Mentiras Peligrosas

#65 Mind eraser

—Sabes que haría si tuviera tu poder.  —Hizo una pausa. No era la primera vez que Ben me diría lo que haría en mi lugar. —Resolver misterios. Simplemente forzarías a los sospechosos a decirte la verdad.

—Entiendo lo que dices, pero no es tan fácil como crees. —Tomé un trago a la soda. Ben me veía impaciente desde la silla. Su oficina parecía más bien el cuarto de un niño de doce. No lo decía solamente por los dulces. —No todas las personas se doblegan. Vaya, he vivido un año con “eso” y hace unos días que me di cuenta de que podía hacer eso. Realmente no me gusta husmear en las mentes de los demás. Todos guardamos secretos. A veces parecería que no solo yo puedo ver a través de ellos, si no que ellos también pueden ver a través de mí.

—¿Dijiste que hipnotizaste a Isabelle para que se metiera contigo a la ducha?

—Si. Pero ambos estábamos super débiles. Puede que ella haya visto cosas sobre mí, cosas que no quisiera que fueran públicas.

—No sé porque te preocupas. Me dijiste que ella nunca te dijo nada sobre el beso, probablemente ni siquiera lo recuerde. Todos estábamos borrachos aquel día, vaya yo no recuerdo ni que desayuné hoy y estoy completamente sobrio. —Hubo un momento de silencio. —Hay una pregunta que he querido resolver desde hace tiempo. He cargado con la culpa y el peso que requiere mantener silencio.

—¿Qué pregunta?

—Ya lo sabrás.

•••

No hubo mucho que hacer luego de que saliéramos de la biblioteca. Estaba enfadado con el mundo. En algún punto en el que entramos la lluvia se precipitó, por lo que al salir decidí salir a dar un paseo. Necesitaba estar solo.

Me refugié en la entrada de una alcantarilla, estaba sentado sobre un bote de basura volteado. Tenía tanto frio que vi la posibilidad de pescar un resfriado. No fue así.

El agua comenzaba a arrastrar basura hacia las alcantarillas. Botellas, hojas, volantes, etiquetas. Todo lo que puedas imaginar. Me sorprendió ver una pancarta ser arrastrada por la corriente. Eran de la manifestación de hace unos días. Había visto la imagen mil veces en internet. Eran las víctimas de Glassdrop. Desde la primera hasta la última.

La única forma en la que este misterio podría resolverse era si resucitaba a un muerto. Ni siquiera estaba seguro de si “eso” era capaz de levantar a los muertos.

Tal vez Dani tenía razón, esta no era mi pelea.

Cuando la lluvia disminuyó, salí del escondite. Tenía que ir por mis cosas a casa de Gipsy.

Realmente esperaba que al llegar todos me recibieran con los brazos abiertos. Nos pusiéramos a beber un poco y nos despidiéramos de una vez por todas. No fue así. En la casa solo estaba Gipsy, no había rastro de Isa o Logan.

Gipsy había sacado una botella de vino y se había servido varias copas. Esto pude deducirlo cuando sentí su aliento en la cara. Me invitó un trago, sirviéndome un mojito con la limonada que tenía hecha en el refrigerador.

Tomé asiento en el sillón de la sala. Me mantuve en silencio por gran parte del tiempo. Gipsy se había quitado las gafas, mostrando sus ojeras y ojos llorosos. Dio el trago final a su copa y la rellenó con la botella del tinto que llevaba entre las piernas. —¿Qué vas a hacer ahora?

—No lo sé, creo que iré a casa.

Probablemente había bebido de más, pero se mostraba enojada. —¿A caso existe un lugar al que aun puedas llamar casa? —No me molesté. Entendía sus razones para estar enfadada, habíamos perdido tanto tiempo.

—Espero que lo haya, no sé qué haría si lo perdiera todo.

Nuevamente se construyó el silencio. Notaba el esfuerzo que hacia Gipsy por hablar, pero cada vez que quería mencionar algo, terminaba por dar un sorbo al vino. Cuando la botella dejo de llenar su copa, decidió que había sido suficiente, que tenía que decirlo.

—El me propuso matrimonio. —Aquello le había sido tan difícil de mencionar. La vi a los ojos, realmente le dolían aquellas palabras. —Me lo propuso antes de que fuéramos a Saint Fatima por mi cumpleaños.

Por eso sus padres estaban tan molestos. Ben tuvo que contarles que había pedido la mano de su hija, y ella había aceptado casarse con él. Esto solo empeoraba la situación. —Lo siento mucho.

—No sé qué hacer.

—Ya somos dos. —Pensé.

—Se fue tan repentinamente, había tantas dudas, tantos misterios que quería resolver. —Aquello me sonaba familiar. —El baboso decía que iba a averiguar cuál era la fórmula secreta de la coca cola. Que iba a averiguar quién mato a Kennedy. Incluso dudaba de sus amigos.

Esas palabras hicieron eco en mi cabeza. Era hora de jugar sucio.

Puse el mojito a un lado. Me levanté del asiento y me planté frente a Gipsy. —Necesito que me des tus manos. —Me rodeó con los ojos, soltó la copa. Le sujete por las muñecas para asegurarme que no tratara de irse. —Veme a los ojos. —Sus ojos se posaron en los míos.

No sabía cómo hacer esto. Pero estaba a punto de descubrirlo.

Sin parpadear. Mantuve la vista fija sobre sus ojos. Aunque no lograba concentrarme lo suficiente. Su boca apestaba a vino. Cuando aquellos detalles dejaron de importarme, pude notar aquello que había ignorado tano tiempo sobre Gipsy. Sus ojos marrón que lloraban una triste historia.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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