Martín, quien ya estaba sorprendido, atravesó el umbral golpeándose la cabeza con una pequeña campana que colgaba por encima del marco de la puerta. Esta sonó y la gente volvió la cabeza para observarlo. Se sonrojó y saludo en voz alta, algunos respondían, otros levantaban la mano o movían la cabeza.
Se acercó a la camarera, una señorita con el cabello recogido y unos ojos verdes, era muy bella.
— Buenas noches — saludó Martín de nuevo a la camarera.
— Buenas, ¿que desea? — respondió ella con una leve sonrisa.
— ¿Que hay en el menú?
La señorita le dio la lista completa de lo que había esa noche. Martín pidió un plato de sopa y un guisado. Luego ella lo anotó en una pequeña libreta y se fue.
«No sé su nombre...Diablos, soy un idiota, debí haberle preguntado» pensó.
Luego, buscó a Samuel con la mirada, lo halló. Seguía atento a su plato, mientras que el anciano si se había dado cuenta de su presencia. Caminó entre las mesas, llegó y se paró detrás de Samuel.
— Buenas noches Samuel, buenas noches señor...
El anciano levantó la mirada,-David-respondió.
— ¡Señor Martín! —exclamó Samuel.
Martín le revolvió el cabello, mientras él tenía a aquella sonrisa tierna, es misma sonrisa que tenía él en su infancia, aunque tal vez aún la tenga. De hecho, por que pasa la mayoría del tiempo sonriendo con la gente.
— Vaya, parece que ya se conocieron — dijo David.
— Sí —respondió Samuel — me olvidé contárselo, pero ahora le cuento.
— No te preocupes, yo se lo contaré. Pero primero… — dijo y extrajo una silla de una mesa continua vacía, —…debo sentarme. — Y se sentó junto a Samuel, mirando de frente a David.
Martín le contó desde como vino en camión, luego que conoció a Carl «Carl botellas» dijo David, después que se sentó frente a la iglesia y es cuando Samuel, con la ayuda de otro niño, querían llevarse la mochila de Martín.
— Samuel, de nuevo estás haciendo cosas malas —le dijo David un poco molesto.
— Si señor David, pero no lo vuelvo hacer — dijo apenado, — No lo vuelvo hacer, lo prometo.
— Bien, no se preocupe, de todas formas me contó por todo lo que había pasado. Ah, también que tenía cinco años.
— En realidad tiene siete, supongo que te explicó que no se acuerda y prefiere decir que tiene cinco años.
— Oh vaya, sí me contó eso —dijo Martín mirando a Samuel, —Y usted ¿cómo lo conoció?
— Bueno, hace como dos años, una mñana estaba caminando hacia Wallmart. Supongo que conoces Wallmart ¿no?
— Sí claro, en Lifondiu hay varias de esas tiendas en cualquier lugar.
— Vienes de Lifondiu, eso debe ser bueno.
— Sí trabajo como periodista, y solo vine unos días. Y que más, mientras estaba caminando...
«Vi a un niño pequeño sentado a un lado de la acera, me acerqué y tenía varias heridas y... su rostro estaba pálido, yo le llamé acercándome a él, y al levantar la mirada se asustó y pensé que escaparía. Sin embargo se quedó en esa misma posición mirándome aterrado. Cuando llegué, el empezó a gritar que no me lo llevara, no quería regresar. Le expliqué que no le haría daño y que solo quería ayudarle. El niño se calmó y empezó a llorar, le di la mano y le pregunté si quería comer, al escuchar esto alzó la mirada, una mirada triste y melancólica que a la vez expresaba ternura. Me dio la mano, inseguro y se levantó. Su ropaje no era más que una camiseta sucia, que alguna vez fue blanca, un abrigo, el mismo que tiene puesto ahora, unos pantalones cortos de color negro y unos zapatos viejos.
Le llevé a un pequeño comedor, ya que los restaurantes no estaban abiertos a esa hora de la mañana, y le pregunté sobre su vida y como llego allí. Me dijo que no recuerda muchas cosas, además que escapó del orfanato, y desde ese día tiene miedo. Allí empezó a llorar, pero se calmó cuando llegó la comida a su mesa. Saber que era huérfano, no me gustaba mucho. Después le compre algo de ropa y dejé que durmiera en uno de los cuartos de mi hotel. Mas eso no duró mucho, lo que pasó es que sucedió una emergencia fuera del pueblo, en otro lugar. Mi hermana había caído en cama y se había puesto muy grave. A Samuel lo dejé al cuidado de una solitaria anciana, la cual aceptó sin problemas. Después de un año regresé, pero aquella anciana ya no estaba entre nosotros. Y su casa había sido derrumbada por sus hijos, tenía tres, dos varones y una mujer. Ellos ya eran profesionales y abandonaron a su madre. Cuando se enteraron de su muerte, regresaron los miserables, y no contentos con eso, se hicieron con esa casa y la convirtieron en un edificio de cinco pisos. Al parecer es un tipo de galería, el cual nunca dio frutos. Mientras tanto, yo estaba preocupado por Samuel, lo busqué preguntando por el a las personas que lo conocían. Me decían que simplemente se fue, y vagaba por las calles.
No pude encontrarlo. Hasta hace unos meses, mientras regaba el jardín, lo vi, caminando. Quedé paralizado y grité su nombre, él se sobrevino y corrió hacia mí y me abrazó, de nuevo con lágrimas en los ojos. Supe que ahora él comía gracias por algún niño amigo suyo, pero también robaba. Le dije que no volviera hacer eso, yo ya estaba aquí, y cualquier cosa que el necesitara me lo pidiera. Desde ese día lo veo venir muchas veces por aquí, y lo que le puedo dar es comida, pero cuando le digo que le comprare ropa o que duerma en mi hotel, él se niega.»
