Mentiras peligrosas

Punto de no retorno

Ancel:

Nada más llegar quería ir directo a la casa, pero por la actualización de Jacob, ella estaba en una entrevista, había visto que iría pero no me iba a enterar de su pasado por ese medio, quería que ella me lo dijera.

Así que aprovechando que era temprano, me encargaría de aquellos tipos en vista de que ahora no podía golpear a Duncan.

- Esta todo listo ‒asiento a lo que Carson dice, me subo al auto y él en el asiento del copiloto, por la hora no había mucha gente en la carretera así que podía manejar tan rápido como se me diera la puta gana.

Me detengo casi derrapando, eso había sido divertido, quizás después podría ir a correr un poco. Bajo y camino hacia la vieja bodega, estas estaban registradas bajo nombres falsos y si llegase a meterme en problemas, tan sencillo como tronar los dedos y desaparecerían.

- Por favor, ayuda ‒escucho una voz baja, por lo regular no solía golpear mujeres, y los niños estaban fuera de toda discusión sin importar qué, pero en este caso, haría una excepción.

- Le habla a la persona equivocada, yo seré su verdugo el día de hoy ‒la veo temblar, al igual que las otras tres personas.

- La señora Miller nos pagó para eso, por favor ‒así que había sido esa mujer.

- ¿La madre de Duncan o la esposa? ‒ellos hablarían sin reparos, solían pensar que eso les daba alguna ventaja sobre su destino.

- La esposa, pero creo que su madre también participó ‒asiento, le hago una seña a Carson para que acerque a la única chica, me había puesto mis guantes.

- Sólo por tu amable cooperación voy a terminar con tu sufrimiento rápido y sin dolor, espero que el dinero que te dieron sirva para tu funeral, o bueno, será uno simbólico porque jamás dejó un cuerpo para que les lloren ‒sonrío con retorcido placer, sus ojos se abren grandes por el horror. Sin más sujeto su cuello y lo trueno, Carson se apresura para llevárselo‒. Bueno, ustedes caballeros no tendrán la misma suerte ‒podía imaginar lo preocupada que estaba durante todo el proceso, la angustia, el miedo y la impotencia de no poder hacer más por su familia.

- Señor Baure-Fiore, por favor, perdónenos ‒suplica uno de ellos, lo pateo haciéndolo caer al suelo.

- Es tan patético, nunca vi que escribieran algo bueno de ella, tampoco malo pero pude entender que no fuera partidario de ella, supongo que porque no le pagaba por hablar bien de ella ‒vuelvo a patearlo en la cara, una y otra vez.

- Me equivoque, por favor ‒a pesar de toda la sangre que se estaba tragando, era capaz de que se le entendiera.

- Nadie en este puto país ha entendido una cosa, lo mucho que esa mujer me gusta y todo lo que sería capaz de hacer por ella, esa mujer es mía, ¡MÍA! ‒tomo su cabeza y comienzo a golpearla contra el piso‒, nadie toca lo que es mío ‒le doy una patada una vez que no se mueve‒. Dígame señor Davis, ¿qué mensaje debería dar para que quede claro? ‒pregunto mientras tiro del cabello del hombre.

- Ya lo entendí, no volveré a decir nada ‒le sonrío con fría calma antes de comenzar a golpear su cabeza contra el poste que esta detrás, lo único que podía oírse el sonido de los huesos al romperse y de la sangre salpicando por todos lados.

Tras terminar con todos, dejo a Carson a cargo de eliminar los cuerpos, necesitaba darme un baño, no quería llegar oliendo a sangre, no es que alguien me viera o similar, pero prefería no manchar esa casa con este olor.

Una vez listo todo, subo al auto dejando que esta vez Carson conduzca.

- ¿Se siente mejor, señor? ‒pregunta con calma, en realidad teníamos la confianza para que me preguntara aquello.

- Sí, aunque en realidad quisiera verla, pero supongo que tendré que esperar hasta la mañana para eso ‒él asiente de acuerdo.

- Jacob avisó que la señorita Gastrell esta en la casa, es seguro que ya duerme ‒no puedo evitar suspirar, de no ser porque tenía que eliminar la basura, habría podido estar para verla, aunque quizás la vida era buena porque nada más entrar ella corrió para abrazarme.

Edith:

Había vuelto algo tarde ese día, quería darme un baño y para eso usé el baño de un cuarto vacío, estaba cerca de la escalera así que podía ver la entrada y el recibidor, fue en ese momento que lo vi entrar, por alguna razón sentía unas locas ganas de bajar para abrazarlo, y como si mi cuerpo se moviera sólo por esa orden, me apresuré a bajar las escaleras.

- Edith, ¿qué haces despierta? ‒pregunta bajo, me lanzo a sus brazos y parece que lo tomo por sorpresa ya que trastabilla un poco‒. ¿Pasa algo? ‒niego con la cabeza, ¿cómo podía decir que pasaba si ni yo lo entendía?

- No, sólo me alegró de verte ‒eso parece relajarlo, siento sus dedos cepillar suave mi espalda.

- También me alegra verte, y que buena bienvenida ‒rio bajito ante su tono, cierro los ojos dejándome llevar por su olor‒. Ya estoy aquí Edith, no debes preocuparte más ‒siento como mi cuerpo se relaja ante esas palabras.

- Gracias por todo Ancel ‒alzo mi cara y lo miro, sus ojos azules se veían algo oscuros con la poca luz que entraba.

- Ya te lo dije Edith, enfriaría el puto infierno si lo quisieras, pondría el cielo en llamas si eso te hiciera feliz ‒acaricia mi mejilla suave, la intensidad de sus palabras se sentía como un puñetazo en el estómago.




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