Mentiras Verdaderas.

Capítulo Diecisiete

 

Capítulo XVII

 

 

 

Bajando todas sus cosas del Jet, Alex intentó otra vez llamar a Mía, pero lo enviaba al buzón de voz.

– ¿No contesta?-Carl deja la maleta de Alex junto a la de Sam-Vamos a tu casa, tal vez esté ahí.

Él asintió sin responder, guardó su teléfono y subió a su auto.

– Que tenga un buen viaje señor Rey-agrega uno de los pilotos del Jet haciendo una leve reverencia.

Ya todos dentro del auto, Alex sin detenerse se dirigió hacia su casa. Durante el camino pensó en lo que podía decir Mía sobre Sam, Alan y Wally. No sabe lo que piensa, pero sí la conoce bien como para saber que no estaría para nada contesta.

Al cruzar las puertas principales, de lejos pudo ver su casa, que tanto extrañaba. Estacionó cerca de la puerta delantera, dándole la llave a uno de sus empleados para que lo lleve al garaje. Eric bajó las cosas de Wally, Carl las de sus amigos y la de Sam, mientras que Alex solo entró a pasos ligeros dentro de su morada obteniendo como resultado al silencio invadir sus tímpanos.

Corrió hacia las escaleras, subiendo sin detenerse hasta el cuarto de su madre, entrando sin tocar viendo una habitación completamente intacta y sin rastros de Mía. Indagó en las demás habitaciones y no encontró nada. Cuando su vista se dirigió hacia la de la oficina, una mano completamente fría y de piel seca, toca su muñeca sobresaltándolo por completo.

– Tú debes ser Alex-este no sabía quién cuernos era ese chico. Por alguna extraña razón le resultaba familiar. Piel morena, ojos idénticos a los de Sam y su cabello era negro. Lo analizó de pies a cabeza para que los recuerdos lleguen a su mente.

– Tú-exclama al reconocer quien era-Tú eras ese niño que me estaba mirando cuando llegué aquí. Esa fue la primera y última vez que te vi-dudando de lo que acababa de decir, el chico, aún con su mano en la muñeca de Alex, lo jala hacia una habitación de invitados al escuchar la voz de Eric acercarse.

– Me resultaba extraño que esta casa esté tan vacía-comenta sentándolo en la esquina de la cama.

– ¿Quién demonios eres y qué haces aquí?

– Me llamo Justin, Justin Rey. Tu hermano-Alex ladea su cabeza un poco sin procesar lo que el loco sujeto le acababa de decir-Antes de que llegues, Mía y Alan me adoptaron en un orfanato de otra ciudad pensando que podría remplazarte de alguna forma. Siempre te mencionaban. Estuve dentro de estas cuatro paredes durante más de siete años, robado comida sin que ustedes me vean, sin que Alan ni Mía vengan a visitar a su hijo abandonado…-comentó como un loco en un psiquiátrico-pero lo más importante, sé todo sobre Alan, Mía, Sam, Tú…Wally-mencionó el último nombre de la nada captando por completo la atención de Alex, recorriendo una corriente eléctrica por todo su cuerpo.

– ¿Cómo sabes sobre Wally?-es lo único que logró articular.

– He estado aquí por mucho tiempo. Sé sobre tu amorío con Sam, también sé que murió, Dante murió, Alan murió…

– ¿Cómo demonios sabes todo eso si no has salido de esta casa?

– Informantes-vociferó con fuerza como un genio-le informaron todo a Mía y yo me camuflo en las sombras, estoy en todos lados-aclaró dando a conocer que Mía sabía sobre todo lo que pasó en Londres-Ella huyó-soltó haciendo que Alex levante su cabeza poniéndose de pie bruscamente-Mía al enterarse de todo eso, lloró por unos días y cuando le dijiste que necesitabas una semana para volver, ella aprovechó esos días para escapar-toda la nueva información que entraba en la cabeza de Alex lo estaba carcomiendo por completo su cabeza y su tranquilidad, que pensó que tendría al volver a su casa.

– ¿A dónde se fue?

– Escuché que reservó un vuelo hacia México-sus ojos se abrieron de forma exagerada al escuchar lo que le dijo-no sé en qué ciudad…pero dejó algo en tu habitación antes de irse-agregó antes de que Alex desaparezca de ese cuarto.

Abre rápidamente la puerta mientras que su cerebro le hace una mala jugada reproduciendo cada acción que hacía como si la cometiera en cámara lenta. Rebuscando entre sus cosas, localiza un sobre su escritorio, un poco alejado de la puerta principal de su cuarto. Lo abre y dándose cuenta de lo que había, se encontraba una carta de despedida entre sus manos.

 

“Querido Alex.

 

 Las tardes se volvieron oscuras y las noches más tenebrosas cuando dejaste esta casa. Te he extrañado mucho desde que te fuiste y no pude entender lo que realmente planeaban con Alan. Ambos son personas muy similares, esconden sus sentimientos, pero tú…tú cambiaste por Sam y lamento tanto tener que decirte que ella era tu verdadera hermana. Te veía muy feliz con ella que no podía arruinar o borrar esa hermosa y perfecta sonrisa de tu rostro.

Al momento que leas esta carta ya estarás de vuelta en casa y me temo que no me encontraras. Supe que asesinaste a Alan y mi amada hija murió. No podía dejar que el dolor me consumiera y decidí alejarme un tiempo. No intentes encontrarme, porque no lo harás.

Con respecto a las empresas, están a nombre de Alan, pero haz lo que mejor te parezca…Quiero que vuelvas a hacer tu vida. Que comiences de cero. Sabes que te adoro con toda mi alma y te amo mucho, no quiero que lo olvides.

 

Con amor: Mamá”

 

Sus piernas flaquearon al saber que toda, absolutamente toda su familia lo había abandonado. Nunca pensó que ser un Rey le iba a complicar por completo la vida.

Estando solo, dejando de lado su lado egoísta y orgulloso, cayó de rodillas derramado lágrimas sin control alguno al recordar a Sam, Mía y cuando pasaba buenos momentos con Alan.

Recordando la sonrisa de cada uno, cuando todo estaba bien. La debilidad lo consumía más y más al saber que no podrá volver a ver a ninguno de ellos. Cerrando sus puños dejando llevar por la ira y la impotencia golpea el suelo fuertemente lastimando sus nudillos.




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