Mentiras Peligrosas

#38 Del crepúsculo al amanecer

Tuve que llamar a Brandon para notificar que no podría asistir al trabajo, había acordado con Madison que ella cubriría mi turno. Ben preparó las maletas, lo que falló en notificarme era que no iríamos solos en el auto. Cuatro personas irían en el auto. Lo cual mezclado con el hecho de que mi último paquete de sangre se había desvanecido, volvería divertido el viaje, si es que no moría en el proceso.

La vida se había complicado y apestaba. Estaba hambriento, la cabeza me dolía y el tiempo pasaba lento. No me preocupaba mucho, el doctor me había referido con uno de sus contactos de confianza, el me vendería una pinta para contrarrestar el efecto, también me tomaría una muestra de sangre y me diría que tan letal es ese químico. Ben tenía un gran compromiso, tenía una cena con los padres de Gipsy y por alguna razón decidió tomar a dos rehenes para que le acompañaran. Para esta ocasión me había elegido a mi para mantener vigilada a Millie quien le había rogado a Ben para conocer a los misteriosos señores Raja.

El viajar no era nuevo para mí. Amaba mirar por la ventana, ver los árboles pasar y perderse a la distancia, saludar al ganado y gritarle a la madre tierra. Aquella situación no fue la misma, los síntomas de abstinencia eran diferentes y me estaban matando en forma de una cruda. Iba apoyado con la cabeza en la ventana, con nauseas, pensando cosas lindas para no vomitar. Millie quien se compadeció de mi me hacía aire con un abanico de tela, aquella brisa era lo único que separaba mi cuerpo de su propia autodestrucción.

—¿Cómo vas amigo? —Preguntó Ben desde el asiento del piloto.

Traté de contestarle, no obstante, una agrura me dijo que no.

Si existía el karma, yo estaba a punto de vomitar un montón de él.

—Creo que no lo lograra Ben, deberías hacerte a la orilla. —Expresó Millie preocupada por mi bienestar.

—Es solo malestar de cruda, estará bien. —Ben sabía que no lo estaría. Era mi cuerpo auto digiriéndose. Necesitaba sangre.

Me mentalicé para hablar y no vomitar. —Creo que necesitare un Bloody Mary. —Esa era la clave que habíamos acordado sobre mis necesidades especiales. Miré a Millie, que me veía con preocupación, probablemente porque había elegido su mejor atuendo para conocer a los padres de Gipsy. —Mátame. —En cualquier otra situación Millie se hubiese reído, creo que esta vez ambos hallamos un poco de verdad en esas palabras.

—Hay una estación de servicio a 10 millas Raymond. Solo ten pensamientos positivos. —Gipsy se mofó desde el asiento del copiloto. Pensamientos positivos. Es lo único que me separa de arrancarte ese arete que tienes y extirparte la oreja de un mordisco, pero hey, pensamientos positivos.

Estaba muy concentrado en mi lamento como para poner atención a la música en el estéreo. Solo sabía que Gipsy estaba empeñada en cantarlas todas. Fue un viaje eterno…

Hubo un momento en el que abrí los ojos y no había nadie en el auto, este se conducía solo, a través de una carretera llena de vueltas. Era de esas veces en que mi mente se ponía en automático y tenía que lidiar con una alucinación. Me tallé los ojos para quitarme lo adormilado, giré mi cuello, tenía tanta flojera que dejé escapar un bostezo. Torres de colores se dibujaron en los edificios. El auto era un pez en este mar llamado autopista.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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