Mentiras Peligrosas

#41 Una rata de laboratorio

 

 

Aquellas pruebas habían sido más dolorosas de lo que pensé, el maldito doctor me cortó con su bisturí solamente para observar que tan rápido se regeneraban mis heridas. Me tuvo bajo un suministro continuo de sangre, pero no el tipo de sangre que una persona dona para transfusiones, era el tipo de sangre que utilizaban para sacar pruebas de laboratorio, sangre infectada con alguna enfermedad.

Me sentí asqueado por consumir tanto hierro. Cuando las náuseas llegaron me aferré con fuerza al wc, lo poco que había comido había terminado en forma de vomito rojizo, Ben estuvo ahí para mí, me daba palmadas en la espalda, contaba chistes malos, probablemente para no terminar igual de asqueado que yo.

Me enjuagué la boca en el lavabo del baño, me limpié los rastros de vómito, pude verme en el espejo, aquel tono pálido era menos pálido que de costumbre, probablemente se debía a la glotonería a la que me sometió. Ben tuvo la iniciativa de ir a buscar algo de enjuague bucal o dentífrico que le quitara el asqueroso sabor a vomito.

Mientras me observaba en el espejo a detalle, no pude evitar pensar en las cosas que había comentado el doctor. “Tienes suerte de estar con vida, efectivamente te dieron una gran dosis de Blacklight, está actuando como veneno, probablemente haya represalias en estos días, efectos secundarios, es de esperarse que experimente más alucinaciones, periodos de debilidad, falla en las funciones motoras”.

Las luces del baño parpadearon, dudé que se tratara de una falla eléctrica, el hospital estaba mayormente vacío, tenía que ser algo más. Sentí una punzada tratando de freírme el cerebro. Entre el parpadeo de luces, pude notar una palabra escrita a base de arañazos en las puertas de los baños que estaban detrás de mí. Volteé hacia atrás para ver las letras, pero las puertas de los baños ya no estaban marcadas, apenas volví la mirada al espejo pude ver que las letras si estaban en las puertas. “NOSFERATU” era lo que se podía leer a través del reflejo.

Cuando Ben volvió con una botella de enjuague bucal en la mano, las luces dejaron de parpadear, las letras escritas a arañazos habían desaparecido, claramente estaba perdiendo la cabeza. —Ten. —Me pasó la botella de enjuague bucal, le pegué un trago e hice gárgaras con él hasta que sentí que el fétido olor a vómito desapareció.

Volví a la oficina del doctor, donde nos estuvo esperando por varios minutos, en lo que regresaba con los resultados de las pruebas. Se palpaba la emoción que sentía luego de haberme tratado como una rata de laboratorio. —Realmente es un caso especial.

—¿Soy lo suficientemente especial para estar en la vitrina? —Pregunté bromeando.

—Eres lo suficientemente especial y peligroso como para estar en un laboratorio de máxima seguridad en la antártica. —El no bromeaba. —Hare un envió de más bolsas de sangre a su dirección.

—Suena excelente, lo aprecio mucho, pero ¿de cuánto estamos hablando? —No quería meterme en un problema financiero que no pudiese manejar.

—Mientras mi interés por su caso se mantenga no tendrá que preocuparse por el pago. —Se puso de pie y me tendió la mano. —Espero que juntos logremos grandes cosas.

 



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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