Mentiras y Traición

Capítulo 37

Capítulo 37
 
Cian
 
La hora de descanso llegó para toda la comunidad de gnomos. Antes de retirarse a su lecho Priscob fue a ver a los presos y le dijo a Sirsha:
Priscob: No confío en ti. Eres muy inteligente. Sé que no estarías tan tranquila encerrada sin tener un plan.
Sirsha: Aodhan me dijo que no te engañara. No es bueno meterse con un gnomo. Tú eres 144  años más viejo que yo. ¿Cómo podría engañarte?
Priscob no se quedó conforme con aquella explicación, pero nada podía decir.
Sirsha: Es más… como muestra de gratitud Aodhan te manda estas avellanas salvajes.
La princesa sacó de entre las ropas de su pecho una bolsita con los frutos secos que al gnomo se le hizo agua a la boca.
Desde su exilio, Priscob no había vuelto a probar semejante manjar que tanto amaban los gnomos.
Priscob: Algo le habrás puesto.
Sirsha: Te lo manda Aodhan. Y por lo que sé, fueron buenos amigos. ¿Para qué ponerte algo en los frutos?
Priscob: (enojado) No soporto a una hembra inteligente.
Sirsha: (sacudiendo la bolsita) ¿Quieres las avellanas o me las como yo? No nos diste bocado desde que nos encerraste. Me vendrían muy bien un poco.
El gnomo le quitó la bolsita de un manotazo y se retiró por donde vino.
Sirsha: (observando todo en calma y llamando a Declan que se hacía el dormido) ¡Ya está!  Es momento de que habras la jaula.
Declan: (sacando el trocito de metal símil a una llave, pero mágica) Abriré la jaula, pero quiero que me expliques qué es lo que vamos a hacer.
Sirsha: (viendo cómo Declan trataba de abrir la puerta para escapar) En unos minutos Priscob comerá las avellanas y se dormirá. Aodhan me dijo que los gnomos aman esos frutos.
Declan: Estaban mojados. No los comerá.
Sirsha: Pero para el gnomo serán un manjar. Es mejor mojados a nada. Hace 100 años que no los come de seguro.
Declan: Si Aodhan les puso algo para que se duerma,  con el agua ya se habrá perdido la poción.
Sirsha: (preocupada) ¡Qué poca fe le tienes a Aodhan!
Declan: Ya falló una vez. Cuando pasó todo lo que pasó para que estemos en esta situación. Al menos ahora será diferente porque no está Eleonor.
Sirsha: ¿Quién es Eleonor?
Declan: Era la compañera de Aodhan. Pero no es momento de hablar de eso. Y ni se te ocurra preguntarle algo a él si salimos de aquí. (Mirando a la princesa) ¿Me dirás que sucede o no?
Sirsha: Bueno. (Retomando su explicación) Es verdad. Tal vez la poción esté diluida con el agua, pero aún habrá algo para que el gnomo se duerma. Por eso debemos apurarnos. La idea no es que nos haga la espada.
Declan: (alzando la voz) ¿Entonces para qué demonios estamos aquí maldita sea?
Sirsha: shhhhhhh. ¡Baja la voz! Debemos encontrar a Cian.
Declan: Me voy a volver loco contigo y con Aodhan. Cian debe estar muerto.
Sirsha: ¿Acaso lo conoces?
Declan: Más de lo que quisiera.
Sirsha: ¿Hay algo que no sé yo ahora?
Declan: Quédate con la historia de que fue un guerrero legendario que bajó aquí para buscar una espada y hacer justicia.
Sirsha: ¿Pero por qué dices que lo conoces?
Declan: Dijiste que no debíamos perder tiempo. Juro que te lo contaré. Eso no lo tengo vedado. Cian debe estar muerto.
Sirsha: Aodhan me dijo que debe de tener unos 65 años.
Declan: ¿No pudo pensar Aodhan que nadie tiene la vida comprada y que puede no estar aquí? Pudo haberse ahogado antes de llegar o estar muerto.
Sirsha: Aodhan me dijo que Cian llegó y le pidió a Priscob que le hiciera la espada.
Declan:  ¿Y cómo lo sabes? Nadie salió vivo para contarlo.
Sirsha: Aodhan lo consultó con el fuego y éste le dijo que Cian llegó y la espada se fabricó.
Declan: ¿Calcinomancia?
Sirsha: ¿Cómo lo sabes?
