Mentiras Peligrosas

#20 Desayuno con diamantes

Sentía la garganta seca, rasposa, mis párpados estaban abiertos de par en par, sin embargo, mi visión volvió lentamente y de manera borrosa. Estaba tirado en el patio, acostado en el césped sobre mi brazo izquierdo, el cual había perdido la sensibilidad. La luz de la mañana era intensa como diez mil soles, soles enojados conmigo por mezclar ron con tequila y cerveza. Mi cabeza dolía como si la hubiesen golpeado con un bate un millón de veces. Uno esperaría que en las ventajas de la vida que llevo seria no volver a padecer resacas, vaya que estaba equivocado.

Un sabor extremadamente agrio brotó de mi boca, saborear fue lo peor que pude hacer, porque el sabor era indiscutible, era vómito. Me levanté apoyado de mi brazo derecho y salí disparado hacia el baño del primer piso, golpeé la puerta para entrar al baño y con mis brazos me apoyé sobre la circunferencia de la taza, para vomitar. Una masa aguada color rojizo fluyó de mi boca a la taza del wc. Apenas pude respirar cuando sentí una segunda carga de vómito salir disparada. Miré exhausto y asqueado el producto de mis malas decisiones, ¿Por qué era rojizo? Limpié el lugar y bajé la tapa, me coloqué en la bañera donde abrí la llave del agua fría, esta rápidamente me empapo. La sensación gélida era insoportable, no obstante, ayudó a quitarme el dolor de cabeza.

Sin previo aviso Isabelle entró apurada al baño, levantó la tapa y vomitó. Me apresuré a salir de la regadera para sujetar su cabello, la pobre vomitó en cuatro ocasiones. No podía hacer mucho más que darle ligeras palmadas en la espalda. Luego de eso le pasé el rollo de papel, se limpió la boca y apoyó su cabeza con la mía.

—Estas muy fresco. —Sus ojos estaban cerrados y sus respiraciones eran profundas. —¿Así te metiste? —Asentí.

—Si me disculpas volveré a la bañera. —Me trepé y dejé caer en esta, el agua seguía estando condenadamente fría, pero vaya que se sentía bien.

—¿Se siente bien? —Preguntó Isabelle, sus ojos conectaron con los míos, estaba sufriendo tanto o más que yo, creo que tomamos casi lo mismo. Por qué no entras y lo averiguas pensé. Antes de que pudiera responderle ella se introdujo a la bañera, se puso al otro extremo, pude ver como la piel se le volvió de gallina rápidamente. Moví mis pies para tenerlos a la derecha y ella tuviera los suyos por mi izquierda. Nos miramos por mucho tiempo, éramos dos extraños en uno de los escenarios más excéntricos. Digo extraños, porque no conocía esa faceta de Isabelle. No sé cómo describirlo. Tenía la corazonada de que había una conexión, química, física, inexplorada entre nosotros dos. Estiró su mano en busca de la mía. Sujeté su mano con fuerza. Tal vez en otro momento deberías besarme pensé, era un pensamiento al azar que tuve. El cabello cedió ante el agua y me tapó la vista. Dejé de sentir una sensación agradable y ahora solo sentía frio, probablemente era la señal para salir de la bañera. Sus ropas comenzaban a transparentarse, era más intimidad de la que tenía pensado compartir con ella.

—Esto se ve mal. —Ella asintió con una cara pesarosa. Probablemente me veía igual. Me sentía espantoso. Salí de la regadera con mis ropas escurriendo, dejaba pequeños charcos en mi camino. Subí las escaleras y entre al cuarto. Justo cuando me estaba quitando los pantalones noté algo abultado en mi bolsillo trasero. Me afligía pensar que podría ser, así que lo saqué de la bolsa y lo puse frente a mí. Era un fajo de billetes de 100 y 50, por el grosor del fajo suponía que serían más de 1000 dólares. —Carajo. —¿De dónde había sacado este dinero?, pensar era una tortura, tenía que quitarme este dolor de cabeza. Me quité la ropa interior y pasé a retirar la camiseta, sentí un ardor en el costado cuando la estaba retirando, me observé las costillas y tenía un gran rasguño, de hecho, mi camiseta tenía una gran mancha de sangre. Tomé ropa de mi cajón a tientas, y por primera vez en mucho tiempo mi mano dio con aquella camiseta que había estado evitando, aquella con la calavera. Me puse la camiseta, unos jeans, calcetines y unos tenis. Busqué en mis cajones una pantalonera, calcetines chicos y una camiseta.

Bajé a llevarle la ropa a Isabelle, quien aún seguía en el baño. Noté que se estaba filtrando vapor por la puerta, se estaba dando un baño completo. Toqué la puerta con golpes ligeros. —Isabelle, aquí te dejo ropa que creo que te puede quedar. Debajo del lavabo hay toallas y cepillos de dientes nuevos, toma lo que necesites.

Subí nuevamente al baño para lavarme los dientes con el cepillo. Por el espejo del baño pude notar que la puerta de Daniela estaba cerrada como de costumbre, esa chica no dejaba pistas sobre su vida privada, era tan misteriosa. Escupí la pasta en el lavabo y me limpié la boca. El asqueroso sabor a vómito se había ido. Volví a la planta baja, por primera vez noté que había quedado hecha un desastre, había naipes regados por toda la sala, en la estufa había un sartén con un jamón quemado en él, en los sillones había restos de fritos por todos lados, vasos rojos vacíos y un sostén color rosa a un lado de mi teléfono celular. Me abrí paso entre la basura y tomé el teléfono, sorprendentemente aún tenía batería, revisé mis mensajes, no había nada en la entrada, llamadas nada, probablemente lo perdí al inicio de la noche y no lo volví a encontrar hasta después. Me tiré en el sillón y me dejé llevar por el silencio que había en la casa hasta quedar en un estado de trance.

Una sensación cálida viajó por debajo de mi camiseta y se detuvo en mi pecho. Había algo cerca de mis labios que me estaba robando el aliento, era una sensación magnética, estaba atraído a ella. Fue como dar la primer mordida a un malvavisco caliente, era dulce, diferente a un malvavisco normal, había algo extraño en todo esto. Me dejé llevar por el momento y nuestros labios se unieron. Recibí una caricia en la mejilla. ¿Qué está sucediendo? Abrí los ojos y me encontré con Isabelle, quien se había montado sobre mí en el sillón. Su cabello todavía húmedo rozaba mis brazos provocándome escalofríos. Había algo anormal en todo esto. Algo prohibido en ello. Era un taboo. Con mis brazos la aparté de mí. Su mirada estaba perdida, como si estuviera viendo hacia la nada, pero no era así, nos estábamos viendo directamente el uno al otro, a través de sus ojos, yo podía ver a través de ella, era como estar flotando en un espacio sin gravedad mientras imágenes aparecen frente a ti, vi sus momentos felices y sus momentos más oscuros, pero no veía señales de lucidez en ella. Quería decirle que despertara, que había algo extraño, y como si pudiera ser capaz de leerme la mente, sus ojos volvieron a su estado normal, pude ver confusión en su mirada. La aparté de mí y apoyé contra el sillón. Su lucidez volvía de poco a poco.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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