Mentiras, una y más mentiras....

Oscuridad.

 

ALESSANDRO.

Estaba tan asustado, el amor de mi vida estaba inconsciente en esa cama y eso provoco que me acordara del como la encontré aquella vez, el cómo no desesperaba y cuando lo hiso no se acordaba de nada, no me recordaba. Tenía ese miedo, desde que la encontré en ese maldito club, junto con el idiota que cree que mi mujer es de él, pero está demasiado equivocado, ella es mía y de nadie más. Con eso en mente espere a que el doctor y en este caso mi mejor amigo terminara de revisar a mi mujer, al salir del cuarto me miro entre nervioso y molesto, lo cual me dejo un poco confundido al respecto.

- ¿Y? ¿Cómo esta? Louis. – pregunte desesperado a mi mejor amigo el gran doctor.

- Esta estable, pero recibió demasiada información en poco tiempo eso provoco que tuviera una pequeña crisis, debe de estar calmada y tranquila. – me miro serio. – por el momento le di un tranquilizante para que pudiera dormir, cuando se levante estará mejor y más tranquila.

- Está bien, gracias amigo. – le agradecí.

- No pasa nada, cualquier cosa me avisas.

- Si, está bien.

Y con esto me dejo solo, tenía miedo de que al entrar no me recordara jamás. Junté valor y entre en nuestra habitación, estaba dormida en nuestra cama, con la respiración tranquila, eso me recordó el cuándo aun estábamos juntos, el como ella dormía plácidamente con nuestro hijo en su vientre, después recordé el cómo esas personas nos arrebataron todo, solo por un estúpido capricho, me enfurecía el hecho de no haberlo visto antes, pero eso no se iba a quedar así, yo mismo les haría pagar por lo que hicieron y lo que están haciendo ahora. Se lo prometí a ella el día que la encontré y se lo vuelvo a prometer ahora, nadie intenta joderme y no salir ileso.

Me acosté con ella y la volví a abrazar como antes, me sentía completo de nuevo, ya no tenía esa odiosa sensación de vacío desde que me la arrebataron de mi lado. La miré por largos minutos, detallando lo hermosa que es, aun no podía creer que la tenia de nuevo a mi lado, empecé a hacerle caricias en la cara tratando de convencerme de que estaba ahí conmigo de nuevo, por alguna extraña razón empecé a recordar la primera vez que la vi y eso me saco una pequeña sonrisa.

Estaba saliendo de una reunión que salió del asco, ya que ellos pretendían verme la cara, me creían un estúpido y eso me enfurecía bastante. Estaba por irme de ese maldito lugar, cuando la vi, como siempre de alguna forma lograba llamar mi atención sin necesidad de nada, ella estaba en una de las oficinas no pude verle bien la cara ya que esta se la estaba cubriendo ya que al parecer estaba llorando, me dio curiosidad el por qué esa chica estaba llorando, me quedé un momento más tratando de detallarla, pero solo pude ver su largo cabello negro que le caía ondulado por lo hombros, tenía puesto un vestido azul con flores, piel blanca como porcelana. Desde mi punto de vista me parecía una muñeca, aunque no le había visto la cara eso era lo que a mí me parecía, de un momento a otro ella salió corriendo de esa oficina, por lo rápido que iba no se fijó que estaba parado ahí como idiota, por lo que choco conmigo. Y justo en ese momento me di cuenta de que en realidad era una diosa del olimpo, esos ojos azules, tan profundos, pero que me transmitieron una gran calma. Me quedé impresionado por su belleza, tanto así que no supe cómo reaccionar cuando salió corriendo, hasta llegar al ascensor.

A partir de ese día no me la pude sacar de la mente, trataba con otras mujeres, pero simplemente no podía, siempre regresaba a mi mente aquella chiquilla de ojos azules profundos como el océano, que había visto una sola jodida vez en mi vida, así que decidido la mande a investigar, por suerte la encontré, fue un poco difícil, pero la encontré y a partir desde ese día no la deje sola, hasta que la hice mía, mi mujer. Aunque hubo algunos inconvenientes, logre que esa hermosa mujer se fijara en este idiota y que estuviera a mi lado.

SARAH

Estaba tratando de procesar todo, ahora podía entender el por qué a mi mamá no le importaba en lo absoluto, el por qué no tenía tanto parecido con alguno de mis familiares, el por qué el abuelo siempre estaba ahí conmigo.

Ya tenía varios minutos así, hace tiempo que había despertado, no sabía cómo reaccionar a tantas cosas. Me sentía muy abrumada era demasiada información en muy poco tiempo, creo que por eso el doctor siempre me lo advertía ahora entiendo que puedo ser un poco terca a veces. En cuanto Alessandro, no sabía que pensar, siento que puedo confiar en él, recordé la última vez que lo vi, más aún siento una pequeña espina que no me deja. Es como cuando yo sola me advertí de aiden, solo que esta vez es diferente, siento que hay algo que no me está contando o a decir verdad varias cosas. Pero no lo culpo sufrí un pequeño ataque, a lo mejor y solo soy yo con mis estúpidas ideas, creo que por lo general me equivoco en cuanto a las personas que me rodean. Pero este último tiempo han pasado tantas cosas que no sé qué pensar acerca de poder confiar plenamente en alguien.

Ha pasado un tiempo y aún estoy en la misma posición en la cama, no he visto a Alessandro, pero sé que está en la casa ya que lo he escuchado hablar por teléfono varias veces. Justo en ese momento tocan la puerta.

- Pase. – conseguí decir, mientras me sentaba en la cómoda cama.

En ese momento se asomó un adorable Alessandro.

- ¿Cómo te sientes? – pregunto aun desde la puerta.

- Pues un poco mejor, ¿pero por qué no entras al cuarto? – dije un poco confundida.

- Es que no quiero incomodarte. – se veía tan adorable.

- Tranquilo, no me siento incomoda a tu alrededor.

Al momento que dije esas palabras, vi cómo se relajó, he incluso se adentró en la habitación y se atrevió a acercarse a la cama en donde estaba aún.




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