Declan: No puedo acceder al conocimiento por mi linaje, pero no soy estúpido. Sé cómo se llaman los métodos de adivinación.
Sirsha: Como sea. La cuestión es que si encontramos a Cian debemos pedirle la espada.
Declan: (Abriendo la puerta) ¡Maravilloso! Vamos a buscar no sabemos dónde a una persona que no tenemos la certeza de si vive o no para pedirle que nos de lo  que no sabemos si no los dará.
Sirsha: (irónica) ¿Has visto que emocionante?
Declan la observó con furia.
Una vez afuera de su prisión los dos comenzaron a caminar rápido pero sigilosamente.
Sirsha: (tratando de ver a través de la luz tenue de las antorchas colocadas en las paredes de piedra) Cuando llegamos aquí, vi la figura de un hombre que se alejaba por el norte. Si vamos en esa dirección lo encontraremos.
Declan: ¿Qué te dijo Aodhan de Cian?
Sirsha: Solo que fue un guerrero legendario que se hizo famoso por su destreza y que bajó a buscar a Priscob porque necesitaba una espada para algo importante. Nadie volvió a verlo cuando se fue en su empresa.
Declan: Cian tenía 25 años la última vez que lo vi. Él era el tercero al mando en el ejército de tu abuelo y tu padre.
Sirsha: (sorprendida) ¿Tú lo conociste?
Declan: Por supuesto. Lo veía cada vez que mi padre y mi tío volvían de una batalla. Con los tres, era imposible perder. Eran la tríada perfecta. Estrategas y fieles al reino.
Sirsha: ¿Entonces Cian bajó por una espada para ayudar a mi padre?
Declan: No. Lo de Cian fue por otro motivo. Mucho antes de que Cronan lo derrocara. Partió por una historia triste. Si él no se hubiera ido, tal vez, tu vida hubiera sido diferente. Pasaron muchas cosas en cadena que hicieron que tu padre sucumbiera. La  partida de Cian fue uno de los pilares que falló.
Sirsha: ¿Y por qué partió?
Declan: Por amor. (Señalando una especie de cueva a lo lejos de la ruta de piedras) Mira, una cueva. ¿Estará allí?
Sirsha: Sólo hay una forma de saberlo.
Lentamente se adentraron en la cueva. En el fondo, un guerrero muy viejo tenía su mirada clavada en el fuego.
Sirsha: (mirando al viejo de lejos) Dijiste que tenía 25 años cuando partió. Este hombre se
acerca a los sesenta.
Declan: Te olvidas que Aodhan dijo que aquí el tiempo pasa dos veces más rápido.
Sirsha: Es cierto. Lo olvidé.
Declan: Sé precavida. No sabemos cómo reaccionará.
Sirsha se acercó, pero el hombre, con sus oídos aún dotados de agudeza se dirigió  a la princesa.
Sirsha: Por favor. No grite ni se asuste. Necesitamos su ayuda.
El viejo guerrero se le quedó mirando.
Cian: (arrodillándose) Su majestad. El tiempo no ha pasado para usted.
Sirsha: ¿Me conoces?
Cian: ¡Cómo olvidarla reina Noreen!
A la princesa se le heló la sangre. Ese era el nombre de su madre. En el fondo se alegraba de saber que se parecía a ella.
Sirsha: Soy Sirsha. Su hija.
El viejo se le quedó mirando con lágrimas en los ojos.
Cian: (desplomándose en el piso de rocas) No sabía que había pasado tanto tiempo.
Sirsha: Señor necesitamos su ayuda.
Cian: (sin mantener un hilo en la conversación) ¿Cómo está todo allí arriba?
Declan le hizo una seña a Sirsha de que tuviera cuidado con lo que decía. Habían ocurrido muchas desgracias y podía ser devastador para el pobre hombre.
Sirsha: Todo con normalidad. Sólo que vinimos a buscar una de las espadas que forja Priscob y sabemos que usted vino por una. Sólo un apoyo para mantener la paz y la armonía.
Cian: (haciendo memoria) ¡Oh! Sí. Hace tiempo bajé por una y me fue fabricada.
Sirsha: ¿Y por qué no volvió a la superficie?
Cian: (amargado) Cuando bajé la leyenda decía que se salía por donde se entraba. Pero la realidad es que no. Priscob me engañó. No encontré la salida y quedé aquí. Para cuando pude encontrarla habían pasado los años y ya era tarde.
Sirsha: Nunca es tarde.
