Merfil

03.

Cuando empezaron a descender, la tarde ya estaba en su punto de declive, las nubes empezaron a tornarse naranjas y rojas. Mientras que detrás de las montañas, una luz amarilla se extendía en todo el horizonte.

Los árboles tapaban la vista mientras uno más se adentraba, y luego formaban sombras gigantescas con los alrededores en completa oscuridad. Las ramas parecían amenazantes dando como lugar a una escena de terror como las antiguas, cuando una carroza pasaba con los caballos en un oscuro bosque de noche. Allí abajo Dick encendió los faros y alumbró la carretera.

Martín advirtió la extraña neblina que empezó a surgir en los alrededores del bosque, la contempló por un momento y le pareció que esta tenia vida, que empezó a hablarle, dándole mensajes que solo lograba desentrañar con el horror y el miedo.

El silencio se tornaba cada vez en una sensación de vacío, Martín sentía que iba solo con el camión manejándose solo, y Dick sentía que era como cualquier viaje en solitario.

—¿Tiene teléfono celular?-preguntó Martín, más por necesidad de conversar que por el artefacto.

—Oh, sí claro.— respondió Dick abriendo la guantera y sacando un modelo Samsung Galaxi.

—¿Me puede prestar?, quiero intentar hacer una llamada.

Dick le alcanzó el móvil, y luego botó la colilla del cigarrillo que tenía en la boca por la ventanilla del conductor.

Martín no sabía a quién llamar, solo se inventó un número y lo escribió, espero que el tono de llamada no sea en espera y responda alguien desconocido. Pero no hubo ningún tono más que el mensaje de «El número que usted ha marcado, no existe».

—No esta encendido. — murmuró Martín mirando a la pantalla del celular, — muchas gracias. — agregó devolviéndolo a su dueño.

—No hay de qué.—respondió Dick colocándolo en el mismo lugar y cerrando la guantera con un fuerte golpe, el cual sobresaltó a Martín.

—Mire, ya llegamos al puente-proclamó Dick. —¿Sabe algo de esa estructura?, dicen que ha perdurado por muchas décadas y sigue igual de fuerte, tanto que decidieron no reconstruirlo.

—Algo así, por lo que tengo entendido, también ha sido objeto para contar leyendas e historias de terror. Recuerdo que cuando era niño, un amigo me habló del material del que estaba hecho. Decía que, mezclaron los cuerpos de niños muertos con la mezcla y ahora sus almas están atrapadas. Después de casi cincuenta años de su construcción, y es extraño que nadie sepa quien mandó a construir tal cosa.

Mientras conversaban, cruzaron el puente reduciendo la velocidad, el camino no era estrecho, tenía la misma anchura que la carretera. Sin embargo, a los costados se avistaba una gran caída de por lo menos treinta metros, para luego terminar en un caudaloso río.

—Además, un tiempo fue noticia de varios suicidios que empezaron a ocurrir sin explicación alguna-explicó Martín.

—Por cierto, ¿Usted no es periodista?

—Sí lo soy. — respondió Martín. — ¿por?

—Vi su nombre en algún lado, y creí haberlo leído en un periódico. Supongo que eras tú.

A lo lejos, la carretera por fin se dividía en dos caminos. Llegaron y Dick se estacionó cerca a la llanura boscosa.

—Ya llegamos señor Martín, —habló Dick — supongo que será hasta un nuevo aviso.

— Sí, y muchas gracias. ¿No hay manera que pueda remunerar lo que hizo por mí?

— Ya le dije que no, por favor no insista.

— Bien — dijo Martín, y con mochila en mano abrió la puerta y se bajó con un salto.

Cerró la puerta, y el camión volvió a encenderse.

— ¡Hasta pronto Dick, y gracias!-gritó alzando la mano y haciendo un gesto de despedida.

El camión se alejaba poco a poco, tomando la otra intersección. Dick logró ver el perfil de Martín con el gesto de la mano, sonrió y tomó otro cigarrillo.

 

«Supongo que es momento de caminar» pensó viendo los dos letreros en medio de la división de la vía. Uno con el nombre de Virton, y el otro, Merfil.

Ya iba a ser de noche, y los bosques a los costados estaban muy oscuros y los postes de alumbrado estaban encendidos. De esa manera que le daba un aire de soledad el camino de regreso a casa.

A Martin le tenía sin cuidado, no le daba miedo caminar de noche. Y eso que lo hacía en la ciudad, sabiendo el peligro que corría. Además, que le podría hacer daño, solo habían animales los cuales huían si te les acercabas.

La entrada al pueblo estaba a medio kilómetro. Tenía cargada la mochila con sus cosas, llegando buscaría algo de comer y se quedaría en casa de sus padres, pero al recordar aquella fría advertencia, tal vez tendría que dormir en un hotel.

 

La niebla nuevamente apareció mientras caminaba, y dificultaba la vista de Martín. Tanto que le obligó a caminar cerca al bosque. Entonces escuchó un sonido, y dos luces aparecieron. Era un coche el cual pasó a gran velocidad. Si Martín no se hubiera apartado del camino, se hubiera esperado lo peor.

 



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En el texto hay: horror, horror cosmico, mostruos

Editado: 10.10.2020

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