Mentiras Peligrosas

#59 Children of the false gods

Desperté de lo que pareció haber sido un largo sueño. Sentía cosquillas en mi oído, el cabello se me estaba metiendo por la oreja. Sentí una sonrisa en mi rostro, aun no habría los ojos, la luz natural que se filtraba por la ventana me estaba tentando a despertarme.

No es de todos los días de que te puedes levantar frente a la verdadera bella durmiente, era lo único bueno que quedaba de este semestre. Estábamos metidos en las cobijas. Ella me veía atentamente desde la almohada, me veía como si fuese una obra de arte.

—¿Dormite algo? —Pregunté adormilado. Estiré los brazos, estos chocaron con el marco de la cama.

—No, estuve viéndote toda la noche dormir. —Sonrió. —¿Sabías que hablas dormido?

—¿Algo importante que haya dicho?

—Recuerdo haberte preguntado si me dabas cincuenta dólares y tu dijiste que sí. —Rio. —También murmuraste algo de monstruo. —Daniela se trepo encima de mí, me sujeto por las muñecas, acercó su dientes a mi cuello parecía que me iba a pegar un mordisco, pero se detuvo cuando notó aquella mirada de terror en mi rostro, y se dirigió a mis labios. —No me pierdas de vista, tal vez me convierta en un hombre lobo. —Mordisqueo mi labio con tan poca delicadeza que me terminó por realizar un corte en el labio. —Lo siento, creo que no medí mi fuerza. Aproveché su distracción para intercambiar posiciones, rodando para que ella quedase contra la cama y yo le sujetaba de las muñecas. —¿Me vas a castigar?

Me pasé la lengua por los dientes. —Voy a beber tu sangre hasta dejarte seca. —Antes de poder acercarme a ella fui interrumpido por el sonido de mis estómago. Tenía hambre. Parece que desde que hago ejercicio mis ciclos de alimentación son más regulares. —Tal vez te arranqué un pedazo de carne, con el que saciar mi hambre. —Ella se rio a carcajadas. —Aunque serias un desperdicio de carne, estoy dispuesto a cambiar por un sándwich con queso a la parrilla, papas fritas y una malteada.

—Está bien señor monstruo, continuaremos con esa amenaza después. —Se olió las ropas. —Pero si esta chica va a salir a desayunar, primero tiene que tomar un baño. —Le dejé ir, salió de la cama vistiendo una de mis camisetas la cual le quedaba exageradamente grande, vaya a mí me quedaba grande.

El cuarto de Daniela era casi una réplica del mío, tal vez un poco más de desorden en el suelo, prendas sueltas, cuadernos y papeles fuer de su lugar. Me acomodé en la cama y vi a mi alrededor. Normalmente me quedaba unos cuantos minutos sin hacer nada en lo que recobraba las sensaciones de mi cuerpo.

Daniela llamó mi nombre desde el cuarto de baño. —¿Vas a venir?

Arrastré los pies a través del suelo alfombrado, llevaba la mirada en el suelo en busca de mi teléfono celular, lo encontré en mis jeans que dejé en el suelo, me agaché para tomarle y justo cuando iba subiendo mi mirada divisó mi propio reflejo en el espejo. Tenía las venas marcadas en la cara, mi piel estaba pálida como la nieve. Me tallé los ojos para asegurarme de que no estuviese imaginando cosas, cuando volví a abrir los ojos todo estaba de vuelta a la normalidad. Aquello me había dejado un sabor de boca amargo.

—¿Vas a venir, Ray? —Replicó Daniela.

—En un momento. —Respondí. Me acercaba al espejo, me revisaba los ojos estirando mis párpados fuera del camino, no había señales de intoxicación o veneno, mis pupilas tenían su tamaño normal.

•••

—¿No te pasa que a veces ves cosas que no están ahí? —Pregunté. Nos encontrábamos subiendo las escaleras del restaurante, llevábamos una sombrilla compartida.

—¿Qué clase de cosas? —Preguntó Daniela. —A veces veo cosas que han estado mucho tiempo en mi cabeza, diría que se trata de estrés principalmente.

—Cosas. Es como si estuviese viendo mis pesadillas convertirse realidad.

Entramos al restaurante, compacté la sombrilla una vez dentro, arrastramos los pies por el tapete para secar nuestros zapatos. Nos asignaron una mesa cerca de la ventana, las gotas de lluvia chocaban con el cristal dibujando extrañas siluetas.

Rápidamente la mesera se acercó a nuestra mesa para tomar nuestra orden.

—Recuerdo días como estos de vuelta en Trinity hace unos años, Leonard y yo tomábamos el auto y conducíamos en busca de comida chatarra, no son tan comunes las lluvias como aquí, pero recuerdo varias ocasiones en las que nos quedamos varados debido a la intensidad de esta.

Ella sonrió. —No hablas mucho de tu hermano.

—Tenemos muchas cosas sin resolver, pero la sangre que nos une no se puede borrar.

—¿Cómo es el?

—De cierta forma me recuerda físicamente a Logan, le preocupan los demás, es un optimista sin remedio, le gusta hacerle saber a las personas que él siempre tiene razón, normalmente no abandona a nadie.

—Suena como un buen sujeto. —Miró por la ventana.

—¿Cómo es tu hermana, es tan agradable como tú?

—Ella te diría que yo soy la amargada, la enojona y la consentida. Al principio te lo discutiré, pero después terminaría aceptando la realidad. —Se rio. —Somos gemelas idénticas, a veces también parece que pensamos igual. Es mi persona favorita en todo el mundo, mi mejor amiga, mi compañera de crímenes.



#1333 en Paranormal
#6033 en Thriller

En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.