Mentiras Peligrosas

Trinity

Le tomó toda la tarde conseguir el valor para pararse frente a la casa de sus padres. Estuvo practicando lo que le diría a cada uno de ellos.

Su madre nunca le abandonó pese a su decisión de irse de la casa, incluso en los peores momentos siempre encontraba una forma de apoyar a su hijo sin importar la distancia. Lo que le preocupaba era no poder pedir perdón de forma sincera, sabía que podía decir las palabras, pero no estaba seguro de considerarse merecedor del perdón.

Por otra parte, su padre le había demostrado mediante actos de violencia lo furioso que estaba con él. Estaba seguro de que lo pondría en su lugar si intentaba ponerle un dedo encima.

Se detuvo frente a la puerta incapaz de golpear. Aquel valor que lo había llevado de regreso a Trinity se había esfumado. Dejo caer sus brazos a los costados. Estaba derrotado, había llegado tan lejos solo para echarse para atrás. Fue la misma autoestima la que le llevo a pensar que tal vez no merecía el perdón, que no estaba listo, que debió haber esperado.

Se le erizó la piel cuando escuchó pasos aproximándose por su espalda. Su garganta se secó, su corazón se detuvo, se llenó de inmensas ganas de vomitar. Escucho la voz de su madre. Esta estaba extrañada por el vehículo que se había estacionado en su acera, Daniela se mantuvo oculta a la distancia, había decidido darle su espacio a Ray. Entonces su madre volteó a la puerta de su casa para encontrarse con lo que pensó que era un extraño. Al cual se acercó para preguntarle que lo había llevado a su domicilio.

Ray volteó, esta llevaba bolsas de despensa en las manos, las cuales cayeron al suelo cuando vio a su hijo parado frente a ella. Incapaz de creerlo se talló los ojos solo para confirmar que, en efecto, su hijo había vuelto. —Ray.

Este sintió sus ojos pesados, luchaba contra su impulso de llorar, su cara se volvió roja como un tomate en cuestión de segundos.

Su padre quien se había quedado atrás para bajar el resto de las compras llevaba una versión distinta de la chamarra de mezclilla que Ray le había robado la última vez que estuvo en esta casa, esta era afelpada por el interior. La reacción de este fue similar a la de su madre, dejó caer las bolsas. La única diferencia fue que se acercó en su dirección, Ray sintió el terror, recordó los golpes, los gritos, su tristeza mutó en rabia.

Trató de alzar los brazos para defenderse, pero este le tomó por sorpresa envolviéndolo en un abrazo. El padre pronunció entre sollozos. —Lo siento tanto. —Era una reacción que había confundido a Ray, no se había preparado para encontrarse con una versión distinta de su padre. —No debí haberte echado. —Ray murmuró palabras que no creyó que diría en su vida “papá”.

Quedó sin palabras, su madre se unió al abrazo. Los tres se quedaron bajo la nieve, donde dejaron atrás las máscaras de dureza.

—Tan egoísta te volvió la universidad que ni siquiera saludas a tu hermano. —La puerta de la casa se había abierto y parado frente al umbral se encontraba Leo, vestía un suéter de cuello alto, el cual ocultaba su cicatriz. Este le sonreía a su hermano.

Le tomó toda la tarde conseguir el valor para pararse frente a la casa de sus padres. Estuvo practicando lo que le diría a cada uno de ellos.

Su madre nunca le abandonó pese a su decisión de irse de la casa, incluso en los peores momentos siempre encontraba una forma de apoyar a su hijo sin importar la distancia. Lo que le preocupaba era no poder pedir perdón de forma sincera, sabía que podía decir las palabras, pero no estaba seguro de considerarse merecedor del perdón.

Por otra parte, su padre le había demostrado mediante actos de violencia lo furioso que estaba con él. Estaba seguro de que lo pondría en su lugar si intentaba ponerle un dedo encima.

Se detuvo frente a la puerta incapaz de golpear. Aquel valor que lo había llevado de regreso a Trinity se había esfumado. Dejo caer sus brazos a los costados. Estaba derrotado, había llegado tan lejos solo para echarse para atrás. Fue la misma autoestima la que le llevo a pensar que tal vez no merecía el perdón, que no estaba listo, que debió haber esperado.

Se le erizó la piel cuando escuchó pasos aproximándose por su espalda. Su garganta se secó, su corazón se detuvo, se llenó de inmensas ganas de vomitar. Escucho la voz de su madre. Esta estaba extrañada por el vehículo que se había estacionado en su acera, Daniela se mantuvo oculta a la distancia, había decidido darle su espacio a Ray. Entonces su madre volteó a la puerta de su casa para encontrarse con lo que pensó que era un extraño. Al cual se acercó para preguntarle que lo había llevado a su domicilio.

Ray volteó, esta llevaba bolsas de despensa en las manos, las cuales cayeron al suelo cuando vio a su hijo parado frente a ella. Incapaz de creerlo se talló los ojos solo para confirmar que, en efecto, su hijo había vuelto. —Ray.

Este sintió sus ojos pesados, luchaba contra su impulso de llorar, su cara se volvió roja como un tomate en cuestión de segundos.

Su padre quien se había quedado atrás para bajar el resto de las compras llevaba una versión distinta de la chamarra de mezclilla que Ray le había robado la última vez que estuvo en esta casa, esta era afelpada por el interior. La reacción de este fue similar a la de su madre, dejó caer las bolsas. La única diferencia fue que se acercó en su dirección, Ray sintió el terror, recordó los golpes, los gritos, su tristeza mutó en rabia.



#1333 en Paranormal
#6033 en Thriller

En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.