Mentiras Peligrosas

#77 Revival

Me sentí en contacto conmigo mismo, en un ambiente de extrema tranquilidad. Nunca me había sentido tan bien. Por alguna razón no recordaba lo que había sucedido hace unos instantes, pero eso no me preocupaba.

Disfrutaba del vacío, la nada y el todo, algunos dirían que este es el fin. Aunque no vi la cara de Dios, no ardí en las llamas del infierno y definitivamente no estaba en el cielo. Era como dormir, aunque no sabía si iba a despertar.

Con el tiempo me aburrí del vacío, aunque para ser exactos ya no tenía una noción exacta del tiempo. Tuve una idea, la oscuridad me recordó al Glassdrop Ballroom, probablemente lo pensé con tanta fuerza que poco a poco comencé a verlo materializarse frente a mí. Los asientos vacíos, la pista de baile, el escenario, las luces se encendieron y me di cuenta de que estaba caminando, llevaba las mismas ropas que en mi último recuerdo.

Vi las manchas de sangre y tierra, pero no me molesto. Comencé a desarrollar curiosidad por el lugar, era como si estuviera sobre una caminadora, moviéndose sin llegar a ningún lado. Intente correr, sucedió lo mismo.

—No lo recomiendo, no gastes tus pensamientos en ello. —En uno de los asientos se encontraba aquel ser con vestimenta negra. —No sé cuánto dure esta ilusión, tu cerebro se está quedando sin oxígeno, así que iré al grano. —Le vi detenidamente, me resultaba familiar, aunque no lograba recordar su identidad. —Ambos sabemos quién soy, aunque probablemente no me conozcas por esta carcasa frágil.

Como un flashazo de recuerdos, me vi en el baño del almacén. —El Nosferatu.

—Has sido muy útil, eres de los pocos que son de utilidad y siguen mis órdenes. Te tengo malas y buenas noticias. La mala es que tu vida pende de un hilo, la buena es que yo sostengo ese hilo. —No me fiaba de sus oscuras intenciones, Nico me había dicho que el Nosferatu no se interesaba en mortales como nosotros, me había estado manipulando desde el momento en que elegí a Glassdrop por encima de otras ciudades. —Necesitó que destruyas a la reina, su corazón, nadie debe volver a tocar ese corazón, nadie debe responder a ese latido. —Suspiro. —Una vez que te devuelva a la vida, serás libre de hacer lo que quieras, nuestros hilos se habrán roto, eres libre de hacer lo que desees.

—Entonces porque haría lo que me pides.

De pronto su figura cambió, perdió su humanidad, mostró su verdadera forma, la apariencia con la que se había mostrado frente a mí en los túneles. —Si lo haces desharé la maldición que aflige a la persona que amas.

Sentí emoción, pero no la emoción que mi cuerpo físicamente percibe, una expresión metafísica de ella. —¿Puedes deshacer esto? —Me refería a “eso”.

—Si, aunque me temo que la respuesta no es la que quieres escuchar. Lo hare, ella no tendrá que seguir viviendo de esa manera. El tiempo se agota pequeño Nosferatu.

El siguiente paso fue despertar. Justo así, como si me hubiese quedado dormido. Estaba envuelto en una onda de calor. Me sentía seguro en ese lugar. Era como estar en las cobijas en durante un día nevado, como tomar un chocolate caliente en la cena, como ver el atardecer entre las montañas.

Una caricia recorría con sutileza mis mejillas y descendía hacia mi barbilla. Sentía una familiaridad en el tacto. Era alguien que era muy importante para mí.

Abrí mis ojos y fui bienvenido de vuelta por un par de avellanas ligeramente tostadas. Me veían con alivio y felicidad. Escurrían lagrimas por sus mejillas. Sus brazos me sujetaron fuerte y me acercaron a su pecho donde pude sentir el ritmo de su corazón. Y me di cuenta de que estaba en el lugar correcto. —¿Por qué no me dijiste? —Preguntó.

—Planeaba hacerlo. —Mofé. Mis brazos la envolvieron en un cálido abrazo. —La pregunta te la puedo hacer a ti también, ¿por qué no me dijiste?

 Traté de inclinarme, alcanzar una posición en la que quedase sentado. Lo primero que vi con claridad fueron mis manos, tatuadas en sangre, froté mis dedos, ciertamente había más detalles que en la simulación. Giré la cabeza para aliviar mi dolor de cuello. Tomé una gran bocanada de aire. Con un poco de esfuerzo me puse de pie.

Tenía la mente clara, sabía lo que tenía que hacer.

Supongo que fue la ligereza, la claridad o el hecho de que ya no había secretos entre nosotros, que cuando vi esos ojos no quise separarme de ellos. Llevé mi mano a su mejilla, hice círculos con mi pulgar, para acariciarla.

Sin miedo a nada froté mis labios con los suyos, sentí su respiración, una expresión de su corazón que era imposible de ocultar. Me detuve ahí, sabía que teníamos nuestros asuntos sin resolver, y como si pudiese leer mi mente, dijo. —¿No me vas a besar? —Era nuestra luz verde para escapar. Dani siempre eliminaba la distancia entre nosotros, era ella quien había visto más allá de mí, era ella quien me quería, aun así.

Ni durante el fin del camino Ali dejo de ser una aguafiestas. Carraspeo para llamar nuestra atención. —Si, sí, estoy muy feliz de verte de pie, pero tenemos que irnos.

Recordé mi encomienda, aparté a Dani de mí, examiné el suelo en busca de Logan. Al menos lo que quedaba de él. Caminé hacia él, me arrodillé a su lado y puse mi oído en su pecho. Escuché con atención. Aquel palpitar oscuro, el sonido del abismo.

Alcé la mano, Gipsy se acercó con un cuchillo. Sin poder mirar directamente clavé la hoja en su pecho justo donde debería estar el corazón, el cuerpo se estremeció, pero no dio lucha. Tuve que utilizar extrema fuerza para sacarlo de ahí. Definitivamente latía, y no era un corazón, era una masa de carne, latente, que tenía sus propios órganos, ojos, dientes.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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