Cian: (sonriendo) Cuando el tiempo pasa más rápido y el entorno sólo derriba cada empresa que emprendes,  la voluntad se quiebra. Cuando encontré la salida ya no tenía las fuerzas para volver al mundo. Hay que ser joven y fuerte para escapar de aquí. Nadie que vino salió para contarlo.
Sirsha: ¿Y usted tiene la espada aún?
Cian: Por supuesto. Le hice creer al gnomo que la perdí cuando intentaba escapar.
Declan: ¿Y dónde se encuentra?
El viejo que hasta entonces no había puesto sus ojos en Declan, se le quedó mirando.
Cian: (achicando los ojos para verlo mejor) Me resultas familiar. Esos ojos. Hace veinte años... Te pareces al hijo de Liok.
Declan cambió la mirada. Había rencor en ella.
Ese fue el nombre de su padre. Cuando le contó a Sirsha sobre su infancia no quiso pronunciar su nombre.
Cian: Magnífico guerrero. ¿Eres su hijo? ¿Cómo está él?
Declan: Ha muerto señor.
Cian: Lo lamento. Buen guerrero. Buen guerrero. ¿Y tu tío Donovan?
Sirsha: (evitando que el viejo pregunte más) Sé que debe querer saber muchas cosas, pero necesitamos que nos diga dónde está su espada.
Cian: ¿Cómo está Elaine?
Sirsha miró a Declan. No sabía quién era esa mujer.
Declan le contestó:
Declan: Está bien.
Cian: ¿Sigue siendo la esposa del demente de Cronan?
En ese momento Sirsha ató cabos y no se equivocó. Elaine fue su tía. La que se había suicidado.
Declan le había dicho que Cian bajó por amor. Todo estaba claro. Cian se había enamorado de Elaine y algo pasó con Cronan.
Declan: (interrumpiendo la conversación) Lamento acallarlo, pero debemos obtener esa espada.
A lo lejos se sintieron los gritos de los gnomos al descubrir que los prisioneros habían escapado.
Sirsha: (con mirada suplicante) ¡Por favor! Llévenos a la espada. Así salvaremos a Elaine y al reino.
Cian: (mirando los ojos de Sirsha) Lo haré por Elaine. Y por tu madre. Eres su viva imagen. Y por mi pequeño.
Sirsha: ¿Qué pequeño?
Declan: (tomando a Sirsha del brazo y dando indicaciones a Cian con la mirada) ¡Vamos rápido! Nos están buscando y saben que vinimos por usted.
Los tres corrieron todo lo que pudieron por los caminos oscuros de tierra hasta llegar a un abismo. Todo el terreno plano y pedregoso se cortaba de golpe hacia un abismo sin fondo. De un lado a otro de la boca gigante, un puente de maderas podridas se les presentaba.
Cian: Es la caída al centro de la Tierra. Escondí la espada del otro lado,  la primera vez que intenté escapar de aquí.
Declan: Ese puente caerá de un momento a otro. No podemos cruzarlo.
Sirsha: (oyendo la voz de sus captores que llegarían de un momento a otro) Pues no nos queda otra opción que cruzar. Vendrán cuando menos lo esperemos.
Declan: Bueno, entonces asegúrense de pisar las maderas secas y en ningún momento se suelten de las sogas. Vayan lo más rápido que puedan pero miren bien para abajo.
El viejo, la princesa y el capitán comenzaron a cruzar el puente que rechinaba a cada paso. El corazón de Sirsha latía fuerte. El puente se movía mucho y le daba vértigo mirar hacia abajo.
A mitad de camino una de las maderas cedió bajo los pies de Declan que cayó,  no sin antes agarrarse de las sogas y maderas que estaban aferradas a la estructura.
Sirsha gritó y enseguida fue con Cian a tomar a Declan, uno de cada brazo.
Declan: (tratando de hacer fuerza hacia arriba) No tiren. El exceso de fuerza puede romper las maderas sobre las que están.
Sirsha: ¡No te dejaré aquí!
Declan: Corran al otro lado. Harán menos peso y yo podré subir. Apúrense que ya vienen los gnomos.
Sirsha: (desesperada y tirando de los brazos de
su compañero) No. Te vas a caer.
Declan: Hazme caso y todo saldrá bien.
Sirsha: (en un suspiro) No te voy a dejar.
