Mentirosa

Capítulo 31.1 – epílogo (parte 2)

Scared to be lonely - Dua Lipa

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Fueron las tres peores semanas de mi vida.

Mi hijo, mi pequeño Reese, todo ese tiempo estuvo dentro de una incubadora y no en casa, donde debería de estar desde que nació.

Nadie lo anticipo, me encargue de que Olivia llevara un excelente cuidado en su embarazo, pero parece que Reese tenía prisa en salir y nació a la mitad de su séptimo mes.  

Sus órganos aun eran inmaduros y no podía mantener caliente su cuerpo, sabia que mi pequeño seria sometido a estudios para descartar algún peligro o tacharlo con alguno, y eso me mataba por dentro. Estuve allí cuando le pincharon su bracito para tomar muestra de sangre, lo único que puede hacer fue verlo llorar dentro de esa caja que lo mantiene caliente y cada segundo fue un tormento. Fue lo mismo cuando lo metieron dentro de una máquina para revisarlo por dentro, lloraba porque tenia miedo, estaba solito y tal vez la luz le molestaba y yo no podía hacer nada.

Me sentía inútil. No podía proteger a mi pequeño, no podía sostenerlo y calmarlo. Preferí no contarle de esto a Olivia, ella ya tenia suficiente peleando con su cabeza que mezclaba lo que vivió cuando Lia era una recién nacida con el presente. Cuando eso pasaba, solo pensaba en encontrar a los hijos de puta que la traumatizaron golpeando su puerta y exigiéndole que callara el llanto de Lia.

Debí de haber investigado, tal vez algunos aun estaban en la residencia. Debí de haberles hecho pagar por el miedo al que sometieron a la Olivia quien era una joven madre soltera aprendiendo a cuidar de su hija recién nacida.

Es el único arrepentimiento de mi vida.

Olivia fue quien más fatal la paso, Lia era su fuerza y las veces en la que mis padres tomaban mi lugar en el hospital, no me separaba de ella. Hace dos semanas comenzó a reunirse con un psicólogo quien concluyo que se verían una vez por semana. Así que hace unos días fue su segunda sección y así como la primera, la acompañé y estuve esperando por ella en un uno de los sillones que están en la sala de espera.

Para ambos fue difícil, solo teníamos pocos minutos al día para sostener a nuestro hijo y siempre lo llenábamos de besos susurrándole cuanto esperamos a que llegue el día en que pueda venir con nosotros a casa. Mientras tanto, abrace a Olivia las noches en las que lloraba, la abrace cuando la encontraba llorando en el baño hecha un ovillo en una esquina, la abrace cuando estaba por romperse frente a nuestra hija, la abrace cuando la enfermera le quitaba a Reese de sus brazos para llevarlo de nuevo a la incubadora y la seguiré abrazando cuando me necesite hasta que mi vida termine.

Y después de tanto dolor, por fin llego el día en que le dieron el alta a nuestro pequeño. Estábamos frente a los cuneros, esperando a que la enfermera nos traiga a nuestro hijo y podamos llevarlo a casa.

Reese está listo para venir con nosotros, y hay muchas personas esperando por él. Sobre todo, su hermana mayor, que no hay un solo día que pregunte por él. Durante estas dos semanas, nos ha pedido que le enseños a cargar a su hermano cuando por fin este en casa. También que le enseñemos a cambiar su pañal, a alimentarlo, bañarlo y vestirlo. Estoy tan orgulloso de mi princesa, quien quiere ayudar a su madre a cuidar de su pequeño hermano.

—Ya viene, Sen. ¡Ya viene! — chillo de emoción, Olivia.

Con una sonrisa y un cosquilleo de calidez en mi pecho, mire a la enfermera acercarse a la puerta con nuestro bebe en brazos. Las lagrimas amenazaban con salir, pero no serán lagrimas lo primero que le muestre a mi hijo el día en que ira a su hogar.

—Hoy por fin iras a casa. — escuchamos que dijo la enfermera cuando abrió la puerta y salió de los cuneros. —Mira, mamá y papá ya están aquí.

Olivia no perdió ni un segundo y se acerco a la enfermera, quien con una sonrisa le entrego a Reese. Ella lo sostuvo y aparto la frazada que cubre parte de su rostro, me coloque a su lado y ambos fuimos recibidos por una mirada de curiosidad y después una ligera sonrisa.

—Hola amor. — beso su rostro. —Por fin estas en los brazos de mamá.

—Ghaa… — Reese la miro, con esos ojos azules que tanto le gustan a su madre. Mi hijo tiene el color de mis ojos, y al igual que Olivia me tiene cautivado.

—Aquí está papá. — acerque mi rostro. —También está muy feliz de que vendrás a casa con nosotros. — acerque mi mano y le pinche la mejilla izquierda.

—Ghaaa — balbuceo, moviendo sus manitas en protesta.

Lia era “Wa” mientras que Reese será “Ghaa”, me pregunto con qué nos sorprenderá el siguiente.

Acaricie su cabecita y volvió a balbucear. Olivia solo lo miraba con una dulce sonrisa, ella está extasiada de felicidad y estoy de igual manera. Por fin nuestro pequeño dejará el hospital y estará con su familia. Donde pertenece.

—Nos vemos en un mes, Reese. — se despidió la enfermera, entregándome la pañalera antes de volver a entrar a los cuneros.

—Es hora de ir a casa, mi amor.

Dejé una de mis manos en la espalda baja de Olivia y la guie a la salida, ella seguía sin apartar la mirada de Reese y nuestro pequeño tampoco dejaba de mirarla. Lo entiendo perfectamente, están conectados ahora mismo, ella diciéndole un montón de cosas con la mirada y él entendiéndola perfectamente.




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