenía amigos, conocidos, solo una familia disfuncional en la que el más roto era yo.

Aquella noche soñé, como de costumbre soñé contigo.

Desperté rejuvenecido, como si fuera una nueva persona. Faltaban unas horas para ir a trabajar así que fui a la cocina, tenía apetito de un jugo, quería una fruta para sentirme lleno. Ahí estaba, Ben, quien como el día anterior preparaba su almuerzo. Le saludé, me tallé los ojos y tomé asiento en la mesa.

—¿Dormiste bien? —Preguntó Ben, quien estaba friendo tocino en un sartén.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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