Fue a la edad de 4 años cuando la madre superiora me regalo una libreta de dibujos, lápices de colores y crayones. Y solo me vasto poner la punta del lápiz color negro sobre la hoja blanca, para saber lo buena que sería dibujando.
Mi mundo solo giraba alrededor de hojas en blanco y cualquier cosa que les diera vida. Las monjas y el padre siempre elogiaban mi trabajo y me animaban a participar en concursos de dibujo en la escuela.
Me sentía realmente bien cuando la gente elogiaba mis esfuerzos, y cuando cumplí 7 años, me llevaron por primera vez al cine para el estreno de una película animada. Mi cabeza exploto, simplemente no podía dejar de imaginar como lograron que unos dibujos tomaran vida propia y después de muchas investigaciones —donde aprovechando las horas de misa para escabullirme a la oficina del padre y como me las ingeniaba buscaba información en su computadora vieja— supe a qué quería dedicarme toda mi vida.
Aun recuerdo como todos me miraron con sorpresa cuando mi yo de 7 años se planto frente a ellos y les dijo con determinación que quería ser artista. Nadie se burlo de las palabras de una niña sobre su futuro, al contrario, me sonrieron y animaron. Una semana después, tenía un montón de cuadernos para dibujo, lápices de colores, crayones, acuarelas, gises y demás. Todo como regalo de las personas que creyeron en mí.
Cuando cumplí 13 años, me regalaron una bicicleta a la cual le saqué provecho y comencé a trabajar repartiendo el periódico por las mañanas. De vez en cuando gastaba algo de mis ahorros para ir al cine y ver en una enorme pantalla una película animada, que con el pasar de los años mejoraron tanto en calidad como producción.
Los efectos especiales fue algo en lo que también comencé a apasionarme, mi vida solo giraba en cuadernos y crayones. Era una locura, incluso Nessa comenzó a preocuparse porque nunca tenía la cabeza para otra cosa y me la pasaba encerrada en el convento dibujando todo el día.
A pesar de que conocí a Sen cuando él tenía 11 años y yo 8, no le tome mucha importancia hasta que un día me invito al cine. Ese día iría con su hermana, pero la castigaron por haberse peleado con una chica que le había tirado el sándwich “accidentalmente”
No quería ir, pero al saber que se trataría de una película de dibujos animados, acepte de inmediato y sus padres nos compraron todo lo necesario, dejándonos frente a la sala mientras se iban a pasear por algún lado.
Toda la película estuve atenta a cada detalle, el como la voz siempre cuadraba con el aspecto del personaje, las exclamaciones y los efectos especiales que eran perfectas para la situación. Ni siquiera recordaba que no vine sola, que un chico de 15 años obsesionado con aviones estaba a mi lado comiéndose todas las palomitas sin preocuparse por mí.
Cuando los créditos aparecieron, me asegure de grabar el nombre del director en animación y efectos especiales. Y cuando me levanté para salir, me di cuenta de que Sen estaba más ocupado mirándome que en apresurarse en caminar.
—Me alegra no ser el único rarito.
Fue lo que me dijo con una estúpida sonrisa torcida y se puso de pie para salir de la sala. No le di importancia, pero a partir de ese momento ambos comenzamos a interactuar, haciéndonos comentarios tontos y demás. Una noche de pijamada en la habitación de Nessa, ella me pregunto; Mi hermano y tu se han estado llevando muy bien, ¿acaso se gustan?
En ese momento mi estúpida yo de 12 años, se ruborizo hasta el cuello y se asusto por la repentina aceleración de los latidos de su corazón. Fui consiente de que me estaba enamorando de Sen, del hermano de mi mejor amiga y que otras cosas que no fuera dibujar, me estaba interesando tan arduamente.
Enloquecí.
Lo comencé a evitar, dejé de ir seguido a la casa de Nessa y por ende comenzamos a vernos menos. Conseguí un trabajo en una tienda de dulces, así que me sirvió como excusa. Mi vida comenzó a girar en ir a la escuela por las mañanas, por las tardes ir al trabajo, en las noches realizar mis deberes y si sobraba tiempo lo usaba para dibujar.
En mis días de descanso Nessa me arrastraba a su casa y para hacerle creer que todo va bien, me comportaba normal con Sen, dándonos miradas afiladas y burlándonos de la afición del otro. Hasta que se volvió normal y ya no tuve la intensa necesidad de alejarme.
Simplemente deje que las cosas pasaran y como lo esperaba me enamore con locura de él, pero no me sentía incomoda o preocupada. Incluso yo misma me sorprendí de no sentirme mal cuando lo veía con una chica haciendo sus cosas de pareja —cosas decentes que podían hacer en la sala de su casa con Nessa y yo como audiencia—. También me sorprendí cuando yo misma comencé a darle entrada a chicos que querían algo conmigo y no sentirme incomoda sabiendo que solo Sen estaba en mi mente.
Todo fue realmente cómodo.
Tal vez eso se deba a que sabia que solo yo —aparte de Nessa— conocía su verdadera personalidad. Un chico obsesionado con figuras de aviones y que se la pasaba encerrado en su habitación practicando con simuladores donde pilotea todo tipo de avión.
Y también porque era la única con quien se comportaba como un niño cuando no nos estábamos haciendo bromas un poco subidas de tono donde la tensión entre ambos nos podría haber llevado a la cama si no le hubiera pedido a Nessa que interviniera cuando sintiera que la cosa podría terminar así.
Editado: 03.09.2023