Mentiras Verdaderas.

Capítulo tres

Capítulo III

 

 

Ambos caminaban hacia la oficina del director y Samanta estaba muy nerviosa. Pensar que sus padres la pudieron haber visto tener sexo con su hermanastro, no le gustaba la idea, para nada.

– Espera-toma su antebrazo deteniéndolo ya frente a la puerta del superior-¿Y sí están mis padres?-los nervios la comían por dentro.

– ¿Qué podremos hacer?-el desinterés de este molesta por completo a la chica-si lo están, ya nos vieron, no podremos hacer nada-corta abriendo la puerta encontrándose con sus nuevos padres cruzados de brazos.

– Ustedes son más que conscientes que esta institución es demasiado estricta con todos los alumnos-el director acomoda sus anteojos poniéndose de pie, encaminándose hacia ambos-tener sexo en los cuartos de los conserjes está más que prohibido y usted Señorita Samanta lo sabe muy bien. Conoce las normas de este lugar.

– No más charla, nos iremos-Alan toma su portafolios, abrocha los botones de su saco y sale de ahí como si nada.

– Busquen sus cosas, tú padre ya habló-Samanta sale corriendo de ahí ya que no soportaba la vergüenza, mientras que Alex solo camino igual de tranquilo que Alan.

Luego de tomar sus cosas, Alex estaba por subir al auto en donde los habían llevado desde un principio pero Alan apareció cerrando la puerta bruscamente.

– Irás conmigo, Samanta irá con Mía en este auto-No discute y solo hace lo que dice. Ambos suben y los primeros minutos el silencio era bastante relajante, pero luego Alan abrió su boca-voy a decirte algo-saca una pequeña caja de cigarros de su bolsillo mientras baja la ventanilla-puedes acostarte con Samanta, haré la vista gorda-enciende el cigarro, lo inhala lentamente para luego observarlo-puedes hacer con ella lo que quieras-le tira todo el humo en su cara-solo te diré tres cosas. Uno, no puede quedar embaraza bajo ninguna circunstancia, dos, serás responsable de cualquier cosa que le pase y tres, harás un pequeño trabajo para mí. Veo que tienes agallas.

– Déjame decirte algo-le arrebata un cigarro, lo enciende y lo inhala rápidamente-le quitas lo divertido a la acción. Me haré responsable, pero no soy su padre. Y no estoy interesado en tu oferta de trabajo-inhala durante un momento y suelta lentamente todo el humo.

– Bien-Alan le quita el cigarro de su boca y lo arroja por la ventana junto con su caja-Te haré una oferta que no podrás negar a cambio de que trabajes para mí-Alex arquea sus cejas dudando ante lo que dice su “padre”-Haré una tarjeta de crédito a tu nombre que será tuya, transferiré cincuenta mil dólares al día, lo que son trecientos cincuenta mil dólares por semana y un millón quinientos dólares por mes-Alex agachó su cabeza mientras comenzaba a reír.

– Ahora entiendo el por qué manejas más de una empresa-rasca su cabeza mientras observa hacia todos lados-piensas que todo se obtiene con dinero, pero estás equivocado querido padre. No trabajaré para ti-observa por la ventanilla y ya habían llegado a su grande hogar-lamento arruinar tus esperanzas-posa su mano en su hombro mientras le da palmadas para luego bajarse del auto y caminar hacia su cuarto.

Nunca antes Alan se había sentido tan impotente. Ese día era muy diferente y notaba que Alex no era un joven normal al resto, cada vez lo notaba más especial.

Luego de unos minutos más tarde llegan en el otro auto Samanta y Mía. Ambas se bajan de su auto y la chica sale corriendo hacia su cuarto que nadie le vería su vergonzoso rostro. Pero en el momento en el que pasó por enfrente del cuarto de Alex decidió entrar sin previo aviso.

– ¿Qué fue lo que te dijo mi padre?-se encamina hacia la cama en donde este se encuentra sentándose al borde mientras espera alterada una respuesta rápida.

– Trató de matarme-mintió y Samanta cubrió su boca del miedo y el susto-es broma-lo golpea en el brazo haciendo que este se queje-¿Qué piensas que fue lo que me dijo? Nada importante, solo que quería que trabaje para él-lleva una pequeña golosina a su boca saboreando cada parte de ese dulce-y que haría la vista gorda si me acuesto contigo.

– ¿Es enserio?-se levanta un poco molesta-en un resumen me vendió-Alex frunce el ceño ante su idea exagerada.

– No te vendió-golpea suavemente su cabeza-me ofreció trabajar para él y me iba a dar una tarjeta de crédito donde transferiría dinero todos los días. Pero no acepté-se recuesta de nuevo llevando sus manos detrás de tu cabeza como apoyo.

– ¿Y por qué no aceptaste?-interroga.

– Porque trata de solucionar todo con dinero y no tengo idea qué es lo que quiere que haga, tu padre es demasiado sospechoso-confiesa.

– Pues averígualo, interrógalo y ve qué es lo que trama. Acepta su oferta, has el trabajo que te diga y veremos si es sospechoso como dices.

– Lo haría, pero mi orgullo es muy alto para aceptar muy fácil como dices-se incorpora mientras la observa-antes quiero hacer algo-la toma del cuello levemente acercándola a él-ir a buscar la grabación, no quiero que alguien más vea eso-la suelta poniéndose de pie, saliendo de la habitación.

– ¿Irás solo?-lo detiene-ahora la escuela está cerrada y no hay muchos profesores, solo los de limpieza-una sonrisa juguetona se dibuja en su rostro llamando la atención de esta.

– Va a ser divertido-sin más preámbulo se va hacia el estacionamiento en busca de un auto, pero todos a un costado tienen a su chofer correspondiente. Se sube a uno, le ordena al chofer hacia donde ir y luego de unas horas llega a su destino, con el objetivo de eliminar esa grabación.

Decide dar toda la vuelta para entrar por la puerta trasera, lo que había estudiado bien su escuela las primeras horas que estuvo ahí. Entra por una ventana abierta, lo que significa que hay alguien de limpieza cerca y se esconde en uno de los armarios llenos de libros y mapas.

– Historia, genial-se dice a sí mismo mientras escucha al personal de limpieza cerrar la única salida que tenía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.