Gente, la siguiente escena esta un poco subida de tono, así que si te sientes incómodo, pueden saltárselo, pero si no es el caso, espero lo disfrutes.
ALERTA +18
Edith:
Había disfrutado lo más que había podido sin ponerme nerviosa, les había dicho que tenía que irme unos días por cuestiones de trabajo, mis pequeños no cuestionaban nada gracias al cielo y eso era todo lo que importaba.
Esta vez el señor Adam no me recogería, Ancel había enviado a alguien para esa tarea, había comprado alguna ropa adecuada, no sabía muy bien como iría todo, pero debía estar preparada.
Antes de subirme saludé al hombre y este me devolvió el saludo de manera muy amable, cosa que agradecí porque ya estaba nerviosa.
El viaje duro cerca de dos horas, en otras circunstancias habría intentado dormir, pero sin duda, ahora era imposible. Incluso intente distraerme con el paisaje, que era muy bello pero no me ayudó mucho con aquello.
Cuando el chófer avisó que ya habíamos llegado, me sorprendió ver una preciosa y rustica cabaña, era grande y podía decir que era lujosa.
Me ayuda a bajar y también toma mi maleta, me acerco a la entrada y él ya me está esperando, luce una camisa sin mangas, pantalones de mezclilla y va descalzo, Dios bendito, incluso así se ve demasiado sexi, trago saliva.
- Bienvenida Edith ‒me sonríe de manera pícara y juro por Dios que tengo que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no caer cual mosca en la miel.
- Gracias, el lugar es muy bello ‒intento sonar casual, era una actriz consumada, debía bastarme para no mostrar lo nerviosa que estaba, él había sido el último hombre con el que me acosté, así que sí, había pasado un largo tiempo.
- Me gusta porque está lejos de todo, estoy seguro que nadie me va a molestar ‒veo al chófer pasar con mi maleta, él le dice donde ponerla mientras me invita a pasar. Sí, lujoso era la palabra correcta para el interior.
- Supongo que sueles desconectar mucho aquí ‒ríe bajo negando.
- No de la manera que crees ‒me guiña un ojo, trago saliva.
- Si me necesita, llámeme ‒le dice el chófer a Ancel, este asiente antes de verlo salir y poco después, alejarse.
- ¿Comiste algo? Puedo prepararte algo ‒niego, no creía poder probar un solo bocado.
- Estoy bien así, pero gracias ‒él asiente sonriendo, muerdo mi labio ansiosa.
- Te voy a mostrar la habitación, cómo no te dije a dónde venías, tengo listo unos trajes de baño para ti, iremos a nadar un rato ‒en realidad no había traído, eso fue en lo único que no pensé.
- Gracias ‒le sonrío con timidez, caminamos unos segundos hasta dar con un cuarto bien iluminado, una cama grande y una vista preciosa al lago.
- Ahí están los trajes de baño, elige el que más te guste ‒me guiña un ojo antes de caminar al baño, bueno, era su casa y podía ir a donde quisiera.
Me acerco al perchero y miro los trajes de baño, al final me decanto por uno de dos piezas en color blanco con flores azules, me gustaba la parte de abajo porque no parecía mostrar mucho, no es que me diera pena o similar, pero prefería estar cómoda por ahora. La parte de arriba se amarraba por enfrente.
Me giro esperando a que salga del baño, y cuando al fin lo hace, casi se me cae la mandíbula al verlo, lucía un short a modo de traje de baño, pero no era eso lo que me había secado la boca, era el hecho de lo ajustado que era y de lo sexi que estaba.
- Permiso ‒es todo lo que puedo decir al ver su cara de: te pille viéndome, que vergüenza. Me apresuro a cambiarme y tras mirarme al espejo, asiento dándome ánimos, me veo bien, estoy cómoda y es perfecto.
Me coloco el pareo antes de salir, por su mirada puedo saber que le gustó mi elección.
- Vamos, quiero disfrutar de cada minuto contigo ‒lamo mis labios de manera inconsciente por sus palabras y sobre todo, el tono. Asiento y caminamos fuera de la habitación, el lugar era tranquilo, y de ser otras las circunstancias, estoy muy segura que lo estaría disfrutando.
Cuando llegamos a la zona de la piscina, me sorprende que no es muy grande, lo que está bien. Se acerca a la orilla antes de echarse un clavado, antes de que salga me quito el pareo y lo imito, suspiro al sentir el agua, estaba tibia.
- Gracias al cielo no estaba fría ‒digo nada más verlo salir.
- Dios no permita que pases frío ‒se acerca a mí, Dios santo, en cualquier situación se veía bien, caliente y delicioso, o él era todo eso o yo había pasado demasiado tiempo célibe.
- Bueno, para suerte tuya, no lo permitió ‒se para frente a mí y siento sus manos en mi cadera.
- Aunque no me habría importado mantenerte caliente ‒susurra en mi oído, me estremezco. Lame mi cuello y jadeo bajo, sube un poco y comienza a chupar mi lóbulo, me pega más a él y no puedo creer que tenga una gran erección, siento que no hemos hecho mucho‒. Llevo demasiado tiempo imaginando esto, deseando tenerte para mí ‒su voz sale ronca, lo que envía un escalofrío por mi columna vertebral.
- ¿Por qué yo? ‒mi voz sale baja, trazaba círculos en mis caderas.