Mentiras peligrosas

Calma antes del caos

Edith:

Había vuelto muy temprano por la mañana, el llamado comenzaba a medio día por lo que tenía tiempo, por suerte había podido ver a mis hijos antes de que Bras se fuera a la escuela y el tutor de Luc llegará.

No fue hasta que mi abuela me hizo la observación que recordé las marcas que Ancel me había dejado, tuve que mentirles a mis hijos y decirle que al lugar donde fue había mosquitos y plantas que me habían picado. Mi abuela no dijo nada pero basto con su mirada juzgadora para saber lo que pensaba.

Dios santo, era una adulta y lo único que había hecho era saldar una deuda pendiente, aunque hubiese disfrutado muchísimo pagándola.

Estaba agotada, anoche no me había dado tregua y nos habíamos quedado despiertos hasta bien entrada la madrugada, así que acaso había dormido unas tres o cuatro horas, y si hacíamos el recuento total de las horas que dormí durante esos tres días, no daban ni ocho horas, no sé cómo había podido aguantar tanto, aunque si nos enfocábamos en lo positivo, significaba que mis entrenamientos estaban rindiendo frutos y que durante la grabación no habría ningún problema, ¿verdad?

Justo cuando mi mente comenzaba a calmarse, recordé la única vez que lo hicimos sin protección, estaba dentro del rango para tomarme la pastilla del día siguiente, me excuse con mi abuela diciendo que necesitaba ir a comprar un ungüento para las picaduras, ella me dedico su mirada de: como no, así que me apresuré a la farmacia más cercana, me sentía tan estúpida porque era una maldita adulta que tenía vergüenza de pedir una pastilla del día siguiente, no había nada de malo, uno podía tomarla por cualquier razón, ¿verdad? Siempre que fuera para cuidarse, no debería haber ningún problema, pero igual me sentía como una adolescente que había sido pillada infraganti con su novio detrás de las gradas, en definitiva, el sexo casual no era para mí.

Me trago la pastilla, le doy un gran trago a la botella de agua antes de volver, y lo primero que vi fue a Rose, la mujer más observadora de la vida.

- Dios Santo Edith, te ves radiante y al mismo tiempo, como si no hubieses dormido en tres días ‒muerdo mi labio, no podía contarle nada a Rose aquí, con el tutor, mi hijo y mi abuela bajo el mismo techo.

- Eso es poque mami tabajo en un luga donde la picaron moquitos y pantas ‒me giro a ver a mi pequeño, al parecer venía del baño cuando nos vio.

- ¿Mosquitos y plantas? ‒se gira a verme con detenimiento, intento esconder las marcas de mi cuello, que no eran las únicas pero si las más visibles‒. Pues que mosquitos tan grandes, ¿segura que no fue un vampiro? ‒me sonrojo un poco, la miro mal.

- Tía Ros, los vampiros no esisten ‒le dice serio mi pequeño, me derrito de amor por su postura seria, como si aquello fuese una verdad absoluta.

- Tienes razón querido, ve a clase que mami y yo tenemos que hablar ‒se había puesto de cuclillas para besar las mejillas regordetas de Luc. Él asiente y se despide con la mano antes de correr al cuarto de estudio/biblioteca que había adaptado para él‒. Mosquitos, ¿eh? ‒me mira con una sonrisa divertida mientras alza las cejas.

- Cállate Rose ‒ella ríe con ganas, suspiro, iba a ser una mañana larga.

Odessa:

- Jamás habría creído eso de Ancel ‒les había contado a grandes rasgos que había pasado y mi relación con Ancel‒, aunque había oído rumores, como sea, gracias a eso Luc esta con nosotras y eso es todo lo que importa ‒asiento, hablábamos bajo en el auto del señor Adam, de todos modos era un hombre discreto.

- Esta por demás decir que no puedes decir nada ‒ella hace ademán de un cierre en su boca, asiento. Me había pasado una cuchara fría por los chupetones y en su mayoría habían desaparecido, los que no, pues había usado maquillaje.

- Entonces, ¿me darás detalles? Aunque por tu cansancio y esas marcas, puedo ver que fue muuy intenso ‒siento mi cara ponerse roja, ni siquiera podía reconocer a la mujer que fui durante esos tres días, relajada, libre, sensual y desinhibida.

- No te voy a decir nada Rose ‒y no porque no le tuviera confianza, pero me daba un poco de vergüenza.

- ¿Por qué? No te digo que me cuentes a detalle, pero sí que me cuentes si te gustó, si tiene buen tamaño, que por su apariencia yo diría que sí ‒cubro mi rostro, a veces Rose no tenía filtros.

- ¡Dios Santo Rose! ‒ella ríe de manera inocente, suspiro‒. Claro que me gustó, es un hombre bastante considerado con el placer de su amante ‒digo aún más bajo, lo último que quería sería que el señor Adam me oyera‒, además de que está muy bien dotado, es todo lo que diré, ya no preguntes ‒chilla removiéndose en su asiento, veo que el señor Adam se gira a vernos por el retrovisor. Miro mal a Rose.

- Eso era obvio, o sea, uno no es ciega y esos pantalones, algo tienen que ocultar ‒ruedo los ojos mientras sonrío‒. Otro que seguro esta buenísimo es Noud ‒la miro mal.

- No Rose, de eso nada, es el hermano de mis hijos y no quiero verlo de otra manera, gracias, un Van Leeuwen fue suficiente ‒ella ríe divertida.

Nos quedamos en silencio hasta que llegamos al lugar de grabación, las primeras semanas de grabación serían tranquilas, mi personaje se hacía pasar por una chica normal mientras vigilaba a su objetivo y buscaba acercarse a él, la cuestión es que este tipo también era un espía y su misión era reunir información del jefe de ella, pero él no sabe eso.




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