Mentiras Peligrosas

#73 Mientras el lobo no esta

Ninguno estábamos preparado para lo que no esperaba allá abajo.

Los túneles se extendían nuevamente, pero las huellas que había en el suelo se veían recientes, por lo cual decidimos que sería nuestra guía en esta parte desconocida del subterráneo. Me mantuve atento a mis sentidos, al filo de la situación, listo para utilizar el bate de beisbol si era necesario.

Gipsy había gastado miles de dólares en equipo, una chaqueta metálica ligera, un arma de fuego como aquellas que llevan los polis. Compró varios cargadores y un cuchillo de combate, realmente este era el fin del camino, el punto sin retorno.

Nuestro sendero era un gran túnel que simulaba un cilindro con una parte plana, charcos de agua de cloaca y basura estaban repartidos en el trayecto. La reacción de Ali ante el coctel de olores no tuvo precio, tiró del cuello de su camiseta y se trató de tapar la nariz, desafortunadamente el olor se había impregnado en nuestras ropas. Entonces tuve curiosidad, estaba intrigado por el método que Logan utilizaba para salir de este lugar sin que nadie sospechara, de tanto estar aquí abajo sus ropas tendrían que haberse apestado, a menos que solo utilizara un cambio de ropa para cuando estaba aquí y nunca utilizaba esa ropa con nosotros.

Ninguno hablamos, supuse que nos brindaría el elemento sorpresa. Aunque dentro de mi sabía que él nos estaba esperando, ella nos estaba esperando. Lo han estado haciendo desde que unimos el primer par de pistas.

Llegamos al final del pasillo donde una puerta cerrada nos bloqueaba el paso, Gipsy giró la manija, pero la puerta permaneció estática. La aparté del frente. Retrocedí unos cuantos pasos y cargué con una patada que rompió el cerrojo de aquella puerta. El golpe hizo eco en los túneles, hasta ahí legaba nuestro elemento sorpresa.

Nos encontrábamos en una gran cámara semi circular, varios pasillos conducían fuera de ella, cada uno separado noventa grados.

—¿Hacia dónde, Sherlock? —Gipsy apunto la linterna alrededor, sin embargo, no había nada más que maquinaria vieja, cajas y basura.

—No lo sé, nunca había llegado tan lejos.

—Pero ¿este es el lugar?

Investigue alrededor de la cámara, cerca de las salidas, buscando un estímulo que seguir. Tomé una gran bocanada de aire que me supo a vómito, pero pude distinguir el incomparable sabor ferroso de la sangre. Debía ser demasiada si es que lograba saborearla en el aire. Mi nariz se convirtió en el norte de mi brújula, y apuntaba exactamente hacia la sangre. —Definitivamente es por aquí.

Avanzamos por el pasillo a nuestra derecha, el olor se intensificaba conforme nos adentrábamos. Sabia hacia donde íbamos, lo delató el hedor a putrefacción, eran las celdas.

Tras la puerta número uno de la nueva cámara se encontraba el pabellón de celdas, un calabozo subterráneo secreto en el que nadie te escucharía gritar. Cuando abrimos la puerta nos golpeó la fetidez que estaba contenida tras aquel panel metálico. Ali se doblego se echó a vomitar, un olor más agradable.

Me acerqué a las celdas y las revisé una por una. Cadáveres roídos, negros, los cabellos se caían por lo dañado de la carne. Salido de una pesadilla tripofobica, el cuerpo de la primera mujer tenía tantas heridas como poros, sea lo que sea que le hizo eso estoy seguro de que no fue divertido.

La segunda, tercera, cuarta y quinta celda tenían cadáveres similares, pero en la cuarta y quinta una especie de moho envolvía a la celda, era como ver raíces de árboles salir de la tierra. Parecía que los muros estaban hechos de carne.

Aquella voz en mi cabeza me indicó que estaba cerca, sin embargo, no necesitaba que un demonio me lo recordara, el ambiente estaba tenso, se saboreaba el peligro, estábamos en su patio de juegos, en su laboratorio en el que el enjambre jugaba a ser Dios.

Ali fue la primera en ver a la prisionera en la última celda. Me intercambió una mirada de pena. Me acerqué a observar.

Encadenada de los brazos hacia el techo, con los pies apenas tocando el suelo, estaba Madison, o lo que alguna vez fue Madison. Pálida como papel, ojos blancos como cataratas, no había un solo cabello en su cabeza.

Le habían diseccionado como una rana, le sacaron las tripas y las pusieron en un valde, la habían utilizado como fuente de sangre y no se detuvieron hasta que la dejaron seca.

Sentí las manos frágiles, casi suelto el bate de las manos. Gipsy puso su mano sobre mi hombro, no era momento para que lamentáramos la perdida, ya habría tiempo una vez que el enjambre dejara de existir.

Antes de que pudiéramos continuar, Ali quedo paralizada ante un chillido, su mirada se devolvió a la entrada.

Un segundo chillido recorrió la habitación, un pequeño par de ojos blancos brillaban en la oscuridad al ras del suelo. Tenía que ser el rey de las ratas, el Nosferatu, vigilándome de cerca. Pero Ali no estaba asustada de la rata, estaba asustada de la figura detrás de esta, cuyos ojos eran más grandes.

Significaba que no era una alucinación, eso realmente estaba ahí. Ali sacó rápidamente su pistola del pantalón, le quitó el seguro, tiró de la corredora y apuntó a la figura ocultándose en la sombra.

La tensión nos comía, este era el enfrentamiento final. —No hay donde esconderse, Logan. —Dijo Ali lista para disparar.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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