Declan: Por favor. Confía en mí.
Sirsha y Cian soltaron a Declan que siguió aferrado a las sogas y caminaron lo más rápido que pudieron hacia el otro extremo.
Una vez que  cruzaron, Declan comenzó a balancearse de un lado al otro para tomar impulso y poder subir sus piernas a la madera contigua a la rota. Cuando logró subir, los gnomos ya estaban en el puente.
Declan avanzó lo más aprisa que pudo y llegó con los otros siendo recibido por un abrazo de Sirsha que lo sorprendió.
Declan: (no sabiendo cómo reaccionar) Estoy bien. No te preocupes.
El trío comenzó a correr porque los hombres no tenían cómo cortar las sogas del puente para impedir el avance de los gnomos.
Corrieron y corrieron hasta la entrada de una cueva enorme y viejísima. Miles de piedras colgantes parecían que se desprenderían en cualquier momento.
Cian: Cuando crucen estaremos atrapados. Nos encerrarán para siempre como a los otros que perecieron aquí.
Sirsha: (mirando para arriba) No si hacemos que se derrumbe la boca de entrada. ¿Hay salida?
Cian: Si. Más adelante. Pero yo ya no puedo cruzar. La boca que lleva hacia afuera es muy larga hacia la superficie. No podré aguantar la respiración.
Sirsha: (a Declan) No podemos dejarlo aquí. Tiene que haber otra manera.
Cian: Si nos atrapan estaremos muertos. Por ello, preferí vivir esclavo aquí.
Declan comenzó a ponerse nervioso y Sirsha se desplomó sobre una piedra.
Cian: (tomando una decisión) ¡Correcto! Tiremos las piedras abajo.
Sirsha: ¿Y usted?
Cian: Trataré de salir con ustedes. ¡Vamos!
Todos empezaron a dar de gritos y a empujar las rocas que tenían delante.
La estructura empezó a ceder. El grupo de gnomos se quedó parado unos metros antes oyendo los gritos. El jefe de la persecución les dijo a los otros que se quedaran quietos. Si los extraños quedaban atrapados era imposible que salieran. Se había olvidado por un momento que el lugar por el que habían entrado los fugitivos era una de las salidas. Y sólo Priscob la conocía, pero yacía drogado en sus aposentos por la poción de las avellanas.
Al fin la estructura cedió y las rocas comenzaron a caer. Declan, Cian y Sirsha corrieron lejos todo lo que pudieron antes de ser aplastados. Habían cerrado la entrada a los gnomos. Ahora quedaba buscar la espada y salir de allí.
Ésta  estaba enterrada tras una gran piedra cerca de la salida. La misma era
una especie de tubo que llevaba a una cascada subterránea que conectaba con el río que los llevaría de vuelta.
Tuvieron que sacar y sacar piedras algún tiempo hasta dar con ella.
Declan se asombró al sacarla. Una sensación incomparable invadió  su corazón cuando la tuvo entre sus manos. Una sensación de grandeza, poder y luz emanaba del arma y hacían sentir a Declan pequeño y majestuoso a la vez. Sirsha también sintió la magia en el aire.
- ¡Qué maravillosa espada!
Cian: (rememorando, a Declan) Tienes la misma mirada que yo cuando la tuve entre mis manos. Y logré que me la hicieran para defender un amor.
Sirsha: Ya la tenemos. Síganos y salgamos de aquí.
Cian: (sentándose en una de las piedras) Les dije que los seguiría para que tiraran las piedras abajo, pero no iré a ningún lado.
Sirsha: Acompáñenos. No podemos dejarlo aquí. Moriría en horas.
Cian: Mi destino está trazado. Mi corazón me dice que ha llegado el momento de partir. Ya hice algo importante descubriendo la espada para ustedes.
Sirsha: (agachándose y tomando las manos del
viejo) Tiene que venir con nosotros. No podemos dejarlo morir así.
Cian: No queda nada para mí arriba.



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En el texto hay: acción escape amor, traicion, intriga

Editado: 16.09.2020

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