Mentiras peligrosas

Secreto al descubierto

A la mañana siguiente me había despertado con un pequeño cuerpecito encima, había fingido dormir y cuando lo siento bajar la guardia lo abrazo y arrastro a mi lado, lo lleno de besos, él ríe removiéndose.

- Buenos días mami, te hice el desayuno ‒me mira con sus grandes ojos negros, sin duda era mi razón de ser.

- Mi guapo caballerito ‒revuelvo su cabello, él ríe removiéndose‒. Vamos, ¿hoy quieres hacer algo? ‒ladea la cabeza mirándome atento.

- No sé, quizás después del desayuno ‒asiento de acuerdo.

- Deja me baño rápido y bajo, ¿te parece? ‒él asiente, se pone de pie y corre fuera de mi cuarto. Suspiro de amor, me pongo de pie y voy al baño, mientras estoy sentada abro la llave para que el agua caliente salga, necesitaba relajar mi cuerpo.

Cuando termino y tras comprobar el agua, entro y al instante de tocar el agua mi cuerpo se relaja al instante, de verdad que anoche había sido por demás estresante, primero Duncan y luego Ancel, aunque claro, ambos habían provocado diferentes reacciones, mientras Duncan me había irritado y molestado su presencia durante cada segundo que pasó en esa mesa, el otro me había puesto nerviosa, mi cuerpo había reaccionado por instinto a los recuerdos, niego, eso jamás debía volverse a repetir, él era demasiado peligroso, sobre todo para mi corazón, no quería otro trago amargo como con Duncan, era mejor seguir su vida como hasta ahora, dedicarme a mi trabajo, hijo y abuela, eso era todo.

Cierro la llave, salgo envuelta en una toalla, me apresuro a vestirme y salgo de mi habitación, en la mesa esta mi pequeño con tostadas, mermelada, leche y cereal, sonrío, me había servido un plato pero sin leche.

- Ta da ‒me muestra emocionado, me acerco para besar su cabeza y sentarme a su lado. Me sirvo leche y comienzo a comer alternando entre una tostada, según sabía mi abuela había salido a misa y a otras cosas, era bueno que se divirtiera de vez en cuando.

Frunzo el ceño cuando escucho el timbre, no recordaba haber pedido nada, mi abuela tenía llaves, hoy Melinda no venía, ¿era alguien de alguna religión? Suspiro irritada y me pongo de pie, esperaba que no fuera uno de esos tipos, era demasiado temprano para oír sermones.

Abro la puerta y miro al hombre frente a mí, sentía que lo había visto antes pero no dónde.

- ¿Es la señorita Edith Gastrell? ‒mi cara de disgusto pronto pasa a la de sorpresa.

- ¿Te mandó Ancel? ‒tenía lógica, él era el único que sabía quién era.

- No, me presento, soy Noud Van Leeuwen, y Lars Van Leeuwen era mi padre, y usted señorita, tuvo un hijo con él ‒mi boca se abre con sorpresa, demonios, ese tipo era el hermano muy mayor de mi hijo.

- Pasa, pasa ‒lo invito todavía aturdida, él pasa y cierro la puerta, prefería hablar esto dentro de la casa‒. ¿Cómo supiste dónde encontrarme? ‒lo había llevado a la sala e invitado a sentarse, lo que había hecho.

- Pues verás, estaba revisando la información de la antigua computadora de mi padre, revise todo incluido su correo personal, resulta que tu correo se fue a spam, mi padre no solía revisar esa carpeta ‒se encoge de hombros‒, quería ver que no había nada importante, o en su defecto, algo de información sobre la extraña mujer que lo cautivó cuando vino, y bueno, me llevé una enorme sorpresa al ver que en efecto, había mucha información ‒dice serio, era por lo menos veinte años más joven que su padre, pero era igual de atractivo.

- Sí, la verdad me costó un poco de trabajo encontrar su correo, y sólo encontré el de su empresa, supongo que por eso se fue a spam ‒así que jamás lo supo, que mal­‒. Me pareció correcto hablarle de mi embarazo, no con la intención de que se hiciera cargo ni mucho menos, sólo que lo supiera ‒él asiente, había leído la carta.

- Fue bueno que agregaras el domicilio, porque en realidad, con el nombre no encontré nada, es como si no existieras ‒bueno, eso quería decir que Ancel había hecho un excelente trabajo.

- Algo así ‒me encojo de hombros restándole importancia.

- ¿Él sabe de la existencia de nuestro padre, de mí? ‒me mira atento.

- Sí, le explique de una manera que pudiera entender la situación, seguimos tu vida a través de internet, que no es mucha, la verdad ‒rio bajo, bueno, él era un hombre de negocios y no necesitaba exponerse tanto como yo, que era una actriz.

- Comprendo, te agradezco que lo hicieras ‒me dedica una pequeña sonrisa, vaya, sí que era atractivo, ojalá que hubiera sacado esos buenos genes.

- Mami, ¿quién es? ‒escucho a mi pequeño acercarse, era muy curioso.

- Cariño, te tengo una sorpresa ‒me pongo de pie y camino hacia él cubriendo al invitado.

- ¿Qué es mami? ‒me mira emocionado, no puedo evitar sonreír.

- Pues verás ‒lo alzo de tal modo que no pueda ver.

Noud:

Decir que estaba nervioso era quedarse cortó, le llevaba a ese pequeño más de veintitrés años, a estas alturas bien podría pasar por mi hijo.

La había visto ponerse de pie y sólo había alcanzado a ver una mata de cabello negra. Edith era muy hermosa, entendía porque mi padre había quedado encantado con ella, pero había algo más, algo en sus ojos que estaba seguro, había cautivado a mi padre.




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