Merea

La Red Del Pescador

Khavred

La sal en la brisa matutina es lo primero que detecta mi nariz al despertar, el sol aún no se levanta mientras que el lejano reflejo de la luna sigue imponente sobre la playa.
Me asomo a la vidriera y mis ojos detectan a Navill, se encuentra desenredando redes y afilado arpones en la costa. El trabajo de un pescador empieza muy temprano y termina a altas horas de la tarde, es por eso  que admiro a las personas que lo desempeñan desde hace años. 

 

Navill es un lobo de mar, ha pasado lo tiempo sobre las aguas que en tierra firme. En cierta forma me gustaría llegar a ser como el, complementarme con el mar a tal punto de saber por un viento si es un buen día para navegar o no.
 

El graznido de una gaviota despeja mi vista de la playa, mis ojos divagan por el oscuro cuarto, trato de localizar mis zapatos y en la penumbra mi pie golpea un mueble haciéndome soltar una maldición; es entonces que los engranajes en mi cabeza hacen clic y me doy cuenta que el cuarto está en completa oscuridad porque el aceite se ha consumido. 
 

No puede estar pasando, los botes casi salen y el faro no está encendido, esto no había pasado en más de 40 años, me apresuró a colocarme los zapatos y bajó a trompicones las escaleras, busco aceite de reserva en el cuarto de abajo.  La mala suerte me acompaña al no encontrar ni una sola gota, ruego que la abuela no pueda ver como lo echo todo a perder en el primer día sin ella. 
 

Salgo a toda prisa de la torre, mi cabeza palpita, no coordino a donde se dirigen mis pies hasta que diviso la costa, Navill esta soltando las sogas. Las piedras crugen con mi apresurado pisar, mi cabello se alborota con el viento, me apresuró a levantar la mano, rogando que Navill me vea antes de que embarque. 
 

—¡Navill! — mis opciones se reducen a gritarle para llamar su atención. —¡Navill! —
 

La saliva se me agota, es entonces que la vida me sonríe y Navill voltea. 
 

Sigo corriendo, me apuro a llegar a su lado y cuando lo hago veo su cara de confusión, me inclino sobre mis rodillas tratando de tomar aire.
 

—Muchacho ¿pero que te pasa? — me cuestiona mientras me palmea la espalda. 
 

—Navill  yo—  vuelvo a respirar —no, no tengo aceite— le confieso entre respiraciones. 
 

—No tienes ni grasa en ese cuerpo, como vas a tener aceite — comenta divertido. 
 

—No Navill, yo me refiero a. 
 

—Estas muy flaco Khav, mi Martha cocina una sopa de camarón que te va a dejar como pavo de navidad— me interrumpe 
 


 

—Navill 
 


 

—Y será de la pesca de hoy, ya verás que pedazo de camarones voy a conseguir— se regodea mientras vuelve al bote. 
 


 

—Eso te quería comentar, no podrás desembarcar todavía— le informo 
 


 

Navill regresa con su mirada azulada puesta en mi. 
 


 

—¿Que dices? —cuestiona
 


 

—El faro no tiene aceite, de alguna manera consumió el que era para dos días en una noche— 
 


 

—Eso no puede ser, ¿estas seguro que no le pusiste menos?
 


 

—Tan seguro como que Solom me cobro 20 monedas por todo el Jarrón—
 


 

—Ayudame a atar las sogas para que le vaya dar una visita a ese viejo embustero, seguramente te vendió aceite de cocina.— dice mientras tira las sogas y comienza a hacer los nudos —No he desembarcado un minuto tarde desde 1875, y por culpa de ese mercader pajoso ahora lo haré —
 


 

—En realidad estaba pensando que me acompañaras al faro y podríamos llevar el aceite usado de tu bote, que dure hasta que el sol bese el horizonte— propongo. 
 


 

La cara de Navill palidece, y niega repetitivamente con la cabeza. 
 


 

—No, no yo a ese faro del demonio ¡no entró! — 
 


 

—Solo te pido ayuda para llevar la caldera de aceite hasta la vidriera, es algo pesada y no puedo hacerlo yo  solo— 
 


 

La duda se instala por un momento en sus ojos, pero después reafirma su decisión. 
 


 

—Soy un vejete de 58 años niño, como me pides que vaya hasta allá — 
 


 

—Te lo pido así como te cargaste a golpes al dueño de la caverna la semana pasada, de vejete no tienes nada, que si le tienes miedo a un montón de ladrillos y pintura vieja ya está dimelo y sigue siendo un crio— lo reto
 


 

—¡Un crió yo! Faltaba más, resulta que un niño de 19 años me va decir a mi miedoso , vamos al estúpido faro —se levanta las mangas dejando ver el tatuaje de Brujula que lleva en el antebrazo. 
 


 

Después de descansar varias veces y de derramar un poco de aceite sobre las piedras de la costa, llegamos al faro, Navill alza la visita contemplandolo todo. He de decir que el Faro es muchísimo más imponente sin luz, las sombras que se crean le dan un aspecto algo tétrico. En la cara de Navill veo la vacilación de entrar o no, así que me le adelanto. 
 


 

—Puedo llevarlo yo, no está tan pesado.— en sus ojos hay alivio, pero aún así replica. 
 


 

—Si entre los dos casi nos íbamos de bruces contra la playa, como un chiquillo lo va subir hasta allá — señala la punta de la torre. 
 


 

La verdad es que si será difícil pero conozco su miedo al faro, suficiente fue para él estar parado al frente , no me treveria a pedirle que entre conmigo. 
 


 

—Vamos que ya te he atrasado suficiente, además los camarones no esperan, tu regresa, cuando llegues a tu bote el faro estará tan vivo como siempre— insisto
 


 

—Tienes un punto niño— deja escapar aire de su boca —Además los camarones no esperan— me repite mediante quita la vista de la edificación a mi espalda y la posa en la playa.
 



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En el texto hay: fantasia, sirenas, magia

Editado: 23.09.2021

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