Mentiras Peligrosas: Fricción

#3 Locura

4 semanas despues del incidente.

—Hay una alternativa. —Golpeó el escritorio con su anillo. —Un curso universitario en el colegio comunitario, será un año de prueba, tendrá que realizar una investigación, de ser destacado en la clase usted y su equipo podrán calificar para una beca completa bajo el programa Hill and Hubert.

—Esta de broma, ¿verdad? —El mantuvo silencio. —Me partí la espalda por ser el estudiante de honor de esta puta universidad, dar tutorías, y ganarles estúpidos trofeos y me está diciendo que me va a quitar la beca, ¿por un rumor?

—Agrediste a un alumno de la universidad.

—¿Es así como lo llaman? ¿Agresión? ¿Qué hay de todas las veces en las que fui el agredido?

—No hay registro, en cambio el señor Rodríguez y un anónimo si rellenaron una contra ti. —¿Un anónimo?, ¿es así como le llaman a que Albert escribió dos quejas contra mí?

—Eso es mierda y lo sabe.

—¡No tolerare esa clase de lenguaje en mi presencia! —Mantuve silencio. —La gente habla señor White, vi los rayones en su foto del club de ciencia, los rumores en redes sociales, incluso la señorita Connors pidió que no la relacionara con usted.

—¿Hará caso a los rumores? —Traté de defender mi punto, pero estaba perdiendo la paciencia, temía hacia donde se dirigía todo esto.

—Se le encontró en propiedad escolar el mismo día que el computador del joven Rodríguez estaba computando su nueva enzima. La policía nos contactó. Su hermano está en el hospital.

—¿De dónde saca eso? —Como diablos pudo enterarse la escuela de todo eso.

—Su madre vino a solicitar el seguro médico de la universidad, que espero usted aprecie porque me hice de la vista gorda y su hermano lo está recibiendo pese a que ambos sabemos que el incidente no ocurrió aquí. Así que, si se pregunta de que sirvió todo ese arduo trabajo y todos los trofeos, bueno, ya no busque más. —Se le notaba amenazador. Su cabeza calva relucía con el rayo de sol que entraba por la ventana detrás de él, su frente mostraba una carita feliz cada vez que fruncia el ceño.

—No lo entiende. —Mis manos temblaron. —No puedo volver con mis padres, no tengo dinero para la escuela. Sin esa beca, tendré que abandonar la carrera, y no es el futuro que quiero. —Traté de mostrarme vulnerable, tratando de apelar a su sensibilidad.

—Eso es una gran pena, nuestro estudiante estrella, convertido en un abusivo, junkie y bueno para nada.

¿Junkie? —¿Cree que uso drogas? —Pregunté molesto.

—¿Se ha visto en el espejo señor White? Reconozco los síntomas de la abstinencia cuando los veo. —En parte no estaba equivocado. Si eran los síntomas de abstinencia, pero no los que él creía.

—Realmente necesito esa beca. —Negó con la cabeza. Fue todo lo que pude soportar, observando como la carita feliz en su frente se burlaba de mí. Me puse de pie. —¡Jodase! —Di la media vuelta y salí por la puerta. —¡Y me llevo los trofeos!

•••

Café, leche y especias, era el aroma de aquella icónica cafetería en el campus de la universidad, refugio de individuos nocturnos, estudihambres, y adictos a la cafeína.

No paraba de pensar en cómo todo se había ido a la mierda a partir del choque. Continuaba escuchando la molesta voz del decano de la facultad de química. La ansiedad era tanta que termine por cerrar y abrir la mano una y otra vez pues el dolor fantasma había vuelto y con el todos los recuerdos del choque. La asfixia de intentar respirar, pero no tener la fuerza suficiente, el ahogamiento por la hemorragia interna y una intensa luz roja que me siguió por todo ese pasillo.

De la nada había vuelto a la realidad, con la sensación de que acababa de despertar de una pesadilla. —Ray. —Llamó el barista, sosteniendo un vaso desechable con café.  Caminé a la barra, intercambie una sonrisa falsa cuando en realidad le quería decir que chingara a su madre, tome el vaso y volví al asiento.

Esperé su llegada, observé pasar personas, parejas, familias, niños.  Rara vez alguien llamaba mi atención, todos lucían normal, pero, cuánto faltaría para que todos parecieran bolsas de sangre.

De entre aquella multitud que transitaba por la calle se encontraba ella, reconocí instantáneamente su hermoso cabello castaño, esta vez lo mostraba suelto, nuestras miradas se cruzaron a través del cristal, el dolor fantasma desapareció. Una vez más sentí asfixia, aquella chica había robado mis palabras, dejado un nudo en su lugar.

Mary vestía un vestido negro, llevaba unas mallas grises y unos zapatos negros. Encima de su vestido llevaba una chaqueta de piel. Entro a la cafetería y conforme se fue acercando a mi pude leer su estado de ánimo. Se mostraba exhausta, frustrada, dolida, pero no al nivel común, esta vez no tenía ganas de fingir su sonrisa. Tomó asiento en la silla frente a mí y me encaró.

—¿Dónde estuviste, Raymond? —Iba sin rodeos, directamente al grano.

Me frote las muñecas. —Estaba indispuesto. — Mentí. Mas o menos.

—Estabas indispuesto. —Repitió con gran decepción en su tono. —Yo he estado ahí para ti, siempre que me necesitaste, ahí estuve, Ray. —Me miró fijamente con los ojos llorosos. —Estuve ahí cuando te dijeron que entraste al programa de química, cuando Paul y tu tocaron en aquel bar de mala muerte, cuando tu madre se rompió un brazo. —Su tono fue avivándose. —¡Mierda, Ray, estuve ahí cuando estabas en coma! —La atención se había posado sobre nosotros. Se limpio las lágrimas con un pañuelo de papel. —Quiero que me mires a la cara y me digas que puede ser tan jodidamente importante para no estar ahí para mi cuando más te necesitaba. —Su sombra había comenzado a escurrir por sus mejillas. Tuvimos un funeral…imaginé que llegabas tarde, que el taxi se había descompuesto y tuviste que correr por cuadras y cuadras. Que me dabas uno de tus estúpidos abrazos, que decías algún comentario fuera de lugar, pero al menos en esa versión estabas ahí para mí.



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En el texto hay: vampiros, asesinos, romance

Editado: 02.02.2024

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