— Oh, y por qué te niegas Samuel —dijo Martin.
— Es que, me da un poco de pena. Además, me acostumbre a dormir en el parque, mirando las estrellas en la noche. Es muy bonito.
Martín rio junto con David.
— Señor David quiero ir al baño —dijo Samuel luego de limpiarse la boca con la servilleta.
— Ve, y te lavas las manos al salir.
— Está bien- respondió Samuel.
Mientras se bajaba de la silla, Martín advirtió una mancha café en su cuello, luego Samuel corrió hacia el baño de varones, y al entrar cerró la puerta.
— Martín.
— ¿Si?
— Hay un detalle más sobre Samuel, y es algo que deberás guardar en secreto. Confío en ti, si un chico confía en ti significa que eres un buen hombre.
— Bien, dígame.
Antes de que David empezara con la historia, la camarera se acercó a Martín con dos platos, uno del guisado y el otro con la sopa. También le alcanzó los cubiertos, Martín respondió con un gracias, al mismo tiempo que la mujer asentía con la cabeza y le mostró una sonrisa forzada, luego se alejó moviendo sus pronunciadas caderas.
— Parece estar cansada-comentó Martín.
— Debe ser. Bueno, antes de que regrese Samuel. Aquel dichoso orfanato estuvo cerrado hace diez años, y eso por que sucedió un accidente desde su cocina. Al parecer dejaron una hornilla encendida, la llama devoró los trapos que estaban allí y empezó un pequeño incendio, luego el fuego se extendió rápidamente por todo el orfanato. Cuando los bomberos habían llegado, eran pocos los niños que se encontraban afuera junto con otras monjas. Estas lloraban y rezaban. Fue muy tarde. Casi el 70 % de los niños se habían quedado dentro sin posibilidad de salir, se escuchaban gritos y chillidos de dolor, las mujeres no sabían que hacer, y los bomberos llegaron después de que los gritos cesaron. La construcción ardía en llamaradas gigantescas, y daba la impresión de ser una antorcha. Luego de apagar el fuego, trasladaron a los sobrevivientes fuera del pueblo, y cerraron el orfanato para siempre. Ahora lo extraño es eso, si él escapó del orfanato, ¿A que orfanato se refiere?
Martín quedó pensativo. Miró su propio reflejo en la sopa y se acordó lo que pasó en la iglesia. ¿Cómo había desaparecido sin dejar rastro alguno?, y ¿por qué se parecía tanto a Martín?
— Pero supongo que la amnesia fue por algún trauma. Y aun así, hay muchas cosas que no tienen sentido.
— Alguna vez no pensó en adoptarlo —inquirió Martín.
— Oh, claro que sí, pero viendo mi edad y mi incapacidad, sería imposible criar a un niño-dijo David, y entonces miró a Martín —Pero usted sí.
— ¿Qué? —exclamó Martín, —Cómo piensa que yo... no...
— Lo sé, tal vez no quiera. Pero puedo verlo en sus ojos, sin querer, usted se ha encariñado con el niño. Además, puedo decir que está solo, se siente solo. Tiene un buen trabajo, pero no encuentra la completa felicidad en solo eso. ¿No es así?
Martín quedo estupefacto, era verdad, él supo describir con claridad lo que sentía.
— Si —dijo Martín con voz cansada, casi como un susurro.
Quedaron un momento en silencio, los coches pasaban, la gente conversaba y hacían chocar los cubiertos con los platos de losa, provocando un monótono tintineo.
— Y bien, ¿desearía tomar a Samuel como tu hijo?
«Es como mi hermano, es como mi hijo» escuchó desde su interior. Ese sentimiento volvía a él, quería tener a alguien a su lado, y no precisamente a una mujer. Quería formar una familia, pero sentía que aún no estaba preparado para una relación, pero si para... tal vez... adoptar a un niño. «Dios, ¿por qué?, lo siento como alguien familiar, como mi hermano, como mi hijo. Se parece a mí y verlo me lleva a sentir nostalgia por aquellos días en que era feliz»
— Sí —respondió Martín, —pero no sé por qué siento eso por él, no lo conocía. Y es un sentimiento fraternal.
— Lo sé.
Guardaron silencio. David terminaba su plato de comida mientras Martín empezó con la sopa.
— Y como podría adoptarlo si usted dice que el orfanato ya no existe.
— Bien, antes de irme a visitar a mi hermana, tramité algunos papeles aquí, tiene su documento de identificación y todo eso. Tengo a un amigo que trabajaba en eso y le pedí que me ayudara. Hizo todo excepto ponerme como su tutor, y si usted quiere, puedo llevarle para que lo nombre como su padre. Dios, hasta ahora tengo miedo de meterme en problemas o meter en problemas a aquel gran hombre, pero hasta ahora no me han notificado nada, tampoco a él. Y es algo que también pongo en duda, es como si nadie lo conociera o ignoraran su existencia.
— Bueno, entonces mañana haré ese trámite. Pero, ¿Cuánto dura?
— Si fuera una adopción normal, con un trabajador normal, pues una semana. Pero como solo falta firmar algunas cosas, mañana mismo puedes tenerlo.
Aquella decisión podría cambiar su vida, pero... realmente necesitaba hacerlo, se encariño con él ni bien conocerlo un pequeño lapso de tiempo. ¿Y si era algo malo? solo lo conoció un día. Pero eso no era nada, una pareja al ir adoptar eligen a quien les parezca bien en su primera impresión, y también parejas homosexuales. Por lo tanto, no era algo malo. Samuel salió del baño y cerró la puerta tras él.
— Manténgalo en secreto —dijo David en voz baja.