Mentirosa

Lia y Tommy (Capítulo 2)

Me asegure que todo estuviera en orden por quinta vez y cuando termine, salí del gimnasio de mi casa y me dirigí a la puerta de entrada.

Lia vendrá hoy a mi casa, aun no entiendo del todo como sucedió, pero me ha pedido que le dé una clase de boxeo. No soy un experto, así que le ensañare lo que mi padre me enseño en mi primera clase.

Estoy nervioso, la casa está vacía ya que mi madre ha acompañado a mi padre a una pelea en los Ángeles. La trasmitirán hoy en la noche y Lia la vera conmigo en la enorme televisión que está en la sala. Así que ella se ha inventado que se quedara en casa de una amiga, pero en realidad es un amigo y soy yo.

Lia dormirá en mi casa. Estaremos los dos solos. Es una grandiosa oportunidad para intentar salir de la zona de amigos.

Me estremecí ante el timbre y después de una profunda respiración, abrí la puerta. Dos ojos grises y una preciosa sonrisa casi detienen a mi corazón y me aparte de la puerta para que pasara. Como siempre que está en mi casa, miró alrededor como si fuera la primera vez.

—Nunca me cansare de decir que tu casa es enorme. — sonreí.

—Si bueno, estas en tu casa. — me miro con una sonrisa divertida. —¿Qué?

—¿No te aburres cuando estás solo en un enromé lugar como este? — encogí los hombros.

—Papá tiene una sala de videojuegos, así que…

—Oh es verdad. Ustedes los ricos no hay forma de que se aburran. — me reí a carcajadas.

—Sabes que tus padres también tienen dinero, ¿verdad?

—Si, pero con 4 hijos el dinero entra y sale de sus bolsillos casi de inmediato.

—Touche.

Soy hijo único, así que le doy toda la razón. La familia de Lia es grande, pero no puedo imaginar el enorme gasto que sería mantener una casa con 4 hijos; ropa, fiestas de cumpleaños, estudios, autos... dios. Los padres son fantásticos.

Mire la cabeza de Lia quien sigue mirando alrededor, algo en mi pecho se calentó al imaginar como serian nuestros hijos. Si es con ella, no me importaría tener todo un equipo de futbol. No se aun si quiera seguir los pasos de mi padre en el boxeo, pero primero tengo que asegurarme de ofrecerle el mundo a mi pecosa antes de pensar en hijos.

—Vamos, el gimnasio está listo para tus puños demoledores.

—Te voy a noquear, ya lo veras. — reí ante el golpe en mi hombro que se sintió como si fuera la pata de un oso de peluche.

—Ya lo veremos, pecosa. — arrugo su nariz y tuve que cerrar las manos en puño ante la picazón.

Entramos al gimnasio, de nuevo se tomó unos minutos para admirarlo y cuando termino de parlotear sobre la vida de los ricos, le indique donde está el baño y ella entro para cambiarse la ropa. Miraba cada esquina del gimnasio, en un intento de asegurarme por sexta vez que todo estuviera bien, pero los latidos enloquecedores de mi corazón no me permitieron concentrarme.

Aun no empezamos y mi ritmo cardiaco ya me está matando.

—Estoy lista. — me gire y olvide como respirar.

Lia se ha puesto un top y unos a leggins deportivos, pero lo único que ha evitado que muera es la chamarra que trae puesta y acaba de cerrar a la altura de sus pechos cubriendo su abdomen plano. Camina hacia mí con sus dos coletas amarradas con listones violetas y que cuelgan a cada lado de su hombro, su cabello es largo por lo que las puntas llegan a la altura de sus codos. Se ve muy tierna y dios, quiero abrazarla lo que resta del día.

—Entonces, professeur. ¿Qué me ensañara primero? — alce una ceja al igual que la esquina de uno de mis labios.

—¿Professeur? — negué aun con mi sonrisa de lado. —Bien, étudiant. — se río ante mi respuesta.

Se solo unas cuantas palabras en francés, pero adoro el acento de mi pecosa cuando abra el idioma. Algunas veces me gusta hacerla enojar por la única razón de que cuando maldice lo hace en francés, claro, mientras sus padres no estén presentes.

—Hay que calentar primero. Así que saltemos la cuerda. — bufó, pero fue hacia donde lo indique.

Después de media hora de calentamiento, la obligue a realizar un par de ejercicios más antes de ponerle los guantes y para mi mala o buena suerte, se quitó la chamarra y ahora la piel expuesta de sus brazos, abdomen y espalda baja, me están torturando.

Jesús, tengo que tocarla con las manos desnudas. Esto terminara mal para mí.

—Vous êtes un mauvais professeur. — pestañe un par de veces y la mire.

—¿Qué?

—Eres un pésimo profesor.

—¿Cómo te atreves? — dije de manera dramática, llevando mis manos a mi cintura.

—Tengo varios segundos llamándote y tú me ignoras. Vous êtes un mauvais professeur. — bufé y con fuerza sostuve el saco de boxeo.

—Golpea. — una sonrisa estiro sus labios, Lia le dio unos cuantos golpes al saco y yo no pude evitar reír.

—¡Vous êtes un mauvais professeur! — grito, cruzándose de brazos y mirando a otro lado.

—¡Si aun no hago nada! — deje el saco y me acerque a ella hasta estar detrás de su espalda. —Veamos. — mi sonrisa se borró y respire profundamente. Ella se enderezo y yo deje una de mis manos sobre su abdomen. —Quiero que cada vez que des un golpe, aprietes fuerte el abdomen. — asintió. —Pierna izquierda adelante. — lo hizo, y yo aprete sus hombros sintiendo como se estremeció. —Codos hacia adentro y brazos hacia arriba. La mano izquierda debe de estar a la altura de tu mejilla y la derecha a la altura de tu barbilla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.