Mentiras Verdaderas.

Capítulo dos

Capítulo II

 

 

Alex soltó sus muñecas bruscamente al escuchar la puerta principal cerrarse.

– Mierda, ya llegaron-sale de la habitación bajando de las escaleras y el chico no duda ni un segundo en seguirla-Mamá, papá. Bienvenidos a casa-muestra una sonrisa inocente.

– Samanta, veo que ya conoces a Alex-este al ver nuevamente a su “padre” su mente se puso en blanco y trataba de descifrar lo que sus ojos asesinos decían, pero nada-¿le mostraste su cuarto?

– ¿Qué?-desvía su mirada hacia su padre que aún seguía serio y sin ninguna expresión.

– Como ambos vienen de arriba…

– Ah, sí. Le mostré su habitación-sin darse cuenta rasca su nuca nerviosa.

– Quisiera hablar con ambos, señor y señora Ray-suelta Alex de la nada sonriendo.

– Es tarde, mañana hablaremos-no dijo nada le arrojo el saco a su esposa sin quitar la mirada del joven y subió las escaleras hacia su cuarto.

Desvía la mirada hacia la rubia y esta solo levanta los hombros.

– Alex, mañana hablaremos. Tranquilo-posa su mano sobre su hombro y Alex se sorprende ante su tono tranquilo y tierno. Cuando lo vio por primera vez parecía igual a su esposo, fría y seria, pero no.

Ya cuando Mía está lejos de su radar Samanta se acerca a Alex un tanto seria, pero solo se aleja dejándolo solo en ese enorme salón.

Este aprovecha su soledad para darse el tiempo de observar toda la casa o mejor dicho mansión. Sus enormes ventanas, sus bonitos y acogedores muebles, ni hablar sobre la lámpara demasiado llamativa en el techo.

No le sorprende, pero no niega que se siente más que cómodo que un rey, pero aún sospecha muchísimo sobre Alan. Al imaginarse esos ojos oscuros llamativos que daban miedo, una corriente eléctrica le recorre la nuca. Sigue su camino hasta encontrarse con la puerta que da al enorme patio de la casa perfectamente iluminado, con bonitas decoraciones de arbustos con formas raras y los decoradores caminos.

Al principio Alex pensó que el césped era real, pero al acercarse más supo que era demasiado falso. Solo siguió caminando hasta pisar accidentalmente una piedra bastante dura, provocando que caiga al suelo. Este solo maldice poniéndose de pie limpiando su ropa e intenta patear al culpable de la caída pero este ni se mueve, hasta parece que estaba pegado al suelo.

No le dio importancia volviendo a su recorrido, caminando hacia una fuente enorme llena de agua donde se ven pequeño peces de varios colores distintos. Todo esto le parecía sumamente extraño.

¿Por qué una familia rica, con una hija, adoptarían a un chico como él?

¿Si tienen una hija, por qué adoptar?

Más de una duda se generaba en su mente, pero decidió volver dentro de la casa para descansar. Entró, subió las escaleras entrando a la habitación de Samanta y sentándose al borde la cama. Se recostó, ella seguía durmiendo sin darse cuenta.

Ya con su mente en blanco decidió sacar notas sobre su extraña familia.

Padres raros y sospechosos.

Su casa está muy alejada de la ciudad por el largo camino.

Tienen una hija patética.

Y no puede faltar el hecho de que su nuevo padre lo odia.

“Mañana veré como van las cosas” se dijo a sí mismo mientras sus ojos se cerraban entrando a un sueño un poco pero no muy profundo.

 

 

(…)

 

 

 – Oye-Alex abre sus ojos bruscamente al escuchar la voz de Samanta, se incorpora y la localiza sentada frotando sus ojos-tienes tu cuarto ¿Por qué dormiste aquí?

Se pone de pie, se estira sonando la mitad de sus huesos para luego observarla.

– Nunca me mostraste cuál era mi cuarto, estabas tan ocupada sudando que lo olvidaste-le giña un ojo entrando al baño para arreglar su cabello y lavar su cara.

– Me hubieras despertado, mis padres no pueden saber lo que hice ¿Y si en este momento te están buscando en tu cuarto?-se levanta tocando su cabeza.

– ¿Por qué sería raro encontrarme aquí?-camina hacia ella arqueándose quedando a su altura- si solo somos hermanos-besa la comisura de sus labios y no deja de observarla.

– Tienes razón-asiente con su cabeza tomando su rostro besándolo mientras lo atrae hacia ella-no es nada malo-este se posa sobre ella mientras toca delicada pero a la vez salvajemente sus piernas.

Esta en el intento de quitarle su ropa, lo quita bruscamente al escuchar a su madre del otro lado de la puerta.

– Samanta ¿Sabes en donde está Alex? -Mía pasa sin previo aviso encontrándose con su hija durmiendo plácidamente-Samanta, despierta-ella frota sus ojos como si se hubiese despertado hace un segundo quejándose.

– ¿Por qué no tocas?-se levanta molesta caminando hacia el baño en donde se esconde el muchacho-vete que quiero ducharme-ordena.

 – No tenemos toda la mañana Samanta. Alex comienza la escuela hoy, tiene que inscribirse y no lo encuentro en su cuarto. Te ducharás luego, ahora ayúdame a encontrarlo.

– ¿Me invocaron?-suelta el chico saliendo de la ducha sorprendiendo a Mía-lamento generar inconvenientes querida madre-su sarcasmo altera a todas las personas presentes-iré a buscar mis cosas-camina hacia la puerta pero se detiene junto al marco-olvidé algo-se acerca a su hermana depositando un beso en su mejilla tiernamente captando la atención de su madre.

Asiente con su cabeza, ya satisfecho con lo hecho para salir de ese cuarto e ir al suyo.

– Generé una salida dramática y aún no sé cuál es mi cuarto-se aplaude a sí mismo psicológicamente para adentrarse a un cuarto a oscuras.

El grande lugar estaba a completas oscuras y con pasos dudosos busca un interruptor para presionarlo y  ver una enorme cama con un conjunto de sábanas rojas, almohadas blancas y un pequeño escritorio con una lámpara apagada.

– Eh, este no es mi cuarto, creería yo-decide salir, pero mientras cierra la puerta a sus espaldas ve un pequeño niño en el pasillo mirándolo fijamente-¿Qué demonios…?-se intenta acerca pero en el primero paso que da este se esconde en uno de los cuartos que no había entrado antes.




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